Francia 1938: frentes de tormenta

Francia 1938: frentes de tormenta

La tercera edición de la Copa del Mundo se disputó en un clima de tensión debido a la gran guerra que se avecinaba en Europa.

PIONEROS. Italia fue el primer equipo clasificado por ser campeón, y también el primer bicampeón de la historia. PIONEROS. Italia fue el primer equipo clasificado por ser campeón, y también el primer bicampeón de la historia.

Si el Mundial de 1934 se había jugado bajo bruma espesa del fascismo italiano, el que se celebró cuatro años más tarde en Francia estuvo dominado por las tensiones políticas que un año más tarde desencadenarían la Segunda Guerra Mundial. Europa era una olla a presión entre la política expansionista alemana y la guerra civil española, y desde Asia llegaban noticias de la guerra entre China y Japón. Así y todo, la FIFA decidió romper la supuesta alternancia al resolver que el tercer Mundial se jugara nuevamente en suelo europeo. La elección cayó muy mal en Argentina, que se había postulado como sede y había recibido el guiño por parte del presidente de la FIFA Jules Rimet durante una visita a Buenos Aires. La AFA contrapropuso clasificarse sin tener que jugar la eliminatoria, pero la solicitud fue rechazada. Ante esto, los clubes se negaron a ceder a sus figuras, por lo que Argentina desistió de competir e instó a los demás países americanos a boicotear el Mundial francés. Lo hicieron todos salvo dos: Brasil (interesado en ser sede del siguiente Mundial, que recién se jugaría en 1950, después de la guerra) y Cuba, rival de Argentina en la eliminatoria. Sería la primera de las tres ausencias mundialistas de la Selección hasta ahora.

Tan agitado estaba el avispero en esa antesala del mayor conflicto bélico de la historia que Austria era uno de los clasificados, pero no pudo participar debido a fue anexada a Alemania por Adolf Hitler. En realidad, ambos países compitieron unificados, ya que el seleccionado alemán sumó a sus filas a las principales estrellas del austríaco, a excepción de la principal: Matthias Sindelar, el “Mozart del fútbol”, quien había sido gran figura del Mundial anterior. De origen judío, Sindelar se negó a jugar para los nazis.

El clima hostil se trasladó a las tribunas. Cada presentación de Italia y Alemania fue acompañado de estruendosos silbidos en repudio a sus sangrientas dictaduras. A Alemania mucho no le sirvió el refuerzo austríaco, ya que fue eliminado en primera ronda (el formato era similar al del Mundial anterior, con llaves eliminatorias desde octavos de final). Italia, en cambio, fue abriéndose paso a la defensa del título gracias al calibre de jugadores con los que contaba y a las innovadoras tácticas de su DT, Vittorio Pozzo. Y, cabe decirlo, también gracias a la sombra de Benito Mussolini, quien se encargó de proveer un avión privado para el traslado de la Nazionale, a fin de que estuvieran más descansados antes de cada partido, y de “motivarlos” con un escueto pero contundente telegrama enviado a la concentración previa a la final en París: “Vencer o morir”.

A pesar de la presión, Italia se apoyó en su solidez defensiva y logró convertirse en el primer bicampeón de la historia al derrotar 4-2 a la poderosa Hungría, que contaba con una gran ofensiva comandada por Gyorgy Sarosi. Brasil completó el podio al vencer por el mismo resultado a Suecia.

El resultado fue decepcionante para los brasileños, que habían llegado a Francia convencidos de que ganarían la Copa. Eso solo logró reforzar su intención de organizar el siguiente Mundial. No sabían entonces que deberían esperar 12 años hasta ver concretado su anhelo, y que todo terminaría en un fracaso histórico...

Leónidas, el goleador del pie descalzo

En cada Mundial hay un partido que se destaca sobre el resto, y si en Italia 1934 ese había sido la cruenta batalla de 180 minutos entre los locales y España, en Francia 1938 fue el espectacular 6-5 de Brasil sobre Polonia. Ernest Wilimowski, delantero del equipo polaco, se opuso a una extracción de muelas el día anterior para poder jugar, y se despachó con cuatro goles. Sin embargo, la furia del goleador polaco terminaría siendo insuficiente, en gran parte por culpa de Leónidas da Silva, la estrella principal de Brasil, quien anotó tres. Uno de ellos tuvo la particularidad de que Leónidas lo convirtió con el pie descalzo, ya que en la jugada previa había perdido el botín en el barrial que era el campo de juego. Por reglamento, el tanto debió haber sido invalidad, pero el árbitro no llegó a ver que Leónidas había perdido el calzado por la cantidad de barro que tenían sus medias.

Leónidas, considerado por muchos como el primer gran ídolo de Brasil, era el ancho de espadas de un seleccionado que había ido a ganar la Copa. Sin embargo, el entrenador Ademar Pimenta decidió no incluirlo en la semifinal contra Italia, porque consideraba que el delantero había terminado demasiado cansado tras el partido desempate con Checoslovaquia, y prefería reservarlo para la final. Sucede que en la delegación brasileña estaban convencidos de que Italia no tenía oportunidad contra ellos, al punto de haber reservado pasajes de vuelo a París (donde se jugaría la final) para después del partido con los tanos. Sin su principal figura, Brasil fue derrotado 2-1 y relegado a jugar por el tercer puesto. Cuenta la leyenda que Vittorio Pozzo, DT de Italia, se acercó después del partido al palco donde estaban los dirigentes brasileños y les dijo que no cancelaran el vuelo a París, así no se perdían la final que Italia jugaría con Hungría. Casi llegan a las manos.

Como premio consuelo, Leónidas terminó como goleador del torneo, con siete tantos.

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