Ganar la guerra
Ganar la guerra REUTERS
27 Junio 2022

Carlos Duguech

Analista internacional

¿Cuál de las dos? Una, de la agresión y conquista, lanzada desde Rusia por Vladimir Putin el 24 de febrero. La otra, la de defensa, necesitado de hacerla por decisión del gobierno de Volodomir Zalenski, instalado en Ucrania, su país. Salvo que se acuerde por decisión conjunta entre los contendientes un armisticio auspiciado por terceros países o por ellos mismos. O por Naciones Unidas, tan marginada de casi todo. Principalmente por decisión del gobierno ruso que adquirió -desde que fue creada la ONU en 1945- el derecho a ocupar uno de los cinco asientos permanentes en el Consejo de Seguridad (CS). La carta del organismo internacional por excelencia, en su artículo 24 revela –desde hace tiempo y hoy mismo- que se pueden escribir normas, ordenarlas, protocolizarlas y además jurar acatarlas, y hacer lo que cada uno de sus ceremoniosos miembros pretende, en cualquier tiempo. Tal el caso de Putin, presidente de la Federación Rusa, dueña de uno de los cinco asientos de inaceptable privilegio.

Artículo 24: Carta ONU

“A fin de asegurar acción rápida y eficaz por parte de las Naciones Unidas, sus miembros confieren al Consejo de Seguridad la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales y reconocen que el Consejo de Seguridad actúa a nombre de ellos al desempeñar las funciones que le impone aquella responsabilidad”.

“A nombre de ellos” se refiere a los 193 países miembros de la ONU. Argentina, miembro fundador desde 1945 tiene el derecho y la oportunidad de hacer saber al Secretario General de la ONU, Antonio Gutérrez que el CS ya no cuenta con la facultad de actuar en su nombre. Lo mismo podrían manifestar todos y cada uno de los países miembros a excepción, probablemente, de los muy pocos que consienten que Rusia esté haciendo su guerra.

El comisario delincuente

Leer la Carta de la ONU, particularmente lo referido al CS y sus obligaciones y facultades mueve a la sospecha de que todo queda según el dicho español “en aguas de borrajas”. La nada misma, en suma. Si un comisario es a la vez integrante o jefe camuflado de una banda ¿Cuánta expectativa puede despertar de que solucione los casos que le son denunciados? Tal lo del CS. Se cae a pedazos con cada uno de los artículos de la Carta de la ONU.

¿Cómo pudo pedírsele al CS que actuara conforme a la Carta y a sus facultades y obligaciones cuando EEUU de George W. Bush, Gran Bretaña de Tony Blair y la España de José M. Aznar invadieron una nación soberana como Irak en marzo de 2013? Las miles de víctimas (250.000) y la destrucción de infraestructuras y viviendas que generó esa agresión guerrera sin causa sólo basada en información falsa. Algo reconocieron, mucho más tarde, sus autores. Y andan por el mundo dando conferencias y muy sueltos de cuerpo, como si no pesara (livianamente, en suma) la calificación de criminales de guerra. ¡Los EEUU de Bush y la Gran Bretaña de Blair, miembros, como Rusia, del Consejo de Seguridad, nada menos! Ese quinteto del CS tiene menos méritos de un accionar conforme a sus obligaciones que los del comisario mentor y jefe de una banda delictiva.

Esto de “Ganar la guerra” tiene su costado hipócrita que suele difuminar los efectos generados en el transcurso de las acciones bélicas. Un triunfo ruso sobre una Ucrania desmembrada, con mucha destrucción pero sobre todo con seis millones de ucranianos ausentes de sus hogares y viviendo como pueden como refugiados en otros países. Y con sus víctimas mortales y los heridos. La guerra de conquista “ganada”. Sin embargo, para Ucrania, “ganar la guerra” es mostrarse hasta el último minuto como una nación que reafirma su soberanía proclamada en agosto de 1991, luego del colapso de la colosal URSS. Y que no sólo no guarda “afecto de origen” con el complejo del Kremlin de los Stalin y toda la gerontocracia sino que se vincula al concepto que alcanzó a instalar Gorbachov que en su libro Perestroika afirma que la Rusia, epicentro del sistema de la URSS, formaba parte de “la casa común europea”.

Sanciones

De una u otra forma en la que se resuelva el conflicto bélico, ya nada tendrá misma identidad que antes de febrero último. Ni la Rusia de Putin será la misma en el contexto internacional que ya se entenderá que un miembro del CS -con tantos atributos y obligaciones- sin embargo, puede actuar como si fuera absoluto señor de sus decisiones, cualesquiera fueran éstas. Hasta iniciar una guerra. Y Ucrania, probablemente por entonces devenida parte de la Unión Europea (UE) y por su incorporación a la OTAN, ya no será la misma. Recomponer las desarticulaciones desastrosas a las que la llevó la agresión rusa le llevará un tiempo largo. Y a una recomposición de sus sistemas gobernante y defensivo ahora, más que nunca antes. El tablero de la política internacional en aparente equilibrio hasta antes de la invasión rusa. A partir del fin de la guerra, independiente del modo en que ésta sea alcanzada, se instalarán centinelas en una extensa línea fronteriza ruso-ucraniana de casi 2.300 km. Y eso, se sabe, no es un asunto sencillo ni lineal. Habrás picos y caídas, cada tanto. Será fuente de controversias y de acciones violentas, como en toda frontera larguísima países que vienen de una guerra entre ellos.

Entre dos y un solo lado

Toda guerra entre naciones linderas (2.300 km. de fronteras) se realiza de un modo casi dibujado en el tablero que utilizan los estrategas militares: la nación “A” ataca por tal y cual flanco a la nación “B” mientras ésta se defiende y lanza ataques desde su territorio a la nación “A”.

Este no es el caso Rusia-Ucrania. Toda la acción guerrera se concreta en el territorio de Ucrania. El territorio de Rusia se mantiene indemne, lo que acentúa más aún la potencialidad agresiva de las huestes bélicas lanzadas por Putin. Y no siendo un dato menor sino espantosamente cierto que el ex agente secreto de la poderosa URSS haya osado mencionar su armamento nuclear. Eso sólo bastaba para que fuera repudiado con energía por la ONU. Insisto, con energía tal que se advirtiera que la ONU tiene, aún, poder. Recuerdo que hace unos años David Lagmanovich publicó en LA GACETA unas reflexiones críticas sobre la naturaleza, importancia y rol de las Naciones Unidas., Había vivido muchos años en EEUU. Le confesé entonces a mi amigo que sus reflexiones eran duras y desilusionantes sobre la ONU. Hoy coincido con ellas.

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