"En la pospandemia vamos a tratar de buscar un equilibrio entre el mundo físico y la vida en la pantalla"

"En la pospandemia vamos a tratar de buscar un equilibrio entre el mundo físico y la vida en la pantalla"

Llega a la Feria del Libro de Buenos Aires para presentar Membrana. Aquí nos ofrece su mirada sobre las nuevas narrativas y las formas contemporáneas de consumo.

15 Mayo 2022

Ya sea en un aula, a la hora de dar una charla o de presentar el libro de otro autor, en las redes sociales o en los lugares donde se mueve, Jorge Carrión es alguien que refrenda a su paso su ejercicio de cronista contemporáneo, de activo analista de mirada híbrida que no pierde de vista el contexto de mutación cultural, al punto de manifestarse en contra del PowerPoint durante una clase sobre “procesos creativos” en un espacio llamado “Planta Uno”, ubicado en Hospitalet de Llobregat, Barcelona, que no es más que otro sitio donde proyecta su foco. Al día siguiente, estará en la Universidad Pompeu Fabra dispuesto a entregarnos un libro del autor argentino Reinaldo Laddaga y por la tarde presentará al ilustrador africano Nzé Ebalé, autor de una fascinante novela gráfica que transcurre en Guinea Ecuatorial. En el medio, ha hecho reflexiones en Twitter sobre los dispositivos de lecturas que mejor se adaptan hoy a las personas y ha desafiado a sus alumnos a hacer un esquema dibujado del espacio creativo que habita en sus cabezas, tras mostrarles fotos de los estudios de Carl Sagan, Susan Sontag o Curzio Malaparte.

Quizás por eso-y también por su participación en la Feria del Libro de Buenos Aires y el dictado de un taller de la Fundación Gabo- Carrión sea la persona más adecuada para interpretar hoy cómo se consigue la atención de un lector.

“Los libros más vendidos, según The New York Times, tienen cada vez menos páginas. Está mutando nuestro modo de leer y de consumo en general y los grandes formatos están en retroceso ante una nueva dinámica. TikTok por ejemplo, marca una pauta de consumo rápido, intensivo, en píldoras de la información”.

Carrión ha analizado eso. Su libro Lo Viral, escrito en forma de diario de pandemia, ha diseccionado el consumo entre lo clásico (o cómo se leía en el siglo XX) y lo viral, en alusión al modo frenético y acaso superficial actual, aunque pida no caer en “la típica trampa de condenar lo nuevo”, eso que “aún está en fase de construcción”. Y aunque el catalán se rehúsa a idealizar o romantizar “el ecosistema en que nosotros nos formamos como lectores”, no niega que pueda tratarse de un ejercicio de defensa natural.

“Todos queremos preservar lo que nos constituye, lo que nos define”, aclara. Ejemplos, repasa, hay varios. Es eso que Alessandro Baricco ha denominado “la invasión de los Bárbaros”, en alusión a “los jóvenes que no respetan los modos o principios de la cultura” tal como han sido concebidos por aquellos que la han preestablecido. “Hay que integrar el perfil de lector o creador digital y tratar de hacer la irrigación entre lo clásico y lo viral”, resume, quien ha escrito el ensayo Librerías y abordó el género fantástico a través de las novelas Los Huérfanos y Los Turistas.

¿Y las filtraciones de Facebook? ¿Y la compra de Elon Musk de Twitter? Todo eso que hace sospechar del contenido de las redes sociales que siguen construyendo su propia narrativa.

“La vieja pregunta de quién vigila a los vigilantes que Alan Moore destaca en la novela gráfica The Watchmen es muy pertinente ahora. Facebook, Google, Twitter, Amazon se han convertido en los grandes vigilantes de la humanidad. Nos espían, nos controlan, nos mapean y se benefician con nuestros datos de hábitos de consumo por lo que hay que crear estructuras de fiscalización de ese tipo de agentes tan poderosos”.

Membrana, la nueva novela de Carrión, expone el tema como pocos textos actuales. No en vano la han llamado “la primera novela de antropología big-data escrita en español”, un dispositivo en catálogo de museo que sirve para cartografiar lo humano en el tono y registro de una inteligencia artificial. “A partir de los síntomas que tenemos ahora, traté de imaginar que ocurriría en el año 2.100 en un espacio donde se repasa cómo nacieron las conciencias algorítmicas y el proceso de sucesivas mutaciones. Hacia donde nos podría llevar nuestra relación con la tecnología que va entre lo bueno y lo malo, lo esperanzador y lo terrible, todo ese uso terrible de los algoritmos. La ficción especulativa te permite plantearte eso y proyectarlo hacia el futuro”.

Carrión lo hace a través de la primera persona del plural femenina, una voz que teje esas redes (la membrana) con las antepasadas de esas inteligencias, con inventarios de los objetos y los hechos que han perdurado en el tiempo y que son exhibidos en ese museo. Afirma que la voz surgió de una manera espontánea e irreflexiva y que se lanzó a escribir desde ese lugar. Al hablar del libro, incluso, lo hace como algo que late más allá de su autoría.

“El libro lo han escrito esas voces porque está narrado desde su punto de vista. Luego me di cuenta de que no son mujeres porque en la novela vivimos en el siglo XXII, posgénero, los algoritmos han renunciado al cuerpo y son puras matemáticas, son abstracciones que surgen en una especie de súper internet y deciden por su propia supervivencia eliminar a la humanidad. Creo que han querido convencer al lector y a ellas mismas que son el único camino posible a través del código centrismo de una súper humanidad tecnológica. En definitiva, estas membranas pueden llegar a ser muy manipuladoras”, explica, antes de aclarar, como buen humanista, que no hay mejor camino que poner la vida por encima de la tecnología.

Sus próximos proyectos tendrán que ver con eso. “Me interesan otras especies vivas en el planeta, el mundo vegetal, el animal, el de la astronomía. Yo creo que lo que va a ocurrir en la pospandemia es que vamos a tratar de equilibrar la vida del mundo físico y la vida en las pantallas. El metaverso de Facebook tiene que ver con el hecho de que ya no puede crecer más nuestra vida digital, a menos que se invente otro formato inmersivo para retenernos en sus plataformas”.

¿Podrá existir en el futuro una convivencia entre los formatos virales y los clásicos? “Si bien nuestras generaciones utilizan estas herramientas, es cierto que los jóvenes son más transversales, multiplataformas y pasan de un modo muy fluido de TikTok a un libro en papel, de una película a un encuentro físico, de un comic a una red social, de manera que no sé hasta qué punto va a conseguir la literatura más tradicional sobrevivir a los gustos de los grandes consumidores”.

PERFIL

Jorge Carrión nació en Tarragona en 1976. Es doctor en Humanidades por la UPF de Barcelona y codirector del Máster en Creación Literaria de la UPF-BSM. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Lateral y codirector de la revista Quimera. Colabora desde hace más de quince años con el suplemento «Cultura/s» de La Vanguardia y escribe regularmente en varios medios, entre ellos The New York Times. Es autor, entre otros libros, de Librerías, Contra Amazon, Lo viral y Membrana.

Lo viral*
Por Jorge Carrión

17 de noviembre de 2019
Por la mañana un virus desconocido entra en el cuerpo de un hombre de 55 años cuyo nombre también desconocemos. Por la tarde empieza el siglo xxi.
18 de noviembre de 2019
Se ha convertido en un tópico decir que el siglo xx comienza el 28 de junio de 1914, con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo. El magnicidio es narrado con prosa y técnica de novelista por Christopher Clark en su magnífico ensayo Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. El primer terrorista sacó la bomba, pero se quedó paralizado por el miedo. El segundo terrorista lanzó su explosivo, que o bien rebotó contra la capota del vehículo o bien fue rechazado con el brazo por la propia víctima. Gavrilo Princip, el tercero y último, no perdió su oportunidad: aprovechando que el chofer se había equivocado de camino y tenía que hacer retroceder el coche manualmente, se puso al lado del archiduque y le asestó dos tiros a quemarropa. Digamos que la Primera Guerra Mundial comenzó, entre otras razones, porque no se había inventado todavía la marcha atrás.

* Fragmento.

Por Sergio Silva Velázquez

© LA GACETA

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