El sexo en baja

12 Dic 2015
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Como es sabido, la frecuencia sexual a partir del casamiento o de irse a vivir juntos suele descender de manera considerable. De hecho se ha sugerido que, después del primer año de vida doméstica, la cantidad de encuentros sexuales se reduce aproximadamente a la mitad. Desde luego que existen casos que contradicen estas proyecciones: mientras algunas parejas sostienen el mismo promedio con el que arrancaron, muchas otras disminuyen la frecuencia incluso más de lo esperable.

Esta baja que suele acompañar al paso de los años de vida en común –aún en los casos de parejas con un alto nivel de satisfacción-ha sido adjudicada a muchos factores. La rutina, las tareas de la casa, las obligaciones laborales, las preocupaciones económicas, los altibajos asociados al hecho de tener hijos, las crisis propias de la evolución de toda familia y la aparición de enfermedades son sólo algunos de ellos.

Pero, ¿por qué suele decaer tan rápido el sexo, para casi todas las parejas, desde el comienzo mismo? Hay quienes cargan todas las tintas en el aburrimiento que se genera en los muchos casos en que las personas dejan de lado la creatividad y repiten las mismas conductas en cada nuevo encuentro. Para otros, un elemento determinante está dado por el acostumbramiento físico. Y es que la familiaridad –con lo que sea- hace que nuestros sentidos se vayan cerrando lentamente. De ahí la conocida sentencia –esa que nos recuerda el mujeriego incurable, protagonista del film “Alfie”-: “por cada mujer hermosa, hay un hombre harto de acostarse con ella”. Una frase que, aunque parezca amarga –además de machista- encierra algo cierto: redescubrir cada día la belleza y el atractivo del otro constituye un verdadero desafío para quienes llevan juntos un buen tiempo.

Pero además del acostumbramiento existe otra cuestión relevante: a medida que nos sentimos más relajados y seguros con nuestra pareja –algo que normalmente ocurre cuando tomamos el compromiso de casarnos o convivir-, nuestra ansiedad acerca del futuro del vínculo tiende a bajar. Y no es raro que esto se traduzca también en menores niveles excitación física y, en consecuencia, en una reducción del deseo sexual.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.