QUITE EL PIE DEL ACELERADOR. No va más rápido el que más corre. Viva más despacio, recomiendan los especialistas. ARCHIVO LA GACETA
Corremos todo el día. Corremos para dejar los chicos en el colegio o en la facultad; para llegar al trabajo; para entregar un informe; para cumplir con el horario de un turno médico; para tomar una cerveza con los amigos o amigas; para acostarnos a tiempo y dormir algunas pocas horas. Andamos corriendo de un lado a otro y así se nos pasa la vida. Sin embargo, no somos mejores por ir más rápido. Al contrario, la velocidad puede ser sinónimo de mala gestión del tiempo y puede traducirse en estrés, desconcentración, olvidos y desequilibrios personales y profesionales.
Quienes conviven con la prisa lo hacen también con la ansiedad y la angustia. No pueden disfrutar del momento. De hecho, cuando la gente acelerada tiene tiempo libre, no sabe qué hacer. Pero, ¿cómo se hace para vivir con calma? ¿Cómo se sale de la rutina? ¿Cómo se les enseña a los niños y a los adolescentes a que sus días sean distintos? ¿Es necesario el sosiego? ¿Algunas profesiones u oficios nos conducen naturalmente a una vida más acelerada?
"Reaprender a vivir con calma lleva tiempo. Los bebés lo hacen; viven el presente sin preocuparse por el futuro. Reconocer el valor del silencio, del ocio y de la calma para bajar los niveles de estrés es un buen comienzo. Y luego se debe tomar coraje para hacernos esos espacios de encuentro con nosotros mismos, en los que la respiración profunda es clave", contesta psicóloga especializada en crianza Maritchu Seitún.
"Para mí, esa fue una de las grandes enseñanzas de la pandemia: bajar el ritmo, reconsiderar prioridades y pasarla bien con menos estímulos externos", confiesa enseguida. No obstante, aclara que los encierros les permitieron solo a algunas personas bajar el ritmo de vida. "Quiénes tienen hijos a cargo experimentaron lo contrario: tuvieron que tomar mayor ritmo y velocidad para poder cumplir con todo. Eso los llevó a una sobrecarga", reflexiona.
Desde la mirada de Luis García Biagosch -abogado, coach y consultor de empresas- no hay una receta única. Donde unos fracasan o no pueden -explica-, otros triunfan y pueden. Por lo tanto, el éxito depende de las condiciones internas y de las formas de pensar, sentir y relacionarse en cada ámbito.
- ¿A qué se deben el apuro y la necesidad de hacer todo de manera inmediata?
- Todos los seres humanos nos movemos, vinculamos y comunicamos en un mundo interpretativo, en el cual constantemente estamos pensando, formulando opiniones y emitiendo sentencias. Además de estos juicios, existen las creencias, que son ideas arraigadas más profundamente y que se van añadiendo a las personas a lo largo de su vida. 'Cuanto más rápido mejor; el trabajo duro y el esfuerzo son la base del éxito; la vida es corta, hay que disfrutarla al máximo y vivir lentamente es perder el tiempo' son algunos de esos conceptos que llevan a la gente a sobrevivir, a pasar sus días de forma automática.
Hacer miles de cosas y no disfrutar del día no tiene sentido. Es como no hacer nada. Según el experto, no se toma consciencia de los momentos que se nos diluyen o disuelven y de cómo se marchitan nuestras relaciones debido a la impaciencia. "La clave está en vivir en el presente. Es darse cuenta. Es tomar conciencia del otro y del momento y vivirlo con disfrute", razona.
"Hay que aprender a gestionar el tiempo", aporta Gustavo Abdulhamid, profesor de educación física, ex preparador físico de tenistas profesionales y especialista en adaptación de lesiones deportivas. Adentro de su gimnasio, se topa a diario con personas que desean realizar actividad pero les cuesta encontrar las horas.
"A mis alumnos les digo que averigüen en qué pierden tiempo. Que distingan entre lo urgente y lo importante. Que creen un plan diario. Que diseñen rutinas y cumplan con ellas. Que establezcan límites de tiempo. Que ordenen y organicen su entorno. Que no pospongan las tareas. Y que no intenten hacer multitareas", enumera.
Y además de esas seis recomendaciones a las que considera el punto de partida de una buena gestión, insta a reflexionar sobre la importancia de aprender a delegar. "Y sino se puede encomendarlo, mejor tratar de olvidarlo de los pensamientos. Los resultados surgen del enfoque y para eso es necesario concentrarse en las actividades que importan", concluye.
En definitiva, se trata de hacer menos cosas; de en vez de buscar la perfección, buscar estar a gusto con la vida; de estar en el presente; de tomar consciencia; de priorizar y de desconectarse del móvil. Pare, levante el pie del acelerador y respire profundo.








