Estudios pioneros sobre la sexualidad

17 Sep 2017
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Havelock Ellis

Al hablar de la sexología como disciplina científica, se impone la referencia al médico y activista social británico Henry Havelock Ellis (foto), cuyos trabajos -muy anteriores a los de Kinsey, Masters y Johnson, Kaplan, etc.- sentaron las bases para estas y otras investigaciones sobre la sexualidad humana.

Ellis nació en Croydon, Surrey -cerca de Londres- en 1859, hijo de un capitán de la marina mercante. Desde chico tuvo pasión por la lectura a tal punto que a los 12 años escribió su primer libro, “Joyas en la Biblia”. A los 16 abandonó sus estudios y viajó a Australia, donde permaneció cuatro años y trabajó -con bastantes dificultades por su poca experiencia- como maestro y luego como tutor de una familia. Al final de su vida confesó que sus años en Australia -“la soledad de los Montes Liverpool”- fueron decisivos en su afán de encontrar “la salud del cuerpo” y “la paz del espíritu” y que le permitieron, así, descubrir el objetivo de su vida.

Al regresar a Inglaterra estaba decidido a estudiar Medicina -carrera que no llegó a ejercer nunca en forma regular- “para obtener un aura de respetabilidad” y desde allí abordar el tema de la sexualidad. Lo hizo con un enfoque muy diferente al patologizante modelo médico tradicional: su intención era comprender los hechos sin juzgarlos.

Summa sexológica

Ellis formó parte de la llamada Sociedad Fabiana -que contaba entre sus miembros a George Bernard Shaw y H.G. Wells- para debatir sobre socialismo. Verdadero polígrafo, se ocupó y escribió acerca de muchos otros temas además de la sexualidad: psicología, filosofía, arte, literatura. Relató sus experiencias con el mescal en “Mescal: un nuevo paraíso artificial” y en “Mi vida”, que consideró su obra maestra, narró las peripecias de su juventud y de su matrimonio con la escritora y feminista Edith Lees.

Las investigaciones de Ellis quedaron plasmadas principalmente en una serie de volúmenes titulada “Estudios sobre la Psicología del Sexo”, también conocidos como su summa sexológica. Esta obra monumental, dirigida a un público de científicos, planteó temas muy controversiales para la época. En ella defendía, entre otras cosas, la masturbación como algo frecuente en ambos sexos y no necesariamente perjudicial; que homosexualidad y heterosexualidad no eran dos polos opuestos, sino cuestión de grado; que la ausencia de deseo sexual en la mujer “decente” era un mito y que estas apetencias, similares en intensidad a las de los hombres, no las convertían en ninfómanas, sino que, por el contrario, se encontraban en las “normales” y bien estructuradas psíquicamente.

Aseguró que la causa de muchos trastornos sexuales era de origen psicológico y no orgánico; y que el desarrollo sexual “normal” era muy variado y podía adoptar muy diferentes formas que no debían ser vistas como patológicas. Se opuso a las leyes en contra de la anticoncepción y abogó por una educación sexual que comenzara en los primeros años escolares.

En 1897 publicó “Inversión sexual”, el primer estudio serio sobre homosexualidad, absolutamente revolucionario para la época (hacía apenas dos años, Oscar Wilde había sido condenado por “sodomía”, por su íntima amistad con Lord Alfred Douglas, más conocido como “Bosie”). Basándose en ochenta casos, Ellis cuestionó el considerar la homosexualidad como una enfermedad, inmoralidad o crimen. Lógicamente, el libro causó un gran revuelo, por lo que fue prohibido, luego de que su autor enfrentara -y perdiera- un juicio por “obscenidad”.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.