Identidad de género

05 Mar 2016
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Hace poco se estrenó en nuestro país “La chica danesa”, el drama situado en los años veinte y basado en la historia real de Lili Elbe, una mujer transexual, icónica por ser considerada la primera persona en someterse a una cirugía de reasignación de sexo. Efectivamente, Lili fue identificada como un varón al momento de nacer y vivió gran parte de su vida como Einar Mogens Wegener, un pintor de bastante éxito. Llegó incluso a casarse con Gerda, también pintora, a quien conoció en Copenhague en sus épocas de estudiante. Se supone -y es lo que da a entender la película- que la revelación le sobrevino a Einar al posar, vestido de mujer, para sustituir a una actriz que Gerda estaba retratando.

El film logra transmitir el sufrimiento de Lili, quien se siente atrapada en un cuerpo que ella percibe como un error. En su búsqueda, se encuentra con médicos y psiquiatras de toda laya que, en el mejor de los casos, la confunden con un hombre homosexual, cuando no le diagnostican desajustes hormonales o la tildan de esquizofrénica o perversa. Así, le prescriben tratamientos crueles y llegan incluso a perseguirla con una camisa de fuerza para encerrarla. En medio de este peregrinaje y hasta dar con un médico de avanzada, también conmueve el amor incondicional de Gerda quien, aún en medio de su dolor, es capaz de comprender, aceptar y acompañar a Lili hasta el final.

Una lucha sostenida

Un siglo después –y si bien aún nos falta un largo recorrido- la situación de la población trans ha mejorado de manera notable. Sin duda gracias a la lucha sostenida por parte de numerosas organizaciones y movimientos sociales y políticos que reclaman la igualdad de derechos y que han ido logrando importantes conquistas. Entre ellas se destaca el avance de una corriente despatologizadora: la ciencia ha dejado de considerar un trastorno mental al hecho de percibir el propio género como diferente al que ha sido adjudicado al nacer.

En nuestro país, la “Ley de identidad de género” establece el derecho de todas las personas a ser reconocidas, tratadas e inscriptas en sus documentos según su identidad de género autopercibida. También ordena el acceso gratuito a la salud integral y a las prácticas que la persona desee para adaptar su cuerpo al género autopercibido: tratamientos de hormonización y cirugías totales o parciales. Un detalle no menor es que estas modificaciones corporales no son un requisito –como ocurre en otros países- para hacer el cambio de identidad.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.