Muchos dolores de cabeza pueden prevenirse

Muchos dolores de cabeza pueden prevenirse

 LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

¿Qué estamos haciendo mal? Buena pregunta para que la mesa chica encabezada por Germán Alfaro ensaye alguna clase de autocrítica. Ejercicio que puertas adentro del municipio, al menos por ahora, no se está practicando. A los palos que paralizan la rueda -el estacionamiento (des)medido es el último botón de muestra- conviene adjudicárselos a los de afuera. Manos negras que mueven los hilos desde 25 de Mayo y San Martín en el afán de dinamitar a un intendente que aspira a mucho más el año próximo. Esa batalla, planteada desde hace rato, se dirime en los tres Poderes y -por supuesto- a Alfaro le asiste parte de razón. Los adversarios exteriores no sólo acechan; actúan. La cuestión es no detener el análisis ahí y mirar más hacia adentro. Si fuera por Jaldo/Manzur, en Tucumán se votaría la semana que viene. Y lo que están consiguiendo es mantener al Lord Mayor a la defensiva, dando explicaciones, justamente cuando septiembre ya es una realidad, los lapachos han florecido y el tiempo eleccionario empieza a correr de prisa.

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A muchos funcionarios la operatoria del estacionamiento los tomó por sorpresa. Al menos los detalles del acuerdo del municipio con la firma Tecno Agro Vial y la implementación del sistema. De tan compartimentada que se manejó la información, a la hora de ponerle el pecho a la borrasca a varios escuderos les faltaron argumentos. Pero no sólo hubo fallas en la comunicación interna; la Intendencia tampoco se ocupó de transmitirle a la sociedad, en tiempo y forma, los cómo y los porqué de la decisión que había adoptado. No lo hizo antes y después siempre es tarde. Después ya no es comunicación, sino un rosario de explicaciones que suenan, sobre todo, a justificación.

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Se supone que hay un plan integral orientado a agilizar el tránsito en el centro, bajando el flujo de vehículos y privilegiando al peatón. Un proyecto del que forman parte las semipeatonales y los nuevos recorridos de algunas líneas de ómnibus. Descomprimir la olla a presión que implica circular por el microcentro, en otras palabras. Pero en lugar de ponderar los beneficios de estas políticas, de arranque el municipio perdió la iniciativa y abrió distintos frentes: con los trapitos desplazados, con los frentistas, con los vecinos que debieron afrontar una nueva tasa (al estacionamiento, se entiende) y con quienes no entendieron del todo bien por qué la empresa se lleva el 85% de la recaudación. Ese control de daños, obligación previa, no se hizo o se calculó mal. Se generó entonces un malhumor generalizado que colocó a Alfaro y a su tropa en medio de una tormenta perfecta. Les cabe buena parte de la responsabilidad, como si no hubieran revisado el pronóstico antes de lanzarse a la mar.

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Las intrigas de palacio, los mandobles que intercambia la clase política, la declaracionitis crónica... Nada de eso suele formar parte de la agenda del ciudadano de a pie. En el microclima que transitan, los funcionariados de turno imaginan lo contrario. Lo que la sociedad mira, sin tantas vueltas ni tendencia a la hiperinformación, es la calidad de las gestiones. Y en el caso del estacionamiento medido hubo una mala praxis en la gestión que debería disparar alarmas en el seno de la Intendencia. De allí la pregunta del comienzo, puntapié de toda autocrítica: “¿qué estamos haciendo mal?” Ese examen de conciencia interno se vuelve imprescindible en la previa del Gran Prix que Alfaro y su equipo anhelan disputar. Lo que la sociedad está midiendo es la capacidad del precandidato para pasar de pantalla y asumir el compromiso de gestionar mucho más que un sistema de estacionamiento. Quedarse en la pelea con Jaldo y con Manzur, a esta altura, ¿suma?

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En el reparto de roles, Alfaro aceptó asumir el más difícil de todos. Es el equilibrista. Los payasos están en tierra firme y ya no causan gracia; magos no quedan bajo la carpa, apenas algunos vendedores de humo; los malabaristas no llegan ni a los talones de las troupes que animan la espera de la luz verde en nuestras avenidas. En tanto, el equilibrista transita por el hilo poniendo el cuerpo desde que el circo es circo. Hay una actitud valiente ahí, pero también implica forzar los límites porque nunca falta el pícaro que saca la red. Si el equilibrista llega al otro lado es el rey del espectáculo; si no hace pie y se precipita al abismo... A Alfaro el olfato le marcó el camino del riesgo y hasta aquí viene acertando, sin inmutarse por las contradicciones inherentes a lo elástico del espacio que comanda. Ya eligió el croupier de la mesa nacional y es sobre el paño de Horacio Rodríguez Larreta que juega sus cartas, siempre relojeando los mazos que reparten Mauricio Macri y Patricia Bullrich y la ruleta radical en la que se concentra Roberto Sánchez. A su peronismo de base le ató el emblemático nombre del partido -Justicia Social-, sin que le mueva un pelo auspiciar en la Casa de la Ciudad una conferencia como la que ofrecerá esta tarde Sabrina Ajmechet. La diputada nacional de JxC tuiteó ayer: “Mañana a la tarde vamos a estar en Tucumán junto a Darío Roldán, conversando sobre El Peronismo Menos Pensado y sobre cómo es que esto que muestran hoy de creerse los únicos legítimos gobernantes y tratar al resto como usurpadores del poder está en su ADN”. Si de algo no puede acusarse al Intendente es de falta de pluralismo.

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