Un pueblo que no quiere resignarse al olvido

Un pueblo que no quiere resignarse al olvido

Los vecinos de este lugar al límite con Santiago del Estero reclaman atención de las autoridades.

ARRUINADO. El edificio principal de Piedrabuena, donde funcionan la comuna y la Policía, corre riesgo de caerse, por lo que será demolido. LA GACETA / FRANCO VERA ARRUINADO. El edificio principal de Piedrabuena, donde funcionan la comuna y la Policía, corre riesgo de caerse, por lo que será demolido. LA GACETA / FRANCO VERA
02 Noviembre 2005
Extensos sembradíos abren paso al hilo de asfalto que permite el acceso a un pueblo cobijado por el sol. En el fronterizo Gobernador Piedrabuena, Burruyacu, la mezcla de culturas resulta inevitable. La influencia santiagueña se percibe en el acento de los habitantes y en el ritmo de vida sin demasiados apuros.
Al ingresar al pueblo, atravesado por la ruta nacional 34, se asoma una gran fábrica acopiadora de granos. Pero, unos metros más adelante, el paisaje cambia y se conforma con viejas y arruinadas casas, con calles inundadas y plazas destruidas. Los habitantes sienten que el pueblo agoniza. Abundan las historias de pobreza, de desempleo y de desesperanza.
"Hace unos años este era un pueblo central. Aquí venían muchos de los habitantes de todo Burruyacu y de Santiago del Estero, a comprar de todo. Había distribuidoras, supermercados. Pero luego empeoraron los transportes, la ruta quedó arruinada. Entonces, no adelantamos más... retrocedemos", dice el sargento Jorge Luis Chávez, que nació y se crió en Piedrabuena.
Las carencias que sufren los pobladores tienen otra explicación para la doctora María Elisa Rodríguez, que trabaja en el Caps del pueblo hace muchos años. "La tecnificación del agro dejó sin trabajo a la gente", dice.La falta de empleo obligó a algunos a trabajar como golondrinas. Otros efectúan labores temporarias mientras dura la zafra del citrus y pasan más de la mitad del año desempleados. Muchos sobreviven porque tienen planes sociales o porque la comuna les dio un puesto. Otros tantos, especialmente los jóvenes, tendieron a abandonar las raíces, detalla el subdelegado comunal, Jorge Jiménez, que reconoce que lo que más necesitan los vecinos de Piedrabuena es trabajo. "La mayoría son desocupados. Hay mucha pobreza", explica.

Sin espacios
La plaza principal del pueblo está desolada. "No tiene luz. Los bancos están destruidos y los juegos fueron desmantelados. ¿Quién va a querer ir a allí?", se pregunta Susana Lobo. La falta de espacios públicos es una de las cosas que más piden los vecinos.
"Es un pueblo que ama el folclore. Pero no hay lugares adonde nos podamos reunir los pobladores. Los pocos jóvenes que quedan aquí no tienen qué hacer. No hay clubes para que hagan deportes", se queja Margarita Carrizo.
Su vecina, la joven Nancy Lazarte, asiente. "Aquí no hay alternativas recreativas. Por eso, los que pueden irse cuando terminan el secundario, se van. Otros se quedan a hacer nada", apunta.
Los vecinos cuentan que en la zona hay aguas termales que podrían ser explotadas. "Muchos de los habitantes no usamos calefón ni en invierno. El pozo que abastece es muy profundo y el agua sale caliente", dice Roberto Sosa. "Pero el estado en el que está el pueblo, quien podría venir a disfrutar de este regalo de la naturaleza", se queja Guillermo Lobo.

Desolador
La cuadra principal de Gobernador Piedrabuena presenta un panorama desolador. En ese sector, la ruta 34 tiene un enorme bache que se ha convertido en un lago casi permanente, cuentan los vecinos. Al frente, funcionan la Comuna, el Juzgado de Paz y la Policía, en un mismo edificio de más de 80 años que se está cayendo, informa el subdelegado.
"Los techos están partidos, al igual que las paredes. Por esto, vamos a demolerlo y a construir uno nuevo", comenta. "Llueve más adentro que afuera", agrega el agente Alberto Gerónimo.
Aunque es una zona tranquila, los dos agentes que trabajan en la Policía reconocen que, al tratarse de una comisaría de frontera, debería haber más controles, especialmente en el límite con Santiago del Estero. "Pero ni siquiera tenemos móvil. Hace un par de años se rompió el auto y ahora, si pasa algo, vamos en ómnibus hasta el lugar del hecho o pedimos a los pocos vecinos que tienen auto, que nos lleven. Tenemos una jurisdicción grande, de 750 km2", cuenta.
Ni la Policía ni la Comuna ni los vecinos tienen líneas de teléfono. Aprendieron a comunicarse por celulares, aunque aún esperan que los cables lleguen a sus casas. Por las calles, se ven más carros tracción a sangre que automóviles. Mientras tanto, los pobladores sueñan con que algún día llegue el progreso.