Rendirse, jamás

06 Feb 2016
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Rendirse, jamás

Cuando en una pareja una de las partes decide cortar la relación, no tardan en aparecer los amigos y familiares de ambos alentando al abandonado a que luche y haga todo lo que esté en sus manos para que vuelva el que se fue. Sobre todo si se trata de un matrimonio o una pareja con años de convivencia que parecía no presentar disfunciones graves. Y más aún si hay hijos de por medio.

Esta lucha suele poner en marcha una combinación variada de estrategias, promovidas por muchos actores. Algunos intervienen queriendo hacer reflexionar al que tomó la decisión: lo que le ocurre es pasajero, se va a arrepentir toda la vida, es la crisis de la mediana edad, si hay un tercero es sólo una “calentura”, etc. Por otra parte el “dejado” puede someter al “dejador” a interrogatorios interminables para comprender cómo llegaron a este punto. Explicaciones que parecen siempre insuficientes o que dan lugar a más preguntas. Estos episodios muchas veces incluyen llantos, gritos, recriminaciones y, en algunos casos, violencia física. Circulan elaborados mails o cartas manuscritas, regalos, tarjetas, mensajes de texto, largas charlas telefónicas. Hasta los más escépticos terminan visitando a videntes, adivinadores y tarotistas que les aseguren que todo volverá a ser como antes. Y no faltan los que depositan sus esperanzas en ingenuas recetas, casi mágicas: empezar otra vez de cero, hacer un viaje de reencuentro, cambiar de casa, buscar un embarazo… En el extremo más desesperado y menos sano se encuentran las manipulaciones afectivas y las amenazas, que infunden lástima, culpa y/o temor (respecto de los hijos, del dinero, de un posible intento de suicidio, por nombrar algunos). Y, finalmente, un clásico: implorar por la oportunidad de echar mano del último recurso: la terapia de pareja.

El consejo de Lazarus

Desde luego, una separación no siempre es el fin. Pero cuando alguien manifiesta, clara y unívocamente, su deseo de hacer un corte, ¿qué persona sensata defendería la postura de aferrarse unilateralmente a aquello que fue con uñas y dientes, de lograr una recapitulación en base a insistencias y presiones? Y además, ¿es que alguien puede despertar amor y atracción situado en un lugar tan humillante e indigno?

El psicólogo sudafricano –ya fallecido- Arnold Lazarus refería que, frente a la situación de ser dejado a causa de un tercero, acostumbraba dar a sus pacientes una recomendación que sólo unos pocos eran capaces de aceptar y llevar a cabo: sugerirle al otro mudarse con su amante y permitirles convivir plenamente durante tres meses. Incluso, de ser posible, no tener ningún contacto con esa persona en ese lapso de tiempo, y hasta intentar salir con otras. Luego de transcurridos los tres meses, la indicación a seguir era proponerle a la o el ex tomar un café para conversar y, llegado el momento, preguntarle si aún seguía enamorado. Lazarus aseguraba que, sin barreras ni adversidades (y convivencia mediante), no sería raro que mucho del romance hubiera muerto por causas naturales. 

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.