Un santiagueño que vino a nacer a Tucumán

Un santiagueño que vino a nacer a Tucumán

Hace un siglo, nació Octavio Corvalán, destacado hombre de letras, músico, cantor, compositor. Se graduó y enseñó en la UNT. Se doctoró en la Universidad de Yale. El “boom” latinoamericano.

UNA FIGURA RECORDADA. Octavio Corbalán desarrolló una destacada carrera en el mundo de la academia, la música popular y las letras. UNA FIGURA RECORDADA. Octavio Corbalán desarrolló una destacada carrera en el mundo de la academia, la música popular y las letras.

1923, marzo 2. Una vidala se cuela tal vez en el viento santiagueño ese viernes en Los Núñez. El caserío que amasa un polvaredal y un insomnio de quebracho a seis leguas del noroeste de la capital, se alborota con el llanto travieso de unos anteojos changuitos. “Lánguido canto de soledad, sombra de luna y azahar, soplo del aire, pena de amar, venda que ciega mi claridad… sueño de selva, del seco arenal, fuente de canto y de mi llorar, rastro de nube y eternidad…”, silba la siesta.

Es el mayor de cuatro hermanos. La precocidad lo convierte en un adelantado en la escuela Centenario. El canto y la guitarra anidan en su corazón. Fiestas escolares, reuniones, programas de radio conocen sus habilidades. El Colegio Nacional capitalino le despierta varias inquietudes. 1938, diciembre. ¿Arquitecto, médico, abogado? ¿Qué le deparará el destino?

El ómnibus que lo trae a Tucumán con su padre, se detiene. Inesperadamente, Filosofía y Letras le hace una zancadilla y rueda por las ramas de una metáfora. Enrique Anderson Imbert, Marcos Morínigo, Eugenio Pucciarelli, Lorenzo Luzuriaga, Silvio y Risieri Frondizi despiertan la chispa de sus virtudes. “Lo culto y lo popular resultan para mí la misma cosa, sobre todo después de una larga conversación con Anderson Imbert. Era su alumno y le comenté que me interesaban la literatura, el teatro, el canto. ‘No sé qué opción tomar’, dije. Y él respondió: ‘no opte, siga con todas sus inquietudes’. Seguí el consejo, y siempre me sentí bien enseñando literatura y cantando. Claro que la Facultad hace sus diferencias: allí dentro no es lo mismo Homero que Homero Manzi”, dice.

La música lo abraza. “Mi vínculo con la música empieza con don Manuel Gómez Carrillo y con Adolfo Ábalos. Los Ábalos empezaron haciendo jazz vocal, no folclore. Y a mí me entusiasmó ese estilo de cantar, de hacer cosas armonizadas para varias voces. Roberto y Adolfo vinieron a Tucumán a estudiar farmacia y empezaron a hacer folclore”, dice.

Fernando Portal y Rolando Valladares lo acoplan al trío Ollantay en el 44. Intentan suerte en Buenos Aires, patrocinados “un poco por Ariel Ramírez que nos ubicó en Radio Belgrano. Caímos muy bien y nos elogiaron las revistas Antena, Radiolandia. Comenzamos a cantar vidalas con armonizaciones de jazz y eso impactó en Buenos Aires; les pareció muy novedoso. En el 45, me vine y el trío se desarmó”, señala. En el 44, firma un contrato con el sello Odeón y graba su “Chacarera del silbador”, con letra de su autoría y una música de Héctor Trejo.

1952. Obtiene la beca Fullbright. En Washington se especializa en literatura hispanoamericana. La Universidad de Yale lo hace doctor por una tesis sobre “La madurez de Leopoldo Lugones”. En Nueva York, el sello Folkways le graba un disco de larga duración con piezas de nuestro folclore. Durante 10 años, es profesor de Literatura Hispanoamericana en la Rutgers University (Nueva Jersey); Queens University (Canadá), Indiana State University y Wesleyan University, Connecticut, entre otras. “Yo enseñaba en Estados Unidos en la época más interesante del ‘boom’, y me dedicaba a Alejo Carpentier y otros autores. Pero cuando regresé a Tucumán en 1970, para retomar la cátedra de Literatura Hispanoamericana, observé que en la Facultad no existía Gabriel García Márquez. Yo estaba en ese momento en la Escuela de Graduados de la Universidad de Indiana, dando un seminario sobre García Márquez, Carpentier, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. El mundo académico va por detrás del mundo cultural. Uno lee y se entusiasma con Alejandra Pizarnik, por ejemplo, y en la Facultad todavía están con Amado Nervo, Incluso algunos amigos míos afirmaban que el ‘boom’ moría mañana, así que debíamos afirmarnos en los valores imperecederos, consagrados por la crítica y por la historia”, explica.

PORTADA. Corvalán grabó un disco larga duración de folclore en Nueva York. PORTADA. Corvalán grabó un disco larga duración de folclore en Nueva York.

Un hecho lo marca. “Todo cambió para mí cuando hacía el doctorado en Yale. Murió el Che Guevara y comprendí muchas cosas sobre América Latina: me sentí como si hubiera estado ausente de mi tierra. Por eso, cuando regresé a Tucumán en 1970, ya estaba en condiciones de decirles a mis alumnos qué veía detrás de lo estético”, evoca.

Sus publicaciones comienzan a salir del horno a mediados de los 50 y no se detienen: “Cuentos del NOA”, traducciones e importantes trabajos de crítica literaria, entre ellos: Utopía y realidad en el erasmismo español; Doce poetas rusos; El postmodernismo, Las Américas, NY 1961; Modernismo y Vanguardia, English Alive (texto de inglés en colaboración con Daniel Quilter); Días ejemplares (traducción de Walt Whitman); La obra poética de Bernardo Canal Feijóo; Hacia las fuentes de García Márquez; Bernardo Canal Feijóo (o la Pasión Mediterránea); “La letra en el espejo”.

A pesar de su prestigiosa trayectoria, peregrina un par de años por intrascendentes cargos públicos hasta que regresa mediante concurso a la UNT. Cuatro años después, la dictadura lo despoja de su cátedra. Se refugia en la Universidad de Salta, y en 1985 es reincorporado a la UNT.

“El folclore natural sigue su propia evolución. El músico culto se aprovecha de los cursos que toma y le da una dirección, pero como decía Canal Feijóo, no hay que afligirse, hay que esperar que el pueblo mismo dicte las direcciones, y las toma antes de que el músico culto aprenda a descifrar el lengua de la música popular. La fusión o el folclore mezclado con el rock, son ademanes que va buscando el músico ciudadano; algunos fallan y otros la aciertan, así que en este momento no se puede predecir adónde va nuestra música”, explica.

Esos anteojos laboriosos siguen gestando piezas de teatro, ensayos, cuentos cortos, novelas, trabajos de crítica literaria que aguardan ver la luz. Al pisar los 90, se despide del canto. No se sabe si el 2 era su número preferido, lo cierto es que ese sábado de octubre de 1999, los 76 años de Octavio Corvalán, un santiagueño que vino a nacer a Tucumán y que desde hace unos días andará celebrando un siglo de su nacimiento, se van trepando a la enredadera del silencio, mientras el eco de una guitarra le murmura: “Trenzas negras, boca fresca, tiene mi morena… si una prenda me abandona yo no he de atajarla, no quiero amor por la fuerza sino con el alma…”

PORTADA. Corvalán grabó un disco larga duración de folclore en Nueva York. PORTADA. Corvalán grabó un disco larga duración de folclore en Nueva York.
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