Testimonio del holocausto: la hermana “póstuma” de Ana Frank

Testimonio del holocausto: la hermana “póstuma” de Ana Frank

Eva Geiringer Scloss, de 93 años, estuvo en Auschwitz. Se hizo amiga de Ana y tras la liberación, su madre se casó con el padre de la autora del diario.

SOBREVIVIENTE DEL HOLOCAUSTO. Eva fue llevada con su familia al campo de concentración de Auschwitz. SOBREVIVIENTE DEL HOLOCAUSTO. Eva fue llevada con su familia al campo de concentración de Auschwitz.
14 Abril 2022

LONDRES.- Eva Schloss y Ana Frank eran amigas de la infancia, vecinas en la Amsterdam ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Eva recuerda que el apodo de Ana era “Miss quack quack”; según ella, la autora del diario, que se convertiría en uno de los íconos del Holocausto, se ganó el apodo porque le encantaba conversar. Y al igual que los Frank, la familia judía de Eva se vio obligada a esconderse. Pero eventualmente sería descubierta y enviada al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en Polonia.

Después de la guerra, Eva se convirtió en la hermanastra póstuma de Ana Frank cuando su madre se casó con el padre de Ana, Otto Frank.

Eva Geiringer Schloss vivió una infancia feliz con sus padres, Erich y Elfriede, y su hermano mayor, Heinz, en Viena: le encantaba esquiar en las montañas en invierno y nadar en el lago en los meses de verano. Pero las tropas nazis invadieron Austria el 12 de marzo de 1938 para anexar el país a Alemania. De la noche a la mañana, amigos y vecinos se volvieron contra la familia de Eva simplemente porque la familia era judía. Eva tenía 9 años en ese momento.

“Mi mejor amiga era una niña católica. Cuando fui a su casa, su madre me vio llegar, me miró con tanto odio y dijo: ‘Ya no te queremos ver aquí’. Y cerró la puerta en mi cara”, recordó Eva, de 93 años, en una entrevista con el programa Outlook de la BBC. “Estaba en estado de shock. Me fui a casa llorando. Y mi madre dijo: ‘Desafortunadamente, eso es lo que va a pasar, parece que a la gente ya no le agradamos’.

Para escapar de la persecución en Austria, los Geiringer se refugiaron primero en Bélgica y luego en Holanda. Y fue en Amsterdam donde Eva conoció a Ana Frank: la autora del diario más famoso del mundo vivía en el edificio donde se mudaron. “Todos los niños iban a jugar después de la escuela en el área abierta (del edificio). Y un día una niña pequeña se me acercó y se presentó, su nombre era Ana Frank. Ella me preguntó de dónde vengo, dije Austria, y así sucesivamente. ‘¿Así que hablas alemán?’, ella dijo: ‘Oh, mis padres también hablan alemán’. “Después me llevó a su departamento a conocer a su familia. Y así conocí a Otto, quien luego se convirtió en mi padrastro, su hermana y su madre”, cuenta.

Poco después de que los Geiringer llegaran a Amsterdam en 1940, los nazis invadieron Holanda y pronto comenzó la persecución de los judíos. Intentaron salir del país, pero esta vez no pudieron.

La solución final

En 1942, los nazis idearon la llamada “solución final”, el plan para el genocidio del pueblo judío, que culminó con el asesinato de dos tercios de la población judía de Europa. Fue entonces cuando el hermano de Eva, así como otros jóvenes, recibieron una carta de citación para ser enviados a un campo de trabajo nazi en Alemania, y su padre decidió que la familia debería esconderse.

La familia Geiringer se dividió estratégicamente en diferentes casas: Eva se refugió con su madre, mientras que Heinz se escondió con su padre. Como había constantes incursiones de la policía nazi, la resistencia holandesa construyó un pequeño escondite para Eva y su madre en el baño de la casa donde estaban refugiadas, detrás de una pared falsa.

Después de dos años de esconderse, el 11 de mayo de 1944, el día en que Eva cumplió 15 años, sucedió lo que los Geiringer temían. “De repente llamaron a la puerta. Bueno, por la mañana no hubo problema. El dueño de la casa bajó y abrió la puerta. Había dos nazis y dos policías holandeses. Subieron las escaleras y fueron directamente hacia mi madre y hacia mí”. La familia de Eva había sido traicionada por un doble agente de la Resistencia holandesa.

Posteriormente, los Geiringer fueron llevados en un tren de carga al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, dentro de un vagón de ganado. “Alrededor de 70 personas fueron empujadas dentro (del vagón). No había lugar para sentarse, solo en el piso. Trajeron dos cubetas, una para agua y otra para (usar) como inodoro. Una pequeña cubeta común”. En ese momento, todavía no sabían a dónde iban.

Cuando llegaron a Auschwitz, en territorio polaco, los hombres fueron separados casi de inmediato de las mujeres. Eva tuvo entonces que despedirse de su padre y su hermano. “Fue una despedida terrible, porque nos dimos cuenta de que tal vez nunca más nos volviéramos a ver”, dice. Eva y su madre fueron llevadas a Birkenau, un anexo de Auschwitz, donde se sometieron a otra inspección, esta vez a cargo de Josef Mengele, el médico nazi conocido como el “Ángel de la Muerte”.

Al menos 1,1 millón de personas serían asesinadas en Auschwitz, campo de concentración que, con sus cámaras de gas y crematorios, se convertiría en el complejo de campos de exterminio más mortífero del Tercer Reich.

Despedida terrible: la última vez que estuvieron en familia

“Viajamos durante unos tres o cuatro días. La gente se desmayaba, lloraba, hacía un clima terrible”. El viaje en tren fue la última vez que los Geiringer estuvieron todos juntos como familia. “Mi padre se disculpó con nosotros, dijo que ya no podía protegernos”. “Y nos dio instrucciones: ‘Siempre lávense las manos, traten de ayudarse siempre. Intentaremos permanecer juntos. Recuerden: tenemos una oportunidad, podemos lograrlo, los cuatro’”. Cuando llegaron a Auschwitz, en territorio polaco, los hombres fueron separados casi de inmediato de las mujeres. Eva tuvo entonces que despedirse de su padre y su hermano. “Fue una despedida terrible, porque nos dimos cuenta de que tal vez nunca más nos volviéramos a ver”, dice Eva.

Un milagro: las condiciones eran deplorables

Las condiciones en el campamento eran deplorables: Eva y su madre no solo se infestaron de piojos, también pasaron hambre. Eva cuenta que inicialmente las llevaron a trabajar a un cobertizo, donde se buscaban objetos de valor entre las pertenencias de los judíos encarcelados. “Era un trabajo mucho mejor (que los otros), porque encontrábamos comida. Una de mis tareas era abrir los dobladillos de toda la ropa, porque la gente escondía dinero, joyas, todo tipo de comida en la ropa”. Durante un descanso, sucedió algo inesperado: Eva vio a un hombre con un uniforme a rayas al otro lado de la cerca parecido a su padre. “Dije: Papi, padre... El hombre se dio la vuelta, ¡y era mi padre! Un gran milagro también”.

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