Por qué es tan difícil terminar con las inundaciones en Tucumán

Por qué es tan difícil terminar con las inundaciones en Tucumán

Los canales requieren mantenimiento. Los canales requieren mantenimiento. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

Tucumán es una tierra de sorpresas. Ocurren hechos que parecen inverosímiles. El latiguillo “Tucumán, no lo entenderías”, que circula en decenas de memes, se aplica a innumerables situaciones. Algunas pueden ser graciosas; otras, irónicas. Pero muchas de ellas resultan desalentadoras. Veamos un ejemplo: si los vecinos de Los Chañaritos (una zona cargada de necesidades ubicada al sur de San Miguel de Tucumán) quieren ir a Yerba Buena deben tomar al menos dos colectivos y el trayecto les puede demandar, con muchísimas suerte, un poco más de una hora y media. Pero cuando llueve fuerte al pie del cerro, ellos suelen terminar con sus casas bajo el agua ¿El motivo? Están cerca del Canal Sur, que recibe todo el líquido que baja desde el oeste. Está muy deteriorado e invariablemente desborda donde ellos viven. Puede no caer una gota en sus barrios, pero si divisan nubes oscuras hacia el lado de San Javier, nada les garantiza que vayan a terminar el día secos.

El sábado pasado no fue la excepción. Es cierto que la lluvia fue descomunal. Pero también que no hace falta que caiga tanta agua para que quede en evidencia que en Tucumán existe una deuda atroz con la infraestructura. Como las personas solemos adaptarnos a las adversidades con cierta facilidad, situaciones tan irregulares como estas parecen formar parte de la cotidianidad. Sabemos que si el cielo se pone negro es mejor no sacar el auto porque puede terminar flotando en alguna avenida. También somos conscientes de que si no nos queda más opción que salir es preferible evitar algunas zonas, porque se convierten en lagunas urbanas en las que podemos ahogarnos (no es exagerado: en diciembre de 2015, un turista murió durante una tormenta debajo del puente de la 24). Inclusive obras de ingeniería relativamente nuevas, como los túneles de la Marco Avellaneda, quedan fuera de servicio en cuanto cae un chaparrón. Y estamos hablando de espacios céntricos. El panorama en muchos barrios del Gran San Miguel -como los que se encuentran en Los Chañaritos- o en varias ciudades del interior suele ser peor.

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Los alrededor de 120 milímetros que se desplomaron sobre la ciudad el sábado constituyen una anormalidad. Pero cuidado: los pronósticos indican que, de a poco, tormentas de esta magnitud comenzarán a volverse frecuentes. De hecho, los números preocupan: entre el sábado y ayer, en la zona pedemontana se acumularon cerca de 180 milímetros, una marca cercana al que suele ser el promedio de todo marzo, según cálculos del doctor en Meteorología Juan Minetti. Y si miramos hacia adelante, el panorama no mejora. Estamos transitando un período de sequía que durará unos 50 años. Esto no quiere decir que no vaya a llover, sino que hará más calor, habrá menos precipitaciones, pero cuando llueva, va a llover en serio. Por ese motivo es fundamental desarrollar planes que ayuden a gestionar el agua, tanto para conservarla y aprovecharla (diques y embalses), como para evitar que genere problemas (canales y desagües).

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Entre los asombrosos videos que circularon por WhatsApp el sábado y el domingo tras la tormenta, hubo un par que sorprendieron más que otros, porque mostraron un paisaje que hasta ahora parecía inédito: la avenida Perón, en Yerba Buena, convertida en un río caudaloso que arrastraba autos ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué estamos haciendo para generar estas reacciones de la naturaleza? O mejor dicho: ¿qué no estamos haciendo para evitarlas? Las respuestas son múltiples. Por un lado está el cambio en el uso del suelo: el desmonte para la agricultura y para permitir que la ciudad crezca genera alteraciones inevitables en el modo en el que escurre el agua. El problema se agrava cuando eso se combina con infraestructura insuficiente y anticuada (y si le agregamos el no menor ingrediente del cambio climático, el combo se torna nefasto).

Veamos el caso de Yerba Buena, por donde corre la viralizada avenida Perón. Es atravesada por varios canales: el Yerba Buena (es la continuación del río Muerto y corre por el Camino de Sirga), el Caínzo-Las Piedras (pasa junto a Alto Verde I y II) y el San Luis (nace en la Solano Vera, se extiende por la calle San Luis y desemboca en el Yerba Buena) son algunos de los más importantes; pero hay otros, como el que va por debajo del Boulevard 9 de Julio. De manera directa o indirecta, la mayoría desagota en el Canal Sur, que, luego de rodear la capital, desemboca en el río Salí. A este último no hay forma de agregarle capacidad, porque lo cercó la ciudad. Hugo Roger Paz, magister en ingeniería hidráulica de la Universidad de Cantabria (España) y docente de la UNT, cree que una de las claves está en disminuir el caudal que se le suma. Algunas opciones: 1) construir el canal La Rinconada, que desviaría agua del Yerba Buena hacia el arroyo El Manantial (obra difícil de hacer porque los terrenos que se necesitan están ocupados por barrios y emprendimientos privados, y porque es proyecto muy caro); 2) consolidar el canal Caínzo, un reclamo fuerte de los vecinos de Alto Verde; 3) construir lagunas de laminación para frenar el agua antes de que desemboque en el Canal Sur. La obra que está por comenzar en la intersección de la calle San Luis con el Camino de Sirga tiene ese objetivo y generará algo de alivio si es que la terminan.

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La falta de canales y la vejez de los que existen no es sólo un problema de Yerba Buena. Ocurre en muchas otros lugares de la provincia. Es un problema de infraestructura que está generalizado. De hecho, las posibilidades enumeradas más arriba son apenas parches para un escenario complejísimo y cuya solución requiere consenso, planificación y financiamiento. Tres cosas que hoy están más cerca del deseo que de la realidad. De hecho, desde el lunes, funcionarios de la Municipalidad capitalina y sus colegas del Gobierno provincial se culpan mutuamente por las consecuencias de la lluvia.

En marzo de 2017, el entonces subsecretario de Planificación Urbana de San Miguel de Tucumán, Luis Lobo Chaklián, proponía un plan para terminar con las inundaciones en el área urbana. Además de conseguir el dinero, era necesario cumplir con una condición simple: que las autoridades de la capital, de Yerba Buena, de Tafí Viejo y de la Provincia se pusieran de acuerdo. Pasaron cinco años, todavía siguen peleando y aún no sabemos si la próxima lluvia nos va a dejar bajo el agua.

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