Las fantasías en el sexo

18 Oct 2014
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FOTO TOMADA DE GENTETODAY.COM

Las fantasías tienen una función clave en la vida sexual de las personas. Y en la vida toda. De hecho, la posibilidad de ir más allá, de correr los límites de la realidad, funciona, en muchos casos, como un  motor para nuestra conducta, como un impulso para trazarnos metas y perseguir sueños. Pero esto cobra  mayor importancia en relación a lo sexual y, de diferente manera, a lo largo de todas las etapas vitales.
 
En la infancia, el descubrimiento del sexo -que casi nunca se produce de manera clara y explícita- está por lo general asociado a una serie de especulaciones y fantasías mediante las cuales los chicos intentan lidiar con su desconocimiento sobre un universo misterioso que los atrae y les da curiosidad. Los púberes y adolescentes, en medio de una verdadera revolución hormonal y psicológica, experimentan fantasías románticas y eróticas que los conectan con sensaciones físicas nuevas y placenteras. Los adultos -tanto los que están en pareja, como los que están solos- suelen fantasear con posibilidades imaginarias y, por lo general, transgresoras. De ahí que algunas personas se preocupan o sienten culpa por el contenido de sus fantasías. Por eso no solemos compartirlas tan fácilmente con otros. Estos “delirios” pueden generarse en forma independiente de nuestra voluntad. O ser producidos deliberadamente, como una manera de recibir estimulación sexual.
 
¿Para qué?

Muchas personas que no tienen relaciones sexuales -cualquiera sea el motivo- pueden mantener su sexualidad de algún modo activa a través de la fantasía. Así no permiten que se enfríen los motores y sobrevenga la anorexia sexual, tan común en los tiempos que corren. Y, para los que están en pareja, hacer volar la imaginación sirve como un poderoso estímulo para el erotismo, además de ser una manera inocua de gozar -sin riesgos- de situaciones y personas deseables pero que son inaccesibles, ya sea por imposibles o por prohibidas. En este sentido, la función de estos deseos se cumple sólo con el hecho de imaginarlos: esto ya constituye un ingrediente altamente positivo para la vida sexual. De hecho, cuando se instala la rutina en una pareja, uno de los métodos más eficaces para recuperar el deseo es introducir estímulos y novedades que apunten a activar otra vez las fantasías. El acostumbramiento al cuerpo del otro y la repetición automática de rituales que se conocen de memoria son los responsables de la anestesia en que caen muchas parejas estables.
 
Fantasías negativas

No todas las fantasías son positivas para quien las alberga. Las personas inseguras y con baja autoestima tienen muchas dificultades para siquiera representar mentalmente la posibilidad de que alguien los encuentre atractivos y los busque con fines sexuales. En otros casos, lo disfuncional está dado por la presencia de contenidos cargados de imágenes de fracaso, ridículo o incapacidad. 
 
También es cierto que hasta para “soñar” a nivel erótico es necesario disponer de cierto “espacio mental” libre de preocupaciones y ansiedades. El estrés laboral, los problemas económicos, familiares, etc., acarrean en las personas serias dificultades para conectarse consigo mismas. Por último, la represión sexual activa sentimientos de culpa, ansiedades y temores en relación a lo erótico. Y se manifiesta, además de en el comportamiento, en la incapacidad para explorar y aceptar nuestras fantasías.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.