Monseñor Zecca, un arzobispo académico que dejó huella

Monseñor Zecca, un arzobispo académico que dejó huella

El sacerdote, que presidió la arquidiócesis de Tucumán durante seis años, falleció ayer por dificultades cardíacas. Recuerdos.

OTROS TIEMPOS. En la foto, Zecca antes de dimitir como arzobispo. la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio OTROS TIEMPOS. En la foto, Zecca antes de dimitir como arzobispo. la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio

“He procurado siempre ser, entre ustedes, lo que se me pide: un buen pastor. Ciertamente con los límites, errores y pecados, fruto de la fragilidad humana”, fueron las palabras con las que monseñor Alfredo Horacio Zecca reflexionó sobre su mandato al presentar su renuncia al arzobispado de Tucumán en 2017. Su salud ya era débil y quería -según expresó- que el pueblo tuviese un nuevo representante, y así fue. Falleció ayer como fruto de varias complicaciones cardiovasculares, y los que lo conocieron lo recuerdan así, como él hubiera querido: como un académico que dejó huella.

Llegó a Tucumán luego de una basta vida sacerdotal dedicada a la educación, y en sus años aquí -destacaron quienes compartieron con él- realizó una gran acción apostólica. Sus experiencias en la provincia calaron hondo en él. “No sólo voy a extrañar Tucumán cuando no esté; voy a pedir que me entierren aquí”, dijo en Zecca en su última entrevista con LA GACETA. Y así será: según adelantó a LG Play monseñor Carlos Sánchez, arzobispo de Tucumán, el objetivo es cumplir su deseo y que su morada final sea la Catedral; la última diócesis que presidió.

Rasgos destacables

En nuestra provincia, Zecca tuvo grandes dificultades y grandes alegrías. Es que -en sus palabras- esta es una arquidiócesis compleja. Su mandato fue de 2011 a 2017 y le tocó comandar uno de los acontecimientos más importantes para la fe católica de la provincia: el Congreso Eucarístico Nacional (CEN) en 2016, coincidente con el Bicentenario de la Declaración de la Independencia. Pero también le tocaron hechos desafortunados que lo conmocionaron, como el caso del sacerdote Juan Viroche.

“Fue un hombre académico, de reflexión y de enseñanza. Eso es lo que nos ha dejado -dijo Sanchez-; ha tenido un sello muy particular para nosotros. Vino de ser rector de la Universidad Católica Argentina (UCA) a arzobispo. Su vida ministerial la pasó más en la fase académica, y nos ha dejado esa impronta en Tucumán los años que estuvo”.

En coincidió también José “Pepe” Abuin, vicario general del Arzobispado de Tucumán. “Estuvo muy poco tiempo en parroquias como pastor -resumió a LA GACETA-; era especialista en lo académico, entonces su perfil fue muy catedrático. Deja un estilo de pastoreo muy distinto a los demás”.

“Fue un pastoreo recto, de pocas palabras y de grandes acciones. Cuando decía ‘sí’, era ‘sí, y cuando decía ‘no’, era ‘no’”, aseguró el padre Rafael Navarro, a cargo de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, de Tafí del Valle. “Él fue quien me mandó por primera vez de párroco a Burruyacú -recordó-. Tuvimos una relación muy cercana y de mucho afecto. ¡Hasta me pidió que convenciera a todos los obispos del NOA de traer las imágenes de sus parroquias para el CEN! Y lo logramos...”, recuerda. El CEN es una de las cuestiones que nombran repiten sus allegados. Es que aquel acontecimiento significó un subidón de fe para Tucumán y para el norte.

Para todos un lugar

La salud del arzobispo estaba endeble desde hacía algunos meses, pero hace poco más de 15 días se lo internó en el Sanatorio Otamendi (en Buenos Aires) por un cuadro de insuficiencia cardíaca. Aunque tuvo una leve mejoría, falleció ayer. Su vida terrenal terminó; pero su recuerdo quedará vivo en todos los que lo conocieron.

“Fue un obispo muy cercano a los sacerdotes jóvenes; un hombre frontal y transparente. En su tiempo yo era el responsable de la Pastoral de Juventud y el nos apoyaba muchísimo. Fue un buen obispo y un gran ser humano”, indicó el sacerdote Sebastián Sardo, de Lomas de Tafí.

Al hablar de Zecca, inmediatamente todos rememoran anécdotas de enseñanzas y también momentos divertidos vividos. Nahuel Coria, sacerdote vicario de la parroquia de Famaillá recordó que él era aún seminarista cuando Zecca asumió el arzobispado. “Lo que me sorprendió cuando lo conocí fue su postura; era una persona seria, muy educada y ubicada -relató-; hasta antes de enfermarse nos sentabamos a charlar, a él le gustaba hablar mucho... le encantaba ir a bares; tenía la vida de un porteño. Y eso lo hacía tan particular; tenía una forma de ser diferente al pastor del norte, que siempre está en la parroquia”.

Pero eso no es todo. El padre también destacó algo más: “siempre fue muy cuidadoso en esto de ser un pastor como Dios lo quiere, reconociendo sus limitaciones pero aspirando a más -aseguró-; trataba de ser cada día un mejor padre, un mejor obispo. Y con algo que hay que remarcar: tenía una gran disposición a la escucha”.

Una vida bien vivida

Zecca nació el 27 de septiembre de 1949. En 1976 fue ordenado sacerdote, luego de haber tenido docentes como Luis Héctor Villalba (que fue luego arzobispo). Estudió Filosofía en la UCA y más tarde Teología.

En 1980 tuvo su primer destino sacerdotal, en la parroquia de la Asunción de la Santísima Virgen de Mar del Plata. Luego viajó a Alemania; estudió en la Universidad de Tübingen y se graduó de doctor en Teología en 1988.

Más tarde fue profesor ordinario de la Facultad de Teología, luego decano y de 1991 a 1999 fue rector del Seminario Metropolitano. Pero eso no es todo: también fue párroco de la Inmaculada Concepción, de Villa Devoto (1992-1999), fue miembro del Consejo Presbiteral (1991-1999), fue miembro del Colegio de Consultores (1994-1999) y fue encargado del Curso Preparatorio del Clero Joven (1991-1999).

De 1999 a 2009 asumió como Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) y se desempeñó en otros cargos en simultaneo. Desde 2004 era Consultor de la Congregación para la Educación Católica en la Santa Sede.

Su último gran labor lo realizó en nuestra provincia, como arzobispo, hasta 2017. Luego retornó a su Buenos Aires natal.

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