Sexualmente hablando: patrones de la conducta sexual

Sexualmente hablando: patrones de la conducta sexual

En el año 1951 el antropólogo Clellan S. Ford y el etólogo Frank A. Beach -ambos investigadores de la Universidad de Yale- publicaron Patterns of Sexual Behavior, con título en español “Conducta sexual (de los animales inferiores al hombre)”. Hoy considerado un clásico, proporcionó la base para los trabajos posteriores de Masters y Johnson.

La obra integraba información sobre el comportamiento sexual humano de 191 culturas diferentes pertenecientes a Oceanía, Europa, Asia, África, América del Norte y América del Sur. Se incluían también comparaciones detalladas entre especies animales, con particular énfasis en los primates. ¿Los temas abordados? Posiciones sexuales, duración de las relaciones sexuales, lugares elegidos para tener sexo, experiencias de orgasmos, tipos de juegos previos, comportamientos de cortejo, frecuencia sexual y métodos para atraer a una pareja, entre otros. Abordaron la homosexualidad tanto en humanos como en animales, citando evidencia de que este comportamiento era aceptado en 49 de las 76 culturas de las que se disponía de datos relevantes, y concluyendo que existía una “capacidad básica de los mamíferos” al respecto.

Ford y Beach hicieron un gran aporte al documentar estadísticamente las prácticas y actitudes sexuales de una muestra tan significativa, y también al contribuir a ampliar la mirada respecto de la masturbación y la homosexualidad, sugiriendo la existencia de “una tendencia biológica inherente hacia tales actividades”.

Sexy Polinesia

Una de las áreas más sexys del mundo resultó ser la Polinesia francesa. Los científicos informaron que entre las tribus Pukapukans y Marquesans, las conversaciones sobre sexo con los chicos eran tan abiertas y francas que todos los niños conocían el orgasmo y el rol del pene (ure) y del clítoris (tira) en el intercambio sexual. Por otra parte, el retraso de la eyaculación era una capacidad muy valorada, ya que facilitaba el orgasmo de la mujer. Los marquesans tenían una particular inclinación por el sexo oral (tanto por el cunnilingus como por la felatio), mientras que los pukapukans se caracterizaban por no marcar ninguna diferencia entre tener sexo de día o de noche: ambos eran igualmente populares.

Algunos años después de la investigación de Ford y Beach, Robert I. Levy, antropólogo norteamericano, descubrió que el sexo en la zona de Pirae, en Tahití, se centraba ni más ni menos que en el orgasmo femenino. Allí las mujeres alardeaban sobre lo que consideraban una habilidad única para contraer y relajar los músculos vaginales durante el coito (destreza conocida en Hawaii con el nombre de amo’amo). También la llamaban el “wink-wink” de la vulva, que provocaba “el goce de los muslos”.

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