Sexo y personalidad

24 Ene 2015
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Sexo y personalidad

La actitud extrovertida o introvertida conforma uno de los aspectos más invocados al describir una personalidad. A estos rasgos -difundidos por el psicólogo suizo Carl Gustav Jung en el marco de sus postulaciones teóricas acerca de los “tipos psicológicos”- podemos identificarlos, y con bastante facilidad, en nosotros mismos y en las personas que conocemos más o menos bien.

Pero, ¿cómo describiríamos tales estilos y a quienes los encarnan? En principio -y con la precariedad que caracteriza a toda generalización- podemos decir que a los extrovertidos les gusta actuar en un círculo social amplio y disfrutan especialmente de la variedad. Por eso tienden a conversar sobre diferentes temas (también como un modo de descubrir lo que realmente piensan) y no es raro que cambien de opinión luego de una conversación. Son propensos a actuar antes de pensar y suelen hablar más de lo que escuchan. No les disgusta para nada ser el “centro” en una reunión y tienen facilidad para expresar sus emociones. Y, aún a sabiendas de que el ser humano es ante todo un misterio, podemos decir que en los extrovertidos, lo que vemos es por lo general lo que es. Aunque también con matices, sin postular reglas, especialmente si consideramos que a veces pueden ser un poco “fanfarrones” al contar sus conquistas y proezas sexuales en rueda de amigos (o amigas), acaso como una técnica –a menudo inconciente- para mantener la atención sobre ellos y sus hazañas.

Los introvertidos, en cambio, disfrutan de la soledad y de las rutinas. Son afectos a pensar antes de actuar y a escuchar más de lo que hablan. Tienen pocos amigos íntimos y procesan los datos de la realidad externa y sus propios sentimientos en privado. Es improbable que ofrezcan información sobre sí mismos de manera voluntaria: se les debe preguntar y hasta “sacarle con tirabuzón” las cosas. Quienes los rodean –aun los más cercanos- intuyen que lo que muestran estas personas no necesariamente refleja todo lo que les pasa por dentro. Hábiles guardadores de secretos, no necesitan contar sus intimidades sexuales: son demasiado celosos de estos asuntos como para exponerlos. Rasgo que podría complicarlos llegado el caso de tener que recurrir a la ayuda profesional frente a alguna dificultad de orden sexual.

Algunas hipótesis

Aunque han sido cuestionados, algunos estudios sugieren que en los individuos extrovertidos se daría una mayor búsqueda de estimulación sexual, explicable dada su debilidad por las nuevas experiencias. Por eso se ha sugerido respecto de ellos una mayor propensión a la promiscuidad, así como un menor grado de ansiedad y de puritanismo en comparación con los introvertidos. Estos últimos, según esa escuela de investigadores, sienten una mayor excitación sexual, pero también más inhibición de conducta y más hostilidad en sus intercambios sexuales (tal vez por su proclividad a los sentimientos de culpa en relación al sexo).

Si bien la mayoría de nosotros entra en una de estas dos categorías, tendemos, algunas veces, a mostrar rasgos del estilo opuesto. Y es bueno que así ocurra: estar siempre ubicados en un extremo conduce a dificultades en los vínculos, sobre todo en los de pareja.

Contrariamente a la creencia de que “los opuestos se atraen”, los expertos afirman que es más común que tendamos a formar pareja con quien tiene una personalidad parecida a la nuestra. Incluso, se piensa que estas afinidades constituyen un buen pronóstico respecto de la estabilidad del vínculo y de los niveles de satisfacción en las personas. Sin embargo, nuestra primera preferencia puede ser por alguien cuya personalidad vemos como diferente y, por lo tanto, nos resulta más deseable. Por ejemplo, con frecuencia los introvertidos se sienten más atraídos por los extrovertidos que por sus “iguales”. Pero no siempre son capaces de lidiar con ellos a la larga; otros extrovertidos los suelen manejar mejor.

Como se estima que la mayor parte de la población –al menos de la población occidental- pertenece al grupo de los extrovertidos, éstos suelen considerarse a sí mismos como superiores a los introvertidos (es decir, supuestamente más “normales”). Es probable que esto también se inscriba en el prejuicio cultural que asocia el éxito en el mercado romántico con aquello que brilla exteriormente y con la sociabilidad.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.