Tiempo de balances

24 Dic 2016
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Tiempo de balances

Cuando se viene el final de un año es frecuente hacer una suerte de balance de la etapa que está terminando. Si bien algunos se resisten a esta costumbre –argumentando que simplemente se trata de un cambio de día en el almanaque, como cualquier otro- la verdad es que todo lleva a que reflexionemos en este sentido. Pedidos de informes y evaluaciones anuales, actos de cierre, brindis de despedida, cajas navideñas, regalos, tarjetas, mensajes y mails…  esto y más se amontona, casi como si no hubiera vida después de diciembre.

Dónde estábamos cuando empezó el año y dónde estamos ahora. Qué proyectos teníamos y hasta qué punto logramos cumplirlos. Qué cosas difíciles nos pasaron y de qué manera las afrontamos. Sorpresas gratas, sorpresas tristes empiezan a desfilar por nuestra mente, a veces con cierta melancolía, en el ajetreado último mes del año.

La “falta”

Como existe el prejuicio sociocultural de que estar en pareja es más deseable que no estarlo, es bastante común que los “solos” computen este ítem como una verdadera carencia. Más de uno sentirá que esta situación hasta le empaña un poco los festejos. No faltarán incluso los que, con buena intención y genuino afecto, agraven esta sensación con frases de tipo “ya te va a llegar”. Es curioso: las personas podemos estar bendecidas en las cosas más esenciales –sobre todo, si miramos lo que pasa en el mundo- e igual sentirnos desdichadas porque no tenemos pareja. Llenos de amor, de dones y de logros… pero sin esa “persona especial” que –creemos- nos hará sentir plenos.

Pero, ¿no es lógico anhelar cambios para nuestra vida? ¿Por ejemplo, una relación romántica y un proyecto de vida compartido? Obviamente, pero igual de importante es no caer en una mirada demasiado estrecha, que olvide otros muchos aspectos por los podemos estar agradecidos.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.