Reza un antiguo aserto del poder que en la política no hay sorpresas: sólo hay sorprendidos. En la edición de hoy, en la página 8, LA GACETA adelanta el cronograma electoral tentativo que ya se maneja en los ámbitos de las “autoridades superiores” –al decir de la Constitución- de la provincia. Ese calendario de vencimientos está calibrado para el caso de que los comicios se anticipen y se concreten en junio. Es decir: votamos en junio.

La carrera por la gobernación ya está lanzada en esta provincia. Restan, apenas, una cincuentena de semanas para la madre de las batallas. En ese lapso hay que ordenar las internas dentro de los partidos, celebrar consensos para estructurar frentes electorales, determinar quiénes siguen y quiénes se quedan afuera, administrar egos para acordar los lugares en las listas de candidatos y organizar el control de los comicios mientras se concreta la campaña electoral. Sólo los que apuestan por los “tiempos compartidos” y creen en la existencia de las carreras cortas con salida laboral suponen que “falta mucho” para las elecciones. En la lucha por el poder nunca falta mucho para nada. Ni para obtenerlo, ni para retenerlo, ni para perderlo. Claro está, cualquiera tiene derecho a suponer que no es así. Y, consecuentemente, puede inscribirse gratis en el padrón de los sorprendidos.

En rigor, la campaña para disputar el poder político de esta provincia comenzó hace seis meses. La elaboración de un cronograma electoral (sujeto a confirmaciones judiciales y decisiones gubernamentales) es la confirmación material de lo anterior. La “largada” operó en la noche del 14 de noviembre pasado. En esos comicios de parlamentarios nacionales, el presidente Alberto Fernández lideró la peor derrota en la historia de un gobierno peronista. En Tucumán, el oficialismo ganó, pero apenas por dos puntos. La hegemonía peronista, por primera vez desde 1995, se tiñó de incertidumbre.

Suertes

De incertidumbre está urdida buena parte de la actualidad oficialista provincial. ¿Habrá ruptura entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner? ¿Habrá reconciliación entre el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo después del enfrentamiento que signó 2021 y los hizo confrontar en las PASO? ¿Reasumirá Manzur en la Casa de Gobierno o completará su mandato en el Gabinete nacional?

Ese clima de incerteza signa los movimientos internos del oficialismo. Jaldo, sutilmente, ha ido convirtiendo las “salidas” al interior en una suerte de micro-actos políticos, de los que también participan referentes políticos alineados con el actual jefe de Gabinete. A la vez, y como se avisó aquí, se ha conformado oficialmente el “Grupo de los Seis”, un nucleamiento de intendentes confesamente manzuristas, que se mantienen activos y al que progresivamente van sumándose legisladores, pero con una curiosa regla de conducta: no cuestionan a Jaldo. Públicamente, se entiende.

Por supuesto, también hay certezas en el Gobierno. La primera es la cultura del “laissez faire, laissez passer” (”dejar hacer / dejar pasar”) que practica Manzur, y que en la zona traducen como “es indescifrable”. La segunda es que, en su búsqueda de la gobernación, Jaldo está en el mejor de los lugares que inclusive él hubiera imaginado. Mantiene el control de la Legislatura (él, como vicegobernador, es su presidente natural) y, para que a nadie se le olvide, se reunió con los representantes de las asociaciones cañeras, a principios de mes, en la mismísma sede del parlamento provincial. Simultáneamente, ocupa el sillón de Lucas Córdoba. Esta doble condición inviste al tranqueño de una categoría “sagrada” en el peronismo: “tiene suerte”. Misticismo que predicaron sobre José Alperovich y que aún hoy pregonan sobre Manzur. Habrá que aclarar que no se trata de que el PJ sea supersticioso, sino que el “azar” es la excusa para eludir la autocrítica: el que gobierna mal, en realidad, “no tuvo suerte”.

Pero con independencia de las situaciones circunstanciales, hay en el inicio mismo de la carrera por la gobernación una realidad estadística incontrastable: después de que las PASO de septiembre terminaran, grosso modo, 60% para el manzurismo y 40% para el jaldismo, y luego del exiguo triunfo de los comicios generales de noviembre, 2023 encontrará al oficialismo tucumano unido o derrotado. Eso, claro está, si el capítulo tucumano de Juntos por el Cambio mantiene su cohesión.

Empoderamientos

La Unión Cívica Radical acaba de completar su proceso de normalización con la constitución de su convención provincial y la elección de las autoridades de ese organismo. La interna resultó una verdadera amoladora política, que terminó con la prometida unidad estallada por los aires, con el proceso judicializado, y con un escándalo destapado por un informe de la Justicia Nacional Electoral. En él se detectó que una de las autoridades proclamadas (el vicepresidente de la junta departamental de Burruyacu) no estaba en condiciones de desempeñar sus funciones porque llevaba cinco años muerto: había fallecido en 2017.

Los acontecimientos de esta semana han empoderado al diputado nacional Roberto Sánchez en la estructura del centenario partido. El presidente de la junta de gobierno provincial de la UCR ha consagrado también al presidente de la convención: el ex concejal capitalino Raúl Moreno.

Con ese triunfo que termina de consolidarlo en la conducción del radicalismo, el ex intendente de Concepción ratificó en la noche del miércoles su vocación de disputar la gobernación en los próximos comicios, en el programa de “Panorama Tucumano”. “Quiero gobernar la provincia”, le dijo al periodista Federico van Mameren durante la entrevista.

La carrera por el poder político no sólo está lanzada: los candidatos ya están inmersos en la prueba de clasificación.

Fronteras

El alfarismo se ha abocado en lo que va del año a ensanchar fronteras políticas. En marzo, el puente tendido entre el intendente Germán Alfaro y el líder de Fuerza Republicana, Ricardo Bussi, sacudió el status quo del tablero y puso a la galaxia política tucumana a recalcular la ubicación de las fichas. Hasta el momento, el encuentro no se ha traducido más que en diálogos institucionales. Pero bastó un café entre los dos para intercambiar disculpas por querellas verbales del pasado para que, de repente, se reactivara una causa penal por presunto abuso sexual contra el legislador. Por supuesto, es la más pura casualidad. Los exégetas de FR, sin embargo, interpretaron que detrás de ese hecho había alguna influencia del oficialismo provincial. Lo cual, por cierto, ha acercado a ese partido todavía más a la idea de abandonar su histórica posición de no conformar frentes. Claro está, la desconfianza bussista se debe a su incapacidad para darse cuenta de que el peronismo gobernante, simplemente, “no tuvo suerte” y todo se trató de la más ingenua de las coincidencias.

En mayo el alfarismo se dedicó a explorar el territorio radical. Y el café (bebida a estas alturas emblemática para el oficialismo municipal) de hace dos semanas entre el intendente de la capital y su par de Yerba Buena, Mariano Campero, no fue anecdótico.

“¿Dónde está escrito que la fórmula (de Juntos por el Cambio) en 2023 es Alfaro – Sánchez o Sánchez – Alfaro?”, disparó, a modo de “saque”, del jefe municipal de San Miguel de Tucumán.

Esa misma “bolea” le transmitió Alfaro a Eduardo Macchiavelli, secretario general del PRO y armador político del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El secretario de Asuntos Estratégicos de la Ciudad de Buenos Aires, de su visita a Tucumán, se llevó el nombre del intendente de la “ciudad jardín” como un posible integrante de un binomio con Alfaro.

Ahora, la “devolución” de semejante “pelota” corre por cuenta del yerbabuenense. En otros términos: si el cronograma electoral dijese que se vota dentro de dos meses, en manos de Campero estaría la conformación de una fórmula con el alfarismo. Todo un “match point” político para el dirigente afecto al tenis.

Para mayor suspenso, el viernes pasado, en una velada pugilística celebrada en el hotel Hilton, en La Ciudadela, Campero y Bussi compartieron mesa durante el show.

La carrera no sólo está largada: el que no arrancó ya está tarde.

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