Nadar en Malvinas

Nadar en Malvinas

Este es un fragmento de Malvinas, entre brazadas y memorias, libro en que el autor cuenta cómo unió a nado las dos islas Malvinas.

03 Abril 2022

En pocos lugares del mundo las condiciones suelen ser tan adversas como en este enclave austral. El Dios bueno me estaba dando una gran mano, creo incluso que el Creador ya estaba al tanto de mis escasas dotes de nadador y me preparaba un escenario propicio...

El punto de salida sería Jersey Point, una saliente rocosa con forma de sable corvo situada sobre la isla Gran Malvina. Desde allí, y en línea recta, se encuentra la menor distancia hasta el Promontorio Güemes en la isla Soledad, unos cuatro kilómetros aproximadamente. El cruce se realizaría de este a oeste para mitigar el duro efecto de las corrientes marinas de la zona. Elegir la distancia más corta traía sus beneficios, pero era a la vez riesgoso, en la zona elegida se creaba un verdadero embudo por donde ingresaba el mar con notable potencia. La única posibilidad de éxito era coincidir con la “estoa de marea”, término náutico para definir el momento en el que el nivel permanece fijo en la pleamar o en la bajamar. Debía tocar agua cuando el mar dejaba de crecer para comenzar a bajar y rezar para que ese instante sea lo suficientemente extenso para permitir el cruce a nado…

Minutos antes del mediodía, el velero se posicionó a escasos 400 metros del punto de largada, pero al capitán se lo veía inquieto. Su vista apuntaba al horizonte, tomaba puntos de referencia y de inmediato se clavaba en el corazón del mar. Leía el inmenso espejo de agua como escrudiñando sus más íntimos secretos. Océano y marino murmullaban en vos tenue como dos viejos amantes.

De pronto, su voz retumbó en el silencio del lugar.

–– ¡Al agua! No esperes un segundo más, la ocasión es ahora.

Según los manuales, faltaba una hora para la marea neutra, pero nuestro capitán había traducido entre las aguas un mensaje que las tablas de mareas no estaban en posibilidad de reflejar...

El mar, de un azul profundo y luminoso, seguía planchado como si se tratara de un gran bloque de zafiro, los feroces vientos faltaban a su cita y un sol caribeño acariciaba el mediodía malvinense…

–– ¡Vamos mi viejo! ¡Vas a nadar por los héroes que quedaron en las islas! –– fue el inicial grito de aliento de Pablo Testa.

El entrenamiento diseñado por Pablo me había preparado para nadar a mayor velocidad con el fin de alcanzar lo más rápido posible la otra orilla y evitar así las consecuencias de la corriente…

Ya llevaba más de una hora y media en el agua y a pesar de la protección del neopreno sentí como se enfriaba el cuerpo poco a poco de manera inexorable.

Durante la guerra, varios combatientes estuvieron semanas en sus trincheras con el agua hasta el tobillo. “Después del tercer día el agua ya parecía tibia”, recordó uno de los soldados puntanos compañeros de viaje. Trasladé mis pensamientos a los sobrevivientes del Crucero General Belgrano y del “Isla de los Estados” obligados a nadar para salvar sus vidas.

Era noviembre y las bajas temperaturas del archipiélago se hacían sentir. Imaginé entonces el frio de los meses de abril, mayo y junio y a los soldados a la intemperie, mal alimentados, esquivando metralla y morteros de los ingleses.

Con esas duras referencias fui acercándome a la otra costa. Levanté la cabeza y frente a mí apareció el Promontorio Güemes en todo su esplendor. Desde ese morro de filosas paredes, 42 soldados argentinos tuvieron en vilo durante medio día a 5.000 marines de la élite militar británica…

Agustín Barletti - Escritor y periodista.

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