Noche de bodas

04 Oct 2014
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En los tiempos que corren la mayoría de las parejas ya ha tenido relaciones sexuales antes de casarse (incluso muchas deciden formalizar luego de haber pasado por una convivencia). Sin embargo, aún podemos reconocer, en la presencia de ciertas prácticas, resabios de la paradigmática “noche de bodas”. Es decir, de ese ritual de iniciación, presente en todas las culturas, a lo largo de la historia y bajo diferentes manifestaciones. Un lindo hotel (en la mejor habitación de ser posible), copas de champagne, lencería de encaje, camisones costosos, ramos de rosas, sábanas blancas, algunas cábalas y hasta una especie de obligatoriedad de “hacerlo” al llegar, aunque sea extenuados. Es posible que no todos se plieguen a estas modas, pero un número importante lo hace, y no sólo como una forma de consumir un rubro más de los miles que hoy integran una fiesta de casamiento. Sino también como una manera de reflejar –y propiciar y honrar, al menos simbólicamente- esa suerte de arquetipo que aún nos habita, por mucho que nos hayamos “aggiornado”.

Costumbres medievales

A diferencia de lo que ocurre en los casamientos actuales, en la Edad Media solían invitarse a familiares y parientes a la noche de bodas. Los invitados acompañaban a los novios a la cámara nupcial, con el fin de asegurarse de que las cosas se hicieran como debían. Más de una vez asistía también un sacerdote para bendecir el lecho. Y hasta dicen que algún participante se ofrecía para desvestir a la flamante pareja. Estos curiosos rituales fueron desapareciendo, pero es probable que la “pasada de ligas” -que aún hoy hacen algunas novias- sea su reminiscencia. Tampoco era extraño que la comitiva hiciera una visita a la mañana siguiente, a fin de comprobar que los recién casados permanecían juntos en la misma cama o que las sábanas estaban manchadas con la sangre del desfloramiento. Se cree que la costumbre de celebrar una luna de miel se originó con el objetivo de evitar estas incómodas intromisiones.

¿La primera vez?

Aunque muchas tradiciones culturales y religiosas postulan la conveniencia de que las personas –sobre todo, las mujeres- tengan su debut sexual la noche del casamiento, algunas condiciones parecen desaconsejarlo: la tensión y el cansancio acumulados por los preparativos de la fiesta y por todo lo que implica el cambio vital que la pareja está por emprender, la ansiedad asociada a la expectativa y a la falta de espontaneidad de que esa noche hay que llevar a cabo -y con éxito- el acto sexual (sin haber tenido práctica previa), los frecuentes mitos y fantasías erróneas que genera siempre lo desconocido, sumado al contexto frío y poco familiar de la habitación de un hotel… son factores todos para considerar que no es precisamente el mejor momento para iniciarse.

Consejos del Kama Sutra

Vatsyayana, en su célebre tratado sobre las artes amatorias, ofrece algunos consejos para los recién casados: “Durante los tres primeros días que seguirán al casamiento, el hombre y la mujer dormirán en el suelo, se abstendrán de placeres sexuales y tomarán su alimento sazonándolo con álcali o sal”. Y agrega: “Los siete días siguientes se bañarán al son de alegres instrumentos musicales, se adornarán y comerán juntos, y harán cumplimentos a sus familiares y a las personas que hayan podido asistir a sus bodas”. Sin embargo, “en la tarde del décimo día el hombre comenzará a hablar dulcemente a su joven esposa, completamente solos, para infundirle confianza”. El sabio hindú también hace una advertencia: “Pretenden algunos autores que para ganarla enteramente no le debe hablar durante tres días; mas si un hombre permanece mudo durante tres días es de temer que la joven se disguste de verle inerte como un poste, y, desencantada, le llegue a despreciar como a un eunuco”.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.