En el arte hay más coleccionistas que inversores

En el arte hay más coleccionistas que inversores

No siempre se “oculta” un inversor detrás de un coleccionista, hay que tenerlo en claro. El inversor es quien adquiere una obra para luego obtener ganancias con ella.

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“El 90% de las obras de arte que he comprado lo hice porque me gustan, pero todo es una inversión porque soy un comerciante. Si me aburría una de ellas o me aparecía algo que me gustaba más, compraba esa y vendía la anterior. He apostado a eso y no me ha ido mal”, admite Segundo Ramos, que desde hace alrededor de 15 años trabaja en la actividad y que en el mes pasado abrió una galería en Barrio Norte, “Fausto”, junto a María Lilia Peña.

No siempre se “oculta” un inversor detrás de un coleccionista, hay que tenerlo en claro. El inversor es quien adquiere una obra para luego obtener ganancias con ella. Pero también puede actuar a través de una galería que al poner el movimiento una pieza, si se vende, se queda con un 30% aquí en el NOA o el 50% en Buenos Aires. Otra situación: recientemente en la Bienal de Venecia, el dueño del Malba, Eduardo Costantini, adquirió una instalación del tucumano Gabriel Chaile a altos precios, pero la operación se hizo a través de la galería Barro Contemporáneo (ubicada en La Boca), que debió quedarse con el 50%.

En términos comunes, un inversionista de arte busca comprar una pieza de arte, conservarla por años o décadas, tiempo en el que se revaloriza, y luego venderla a un precio que genere ganancias. Un coleccionista, por el contrario, compra lo que le gusta, para tenerlo en su casa y exhibirla.

Así funciona el mercado del arte: oferta y demanda de una mercancía. La noción de objeto del mercado estaba clara ya en los 60, con Andy Warhol.

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No se sabe cuantos coleccionistas hay en esta provincia, pero seguramente no pasará la veintena. Tanto de artistas paisajistas o figurativos, como de arte contemporáneo.

En el primer piso de la sala de reunión de Credimas en San Martin al 800, pude ver expuestas pinturas del mexicano Rufino Tamayo y una serie de trabajos de artistas cordobeses de los años 90. No faltaba un Víctor Quiroga, pero gran parte de la colección se encontraba en Yerba Buena. Cuando visité lo que tenía Carlos Casal, en un pequeño departamento de la calle Ayacucho primera cuadra, me encontré con alrededor de 200 obras guardadas en armarios y en la cocina: desde Guillermo Kuitca a gran parte de artistas de El Ingenio (1999-2000), que guardaba en otro espacio alejado del microcentro. Carlos Casal no solo era coleccionista sino que también ayudaba a artistas como Chaile o el propio Sandro Pereira, entre otros.

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“Hay artistas tucumanos que se venden, y los compré como inversión, como Salas, Demetrio, Pantoja, Gatti. He apostado a ellos. Me lo han sacado de las manos”, sostiene Segundo Ramos. El marchand aclara que la gran mayoría de sus clientes compra porque le gusta. “Solo un 10% puede pensar en la inversión, el resto no”.

Por gusto

Ferullo Burke Ediciones publicó el libro de la Colección Daniel que reúne obras de diversos artistas y de distintas disciplinas: Alfredo Gramajo Gutiérrez, Timoteo Navarro, Osorio Luque, Aurelio Salas, Lobo De la Vega, Demetrio Iramain, Juan Carlos Iramain, Lajos Szalay, Luis Lusnich, Ernesto Dumit, Ezequiel Linares, Víctor Quiroga, Pablo Ríos, Rubén Kempa, Sergio Tomatis, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Carlos Alonso, Antonio Berni y Benito Quinquela Martín, entre otros.

Desde hace alrededor de 40 años, Daniel heredó el hobby de su padre y forma una colección de más de 350 obras. Pero solo colecciona, responde tajante a una pregunta de LA GACETA. “No soy un inversor, lo hago por gusto, no hay ninguna intención de negocio”, explica durante una conversación telefónica. Daniel cuenta que comparte con su familia y sus amigos las pinturas y dibujos que posee y no descarta que pueda exponer y mostrar sus piezas públicamente. Pero insiste en que no hay móvil económico en su pasión.

Precios

Timoteo Navarro, Alfredo Gramajo Gutiérrez, Benito Quinquela y Carlos Alonso, entre otros, son grandes atractivos para los coleccionistas en esta zona del pais. Un artista de una obra de un metro por un metro de Pablo Ríos se vende a 120.000 pesos, una tempera de Timoteo vale 350.000, pero un óleo esta entre 3.000 y 5.000 dólares. Demetrio Iramain y Osorio Luque se ubican en 150.000 pesos.

En el arte hay más coleccionistas que inversores

En El Taller, ubicado en Barrio Norte, el perfil asoma más contemporáneo, pero suceden situaciones similares. “No hay inversores. La gente viene, visita el local, pregunta y compra o no, pero no busca sacarle una ganancia”, dijo Mariana Sabeh, una de las responsables de esta sala de Santa Fe al 200.

En Tucumán se compra y se vende arte, pero ni siquiera se acerca a un mercadito de barrio. Buenos Aires sí, podrá acercarse a un maxiservicio. Tampoco es mucho en relación al mercado internacional. Poco o nada, casi nada.

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