La ceremonia de apertura del Mundial, un viaje que comenzó en un potrero de arena

La ceremonia de apertura del Mundial, un viaje que comenzó en un potrero de arena

Los condimentos que tuvo la fiesta de inauguración.

La ceremonia de apertura del Mundial, un viaje que comenzó en un potrero de arena

La procesión hacia el estadio Al Bayt, donde en un par de horas seremos testigos de la ceremonia de apertura y del puntapié inicial de esta Copa del Mundo 2022, nos invita a un viaje por lo que alguna vez fue desierto y hoy la mano del hombre cambió por obras descomunales. Es, básicamente, el prólogo de lo que veremos posteriormente en un acto sentimental de apenas media hora pero que marca la historia de Qatar y la de los Mundiales.

Para nosotros, el primer tramo nos conduce a la línea dorada del metro. La sede del Museo Nacional es nuestro punto de partida. Dos estaciones delante, combinamos con la roja, un tanto menos glamurosa en comparación a lo que la golden nos tiene acostumbrados, aunque de nivel superlativo. En Qatar, el futuro es el presente.

Msherieb juega las veces de distribuidor de colores. Es el principal nexo entre otras estaciones y desde donde encaminamos nuestro sprint hasta la última, Lusail, La Meca para los argentinos este martes. Allí comenzará la Selección a tejer su sueño de campeonato en el torneo.

Siguiendo la guía de los dedos de cotillón de los voluntarios, cruzamos un puente, bajamos escaleras y caminamos varios metros por cintas eternas hasta toparnos con la puerta de salida, senda exclusiva hasta la improvisada -y perfecta- estación de ómnibus que nos darán el último empujón hasta Al Bayt.

El trayecto hasta los buses tiene su encanto. Caminamos entre lo que alguna vez fue arena y hoy tiene una panorámica de película: mucho asfalto acordonando manzanas en pleno levantamiento de nuevas casas, condominios y departamentos. La obra jamás se detiene en Qatar. El sueño argentino.

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La localidad de Al Khor, distante como nuestro San Miguel de Tucumán de Raco, es el epicentro del fútbol mundial. Allí se construyó el Al Bayt, cuyo diseño estuvo a cargo del arquitecto y urbanista alemán Albert Spencer Jr., y allí dejará de existir Al Bayt tras el Mundial. De apariencia exterior a la viejas carpas que los beduinos levantaban en el desierto, pronto se desmontará y donará la mayor parte de sus butacas y techo corredizo a países emergentes, con fines deportivos.

El aforo de la cancha se reducirá a poco más de 10.000 y en sus laterales se mantendrá el hotel 5 estrellas preexistente y se sumarán un centro médico, un shopping, además de sacarle jugo al parquizado ya existente, con juegos de agua inclusive.

Al Bayt es el punto neurálgico para una nueva avanzada poblacional. No vale comparar, pero hablamos de un Lomas de Tafí qatarí. Shhh.

Sirve este extenso prólogo para meternos en la historia misma de este país de mayoría musulmana. Justamente, la apertura de la ceremonia nos regala un video con imágenes de Qatar, en una representación de la cultura local en la que, gracias a la tecnología, el césped de la cancha mutó a arena del desierto.

El punto emotivo surgió con el corte de la escena. Allí se vio al cinco veces nominado al Oscar -y ganador de uno- Morgan Freeman junto al influencer Ghanim Maftah, embajador de la Copa del Mundo y cuya vida queda reflejada ante sus más de 3 millones de seguidores en redes sociales con un “nada es imposible”. Ghanim nació sin la parte inferior de su cuerpo  culpa de un trastorno congénito llamado síndrome de regresión caudal, que se produce cuando la columna vertebral no se forma completamente antes del nacimiento.

Las médicos le recomendaron a su madre abortar. La decisión familiar fue, “yo soy una pierna, tu la otra”.

Bullying y más bullying colegial, Gahnim supo sobreponerse a la vida misma que hoy lo erige en empresario, emprendedor y estudiante de ciencias políticas. A los 19 años y sin la mitad de su cuerpo, Ghanim practica y se anima a cuanto deporte se le presenta. “Nada es imposible”.

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Una danza de los viejos ancestros ayuda a centralizar las miradas de las 57.300 almas sentadas en Al Bayt. Ayuda, de hecho, al dj a mezclar canciones de aliento de los 32 países participantes del campeonato, entre ellas el “Vamos, vamos, Argentina…”. Piel de gallina.

Unos cinco minutos antes de las 18, el remember del artista nos hace escuchar “La Copa de la Vida”, de Ricky Martin (Francia 98), “Waka, Waka”, de Shakira (Sudáfrica 2010), y “We are One”, de Pitbull (Brasil 2014), mientras globos de las mascotas de las ediciones anteriores ocupan un lugar preponderante en toma central dirigida a las pantallas gigantes del estadio.

Es el turno de Jung Kook, la estrella del K pop Coreano e integrante de BTS. Es su noche, lo dice en “Dreamers”, la canción que interpreta y que hace de abanderada aquí en el emirato.

Freeman vuelve a tomar contacto con el público y presenta un video alusivo a lo que nosotros creemos que es el pasado. Sí, lo es, pero lo que vemos en realidad es al emir Thamin Bin Hamad, a su padre Hamad Al Thani, y a sus amigos jugando al fútbol en un potrero de arena, no como los nuestros de tierra.

La máxima autoridad firma la camiseta que usó en el video ante la sonrisa de su abdicado padre (en 2013) y, seguro, de sus tres esposas y 13 herederos.

“Hemos trabajado mucho con mucha gente para organizar este Mundial. Y por fin llegó este momento. Miles de personas de todos los países y todas las culturas se han convocado aquí. Les deseo suerte a sus equipos, bienvenidos a la Copa del Mundo Qatar 2022”, saluda a sus devotos súbditos el Emir y al planeta fútbol.

La’eeb, la mascota del metaverso virtual de Qatar 2022, encabeza el regreso de sus colegas de mundiales anteriores. La frutilla del postre son los fuegos artificiales, una distracción ideal para que aparezca con factor sorpresa levitando el logo del Mundial de Qatar, el famoso “8” que representa la unión del mundo en un evento deportivo y la cultura árabe. Las curvas de su diseño aluden a las dunas del desierto y a los 8 estadios qataríes.

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Lo ideal hubiera sido tener cuatro ojos o más. La física no colaboró para que nuestros movimientos visuales fueran más veloces, aunque sí parece haber sido generosa con el presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, un hombre de protocolo si los hay. Saludó en árabe, en inglés, en español y liberó la pelota para que el Mundial se encamine al prode de los deseos de campeón.

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