La historia de los tucumanos que murieron en la tragedia del Belgrano

La historia de los tucumanos que murieron en la tragedia del Belgrano

De los 25 combatientes de la provincia que perdieron la vida en la guerra de Malvinas, 23 iban bordo del crucero argentino hundido por un submarino inglés.

ARA Belgrano fue hundido el 2 de mayo por un submarino inglés ARA Belgrano fue hundido el 2 de mayo por un submarino inglés La Gaceta
02 Mayo 2022

De los 323 muertos en hundimiento del crucero ARA General Belgrano, 23 eran tucumanos. Hoy se cumplen 40 años de la tragedia más grande de la historia de la Armada Argentina, que además se considera un crimen de guerra, porque la nave navegaba fuera de la zona de combate, cuando fue embestida por un torpedo enviado desde un submarino inglés.

En la guerra de Malvinas murieron 25 soldados de Tucumán, 23 eran tripulantes del Belgrano, los otros dos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en el cementerio malvinense de Darwin después de ser NN durante largos años. Se trata de Andrés Folch y Manuel Zelarayan.

Los tucumanos fallecidos en el crucero son Roque Ramón Quintana o "Coqui", quien hoy tiene un monumento en la comunidad rural de Santa Rosa de Leales y José Humberto Rodríguez, papá de José, Cristina y Karina. También figuran Omar Madrid, soldado que repartió sus afectos entre Salta y Tucumán; Jorge Luis Vélez, un apasionado del fútbol, el tango, el boxeo y las plantas. Juan Edelmiro Barrionuevo le había escrito una carta a su hermana con una frase contundente: "cuando nos enfrentemos con los británicos no muchos vamos a volver". Fue, sin dudas, una premonición. Él y muchos, no volvieron.

Miguel González es el único de los 23 tucumanos fallecidos en el ataque que no descansa en el Atlántico Sur sus restos están en el cementerio de Monteagudo. En la lista también está Enrique Maciel Talavera y Marcelino Guerrero. La historia de Mario González es también desgarradora. Se había salvado del hundimiento del crucero, pero en medio del oleaje y del frío intentó cambiar de balsa para cederle su lugar a un camarada. Y ya no volvieron a verlo.

El nombre de Oscar Quipildor está inmortalizado en una avenida, una rotonda, una escuela, un salón del Alto Comando de la Armada y en dos monumentos: uno en Santa Fe, otro en Usuahia. José Alberto Romero, por su parte, estaba casado con Liliana y practicaba natación y apicultura.

Mario Enrique Flores apenas conocía a su hijo cuando partió a la guerra y a Néstor Corbalán, en su pueblo La Posta, le hicieron una despedida antes de su viaje a Malvinas. Era el orgullo de los vecinos. Como amaba el mar, José del Carmen Orellana eligió la Marina como un destino. "Tu héroe", le escribió a su esposa en su última carta. Fue la despedida. 

Manuel Alberto Medina recién comenzaba el servicio militar y en una carta le confesó a su mamá que no quería ir a la guerra. También fue una de las víctimas del hundimiento del buque argentino. Juan Carlos Reguero contó el Belgrano era un barco viejo y lleno de ratas. Claudio Condorí tenía 21 años cuando subió a la embarcación. En Rodeo Grande (Trancas) hay una placa con su nombre. 

Ángel Ricardo Juárez había cumplido 16 años cuando fue embarcado en el Belgrano. Había iniciado el secundario en Ranchillos y a los 15 años ingresó a la Escuela de Mecánica de la Armada. Miguel Roberto Paz, maquinista del barco, nunca supo que iba a tener una hija. A Juan Rolando Galván su familia lo llamó “el santo de Río Seco”.

René Antonio Escobar era fanático de San Martín y no dejó fotos vestido de uniforme. Su familia conserva la postal que envió desde el Belgrano, con una dedicatoria. Víctor Antonio Nieva era de Aguilares y se enganchó en la Marina y navegó alrededor del mundo. Francisco Alfredo Gálvez dejó la carrera para estudiar Ingeniería para sumarse a la Armada. Su último destino fue el Belgrano.

El ataque al ARA General Belgrano sucedió el 2 de mayo, alrededor de las 16. Fueron tres torpedos letales para la embarcación que en cuestión de horas se fue a pique hasta el fondo del mar. El primer golpe la dejó su electricidad y mientras que el segundo destruyó su proa y provocó su inclinación. Los tripulantes huyeron en balsas pero muchos quedaron a la deriva en el mar. 

"En un momento se siente un estruendo impresionante en el buque y se apagan las luces. Es como si hubiese chocado contra una montaña; se inclinó y se quedó totalmente en silencio. Unos segundos más tarde, se siente otra explosión, que después nos enteramos que fue el segundo torpedo, que pegó en la proa", narró uno de los sobrevivientes, Rubén Otero.

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