Los sentimientos zigzaguean contradicciones en el camino. No entiende del todo su apego a esta tierra. Solo sabe que la mirada de Alejandra, que guía su corazón desde hace 24 años, floreció en una hija. A este Jardín que le trae rumores de su Kiev natal, llegó hace 29 años, como primera figura del Ballet Nacional de Ucrania, y se quedó por pedido de Ramón Palito Ortega, entonces gobernador. Las idas y vueltas lo trajeron nuevamente a Tucumán en 2020 por un triste acontecimiento y la pandemia no lo soltó. Sobrevivió fabricando muebles y dando clases particulares. Angustiado por la guerra, está intentando traer a su madre y otros familiares a la Argentina, por ahora, sin éxito. “No puedo creer aún que Rusia haya atacado a Ucrania porque es como decir que Argentina ataca a Uruguay, es la misma gente. Kiev cumplió 1.530 años. No hay ni un ruso que no tenga un familiar ucraniano y viceversa. Tengo en Kiev a mi mamá y a mis hermanas -mi papá falleció cuando yo estaba acá- y la están pasando terrible. Cuando empezó la guerra, le pedí audiencia al gobernador (Osvaldo Jaldo) porque mi familia quería venir. Si bien acá tenemos una casa, no puedo mantener económicamente a mi familia. El gobernador no me recibió ni me contestó, no pasó nada”, se lamenta Andrey Kozlov, maestro de la danza, que dicta capacitaciones artísticas contratado por el Ministerio de Educación de la Provincia y trabaja con adultos mayores enseñando gimnasia y danza.
- ¿Cómo desembarcaste en Tucumán?
- Un empresario artístico colombiano que había ido a Ucrania, organizó una gira por toda América Latina y empezamos por Nicaragua, Colombia y Ecuador con el Ballet Nacional de Ucrania. Llegamos a la Argentina en 1993, y a Tucumán para la fiesta del 25 de Mayo. Dimos un espectáculo y estaba toda la plana mayor de la gobernación en el teatro. Después de la función se acercó a saludar Palito Ortega, y mandó a Lucho Marchetti para que hablara con nosotros, con tres chicos. Luis nos dice que al gobernador le había gustado muchísimo lo que habíamos hecho y nos ofreció de parte de él reforzar el Ballet Estable de la Provincia, porque necesitaban varones. Era un ofrecimiento por uno o dos años; a mí me gustaba el tango y el teatro que era bastante lindo. Cuando termino la gira en Chile, volvemos a Ucrania. Pido permiso a la ópera de Kiev -ellos te dan permiso por un año oficialmente- y llego a Tucumán en 1994: empiezo a bailar, pasó un año y después todo cambió.
- ¿Te habían hecho un contrato?
- Celia Terán me ofrece un contrato permanente para que yo sea el director del Ballet Estable. Acepto; en esa condición podía, porque para seguir como bailarín necesitaba volver a Ucrania. Cuando me da esa estabilidad, decido quedarme y llamo a Ucrania y explico la situación. Las autoridades me dicen: “Andrey, por favor, vuelve porque después vas a venir más o menos arrodillado y yo no te podré recibir. Por favor, pensalo”. Yo respondí: “quiero probar porque tengo la oportunidad de ser director, me encanta”. Vuelvo de vacaciones a Ucrania por dos meses y Alejandra me llama y dice: “Andrey, no vuelvas. Porque hay cambios en el gobierno. Celia Terán ya no está, ahora está Salvador Rimaudo”. Lo mismo iba a volver, pero ya no tenía trabajo ni allá ni acá. Celia me había hecho un precontrato, pero Rimaudo lo desconoció pese a que el contrato estaba sellado. No hubo caso. La dirección del teatro me llama y me ofrece contratos por obra, o sea por servicios, entonces me empiezan a contratar por tres meses, por seis meses para salvar el 25 de Mayo y el 9 de Julio, para cubrir estos espectáculos.
- Lo preocupante seguramente era la falta de estabilidad laboral, en cualquier momento podían rescindirte el contrato.
- El problema más serio es que no me pagaban. La primera palabra que aprendí en la Argentina es “mañana”, “venga mañana”. Viene la famosa Violeta Janeiro, de Buenos Aires, hace un espectáculo y justamente ese 9 de Julio viene a la función todo el Gobierno. Antes de salir junto a todo el ballet y les digo a mis compañeros: “Chicos, disculpen, yo quiero plantear que no me pagan desde hace medio año”. Violeta Janeiro me dice: “Andrey, estoy totalmente de acuerdo con vos, hacelo al planteo”. Lo hago media hora antes de empezar. Viene el contador enojado y dice: “¿Necesitás plata?” Yo ya estaba vestido para bailar. Saca $50 y, como si fuera una prostituta, me pone plata: “andá a bailar”. Mirá, esa violencia yo la he sentido siempre acá.
- ¿Te terminaste yendo de Tucumán?
- Violeta Janeiro estuvo trabajando acá; siempre seguía el problema con la paga, nunca he tenido obra social. Ella me dijo: “Veo cómo te tratan aquí, vení conmigo a Buenos Aires”. Pero aquí ya había formado mi familia. Luego me habló de nuevo y me invitó a ir a Bahía Blanca, con muy buen sueldo y departamento, como el contrato que me habían hecho con Palito Ortega, pero que nunca se concretó eso. Al final, me voy a Bahía Blanca, donde trabajé cinco años, fueron de los mejores de mi vida y de la carrera que hice allá, bien pagado, muy buen respeto, estaba espectacular. Alejandra, mi esposa, iba a verme con nuestra hija.
- ¿Y luego de Bahía Blanca te fuiste a otra ciudad?
- Pasó el famoso corralito, y fallece la mamá de Alejandra, entonces decido volver a Tucumán, era 2002. Antes bailo “El lago de los cisnes” en Bahía Blanca. Había cumplido 20 años de danza, 10 en Ucrania y 10 acá; entonces decidí no bailar y dedicarme a enseñar porque tengo título universitario. Acá empezamos a armar con Alejandra un grupo privado, Tiempo de Ballet, y nos invitaban de todos lados. Me ofrecen ir a Misiones que iba a abrir una escuela rusa y buscaban profesores rusos. Estuve dos años trabajando allá, muy lindo, muy bien. Manejamos escuela y ballet. Vuelvo a Tucumán. Me llama la Embajada de Ucrania porque en el Chaco querían formar una escuela y un ballet de danzas ucranianas. Acepto. En 2016, vinimos de gira por Tucumán tres veces para el Bicentenario de la Declaración de la Independencia. Creé la primera escuela de danzas ucranianas de carácter, y me contrata la municipalidad de Resistencia: “Acá tenemos siete colectividades y nos gustaría que todas tuvieran un ballet”, me dicen. Había polacos, judíos, alemanes, españoles, italianos… Entonces un solo ballet abarcaba todo. Viajamos por la Argentina. Estuvimos 10 años viviendo en el Chaco.
- ¿Por qué retornan a Tucumán si les iba tan bien?
- Volvemos a Tucumán en enero del 2020, cuando se enferma el padre de Alejandra; muere el 15 de marzo y el 18, cierran las fronteras por la pandemia de coronavirus y tuvimos que quedarnos acá. La Secretaría de Educación del Chaco nos había regalado una casa, estábamos contentísimos, pero durante la pandemia nos la usurparon, no podíamos sacar una familia con ocho hijos, imposible. Estamos aún en juicio y Educación no puede hacer nada. Perdimos la casa con todo, con muebles… después nos enfermamos con covid. Aparte de la escuela, yo trabajaba en El Chaco en tres escuelas artísticas en tres ciudades y manejaba el ballet. El ministro de Educación de acá me ofreció trabajar en educación artística, en la coordinación y me hicieron un contrato. Durante la pandemia hacía muebles, estudié con un maestro ucraniano por internet. Tampoco pude entrar a la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán por concurso: le dieron el cargo a una persona de la Escuela de Danza de la Provincia. Parece que el haber bailado en distintos escenarios del mundo con el Ballet Nacional de Ucrania, en el mismo Ballet Estable, haberlo dirigido, ser escenógrafo, no sirve acá…
- ¿Te reconforta trabajar con los adultos?
- Trabajo con gente de la tercera edad haciendo gimnasia y danza, de entre 50 y 70 años. Hacemos danzas clásicas, contemporánea, griegas, polcas ucranianas, alemanas y gimnasia para la circulación de las piernas, todo con música... Se divierten mucho y yo también disfruto. Hay médicos, psicólogas, empresarias… En principios las mujeres vienen para aflojar las bisagras (se ríe), gimnasia para el cuello, el codo, la cadera… hago también gimnasia de recuperación para gente que está operada.
- ¿Cómo vivís la guerra, cómo te afecta? ¿Tenés una hija en Ucrania?
- Mi hija Darina, de mi primer matrimonio, emigró de Ucrania a Barcelona. Todos los días estoy en contacto con ella, tiene 34 años y dos hijos; soy abuelo, pero no conozco a mis nietos. Me parece que esta invasión se ha producido porque se quiere volver a la Unión Soviética. Rusia es muy grande, todos los lugares de Siberia son pobres, únicamente ciudades como San Petersburgo o Moscú tienen un nivel europeo muy bueno. Vladimir Putin no manda gente de esas dos ciudades a la guerra, es como una casta. A él le interesan las salidas al mar, quiere aislar totalmente a Ucrania de los mares Negro, Caspio y de Azov. Los ucranianos saben que Estados Unidos también tienen sus intereses.
- ¿Cómo irá a terminar la guerra?
- Creo que va a volver una Ucrania muy distinta, Rusia se va a retirar. Antes de la guerra, había muchos partidos peleados y cuando esta empezó, se produjo una unión; Ucrania va a resistir el embate de los rusos.
- ¿Qué es Tucumán para vos?
– Para mí es todo, me he enamorado de Tucumán, de mi mujer, de la gente: el primer asado, las montañas, es muy parecido a mi ciudad porque Kiev es el jardín de Ucrania. Por eso me duele no ser valorado acá. Hay algo que me atrapa acá, no entiendo por qué.








