Volar del nido

07 Ene 2017
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Volar del nido

La salida de la casa paterna es uno de los cambios evolutivos esperables por el que pasan la mayoría de las personas, a una cierta edad más o menos variable. Si bien algunos jóvenes retrasan este paso por diferentes motivos, el hecho es que casi todos, llegado un momento, empezamos a sentir que queremos tener nuestro propio espacio, nuestro “reinado”, donde podamos movernos con verdadera autonomía. Muchos se van a vivir solos, otros a convivir con una pareja y hay quienes sólo volarán del nido recién al casarse. En cualquier caso, la nueva situación configura -entre otras muchas novedades- un cambio en el ejercicio de la sexualidad. 

Al respecto, el sexólogo argentino Juan Carlos Kusnetzoff afirma que no es menor el hecho de que, a partir de allí, la actividad sexual vire de “cuando se puede” a “cuando se quiere”. Y analiza cómo el pasaje de un modo furtivo de llevarla a cabo, a dormir juntos “legítimamente” y sin testigos; de verse algunas veces por semana a hacerlo cotidianamente; de compartir algo a compartirlo todo, deviene en una absoluta transformación en la vida sexual. E implica, definitivamente, la posibilidad de establecer una relación independiente de la presión familiar, los horarios y modalidades que imponen la casa paterna, las estrategias para concretar los ansiados encuentros, etc.

Así, el nuevo escenario se configura como una gran oportunidad para ser más espontáneo y creativo; para experimentar y superar inhibiciones, conocerse mejor, concretar fantasías. Innovaciones, otros ritmos, estímulos diversos que incrementen el placer con la tranquilidad de no exponerse a interrupciones. Y la libertad de cortar toda conexión con el mundo durante, por ejemplo, un fin de semana entero. Más aún si lo que se inicia es una convivencia estable, que marque un crecimiento y un mayor compromiso en la relación de pareja.

Sin embargo, Kusnetzoff señala que algunas personas “que hasta entonces deseaban intensamente cada encuentro y disfrutaban de él con plenitud, precisamente por su fugacidad, se asombrarán de su eventual desgano: no deberían preocuparse, ya que la ‘luna de miel’ no es eterna, y los altibajos emocionales son perfectamente normales”. Y agrega: “otras, en cambio, que vivían la práctica del sexo ‘ilícito’ con culpa y miedo, encontrarán en la convivencia la serenidad, la confianza y la libertad necesarias para entregarse sin reparos y descubrirán el placer por primera vez”.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.