11 Abr 2015
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Nunca se insistirá lo suficiente en la importancia de darle a la sexualidad un espacio prioritario, con todo el tiempo y los mejores cuidados, en la agenda de la pareja. Sobre todo en aquellas que tienen un vínculo estable y comprometido y conviven: la rutina de las obligaciones diarias –el trabajo, las cuestiones domésticas, los hijos, etc.- suele automatizar los encuentros sexuales y dejarlos para el final del día. Y entonces las personas tienen sexo cuando ya están cansadas y con poca energía para dedicarse a jugar y ser creativos. Por eso es común que cuando una pareja consulta por alguna disfunción sexual, parte de la terapia –su parte educativa- consista en hacerlos tomar conciencia de que para mantener el deseo y la satisfacción a nivel erótico, hay que destinarle un tiempo generoso a los mal llamados “juegos previos”. Que es muy beneficioso no apurarse en conseguir la meta del orgasmo y darle un espacio a las caricias, los besos, los masajes, etc. Tanto gravita este tema en la sabiduría erótica que existe toda una filosofía de vida muy antigua basada en él: el tantra yoga.

Sin embargo, curiosamente y en paralelo a esta corriente “slow” en materia de sexo, existe otra que recomienda dejar de lado, al menos cada tanto, el ceremonial de las sesiones prolongadas. Y ceder al placer de un encuentro breve y espontáneo, cargado de adrenalina. Ni más ni menos que lo que el saber popular conoce como “rapidito”.

Se trata, sin duda, de una opción posible y válida, refrendada por la realidad. Pero tiene un requisito: para que esta improvisada relación sexual sea exitosa es necesario que las dos personas se sientan verdaderamente excitadas. Esto garantiza una igualdad de condiciones para que ninguno necesite la previa o termine insatisfecho.

Los defensores de los rapiditos postulan que son ideales para cuando los amantes están a medio vestir (preparándose para una salida, por ejemplo). También para los que trabajan en exceso y necesitan liberar tensiones, pero están demasiado agotados para los preliminares, y no quieren dejar que los motores se enfríen por esperar el momento ideal. O cuando, estando fuera de su casa, coinciden en sentir de repente un fuerte deseo, y no les es posible, por algún motivo, “desaparecer” demasiado tiempo del lugar en que se encuentran.

En el caso de las parejas heterosexuales, es común que los hombres siempre estén dispuestos al sexo rápido, no así las mujeres. De manera que, si ellas lo proponen, ellos estarán encantados.

Pero por supuesto que esta práctica es estimulante y divertida sólo si ocurre ocasionalmente. Si se convierte en la norma, es seguro que habrá quejas y descontento.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.