Algunos tucumanos cuentan sus dificultades para llegar a fin de mes

Algunos tucumanos cuentan sus dificultades para llegar a fin de mes

“Terrible” y “difícil” son las palabras que usan en la provincia para describir cómo sobrellevar los aumentos que se viven mes a mes

A MIRAR Y COMPARAR PRECIOS. Los clientes hacen cálculos a la hora de realizar las compras diarias. A MIRAR Y COMPARAR PRECIOS. Los clientes hacen cálculos a la hora de realizar las compras diarias. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

“Es un desastre. Le pongo precio a todo y cada vez que llega mercadería nueva tengo que cambiar los carteles”, dice Roberto Leandro Palomo, dueño de una fiambrería de barrio sur, en referencia a los constantes aumentos que sufren los argentinos. Es que ayer se publicó cuánto fue la inflación en mayo y, si bien se registró una desaceleración en comparación a los meses anteriores, el número sigue siendo muy elevado: 5,1%.

Leandro tenía su puesto en el Mercado del Norte (clausurado hace un año y medio por peligro de derrumbe) donde estuvo 22 años. Ante el cierre estuvo dos meses sin vender hasta que encontró la forma de abrir un nuevo almacén. Ahí, en pocos metros cuadras y a mitad de cuadra vende de todo, en un mini súper que colapsa de productos.

Nota que hay aumentos en todos los rubros, sin excepción alguna, pero admite que las ventas, para su suerte, no disminuyen. “La gente gasta lo mismo. No vendo menos quesos porque haya aumentado -ejemplifica-. Sí se quejan pero ya están acostumbrados, entonces siguen llevando”, cuenta.

Además -explica-, vende productos de alimentación, literalmente comida: “hay una inflación terrible pero la gente sigue comiendo. Si no come se muere”. Y agrega: “el que tiene tarjeta va al súper porque busca alguna forma de pago o comprar más de lo que maneja en efectivo”.

Leandro responde mensajes de clientes por WhatsApp, da indicaciones a sus empleados y habla con LA GACETA, todo al mismo tiempo. En el medio de eso -dice- piensa en números, precios, y se acuerda de un hecho reciente que usa para graficar la situación: “el otro día me traen un chocolate en polvo de primera marca para reponer mercadería y estaba a $ 500. Pero yo lo estaba vendiendo a $ 450 porque lo compré un mes antes a $ 350. O sea que en ese momento yo lo vendía más barato que el mayorista. Constantemente tenés que estar viendo precios”.

Con los últimos aumentos, el kilo de pan francés en el Noroeste del país promedia los $ 235,77 según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).

“Es terrible lo que está pasando. Hay muchas cosas que se han dejado de vender, las cosas dulces sobre todo. El pan no, las cosas dulces que son como ‘darse un gusto’ si”, dice Belén Lazarte, que atiende una panadería céntrica. Sus palabras son respaldadas un instante después cuando Belén saca de la heladera una torta que acaba de seleccionar una clienta, está por empaquetarla, pero de un segundo a otro la mujer se arrepiente, no compra nada y se va. Luego recuerda los precios de este mismo verano, hace sólo cinco meses: “en enero el kilo de pan francés estaba a $ 180, y ahora lo vendemos a $ 260. Las tortillas que estaban a $ 15, ahora salen $ 30. Así con todo”.

Eduardo Lobo entra a la panadería acompañado por su nieto y antes de comprar mirá bien los productos, piensa y elige con cuidado. “La situación es muy difícil y la vivimos todos. Es de público conocimiento que los sueldos están quedados y la inflación es muy alta”, indica.

El precio de la carne y sus derivados se incrementó un 6,5% en mayo en el NOA según el Indec. Las verduras, siempre siguiendo el mismo indicador, no aumentaron su costo. Esto obliga a Diego Gómez a dejar de comprar carnes e inclinarse, casi por obligación, a la compra de verduras. “Antes la dieta era carne y ahora verdura. Encima lo primero que hago cuando voy a la verdulería es preguntar si hay alguna oferta. Generalmente compro papa, brócoli, que son las más accesibles. Muchas frutas también son incomparables, así que compramos citrus nomás”, afirma.

Diego es taxista y cuenta que con el último aumento la cantidad de pasajeros es cada vez menor y le cuesta llegar a fin de mes. “No sé a dónde vamos a llegar con esta situación. La vida es cada vez mas difícil”, concluye.

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