Lajos Szalay, un maestro del dibujo

Lajos Szalay, un maestro del dibujo

En el Centro Cultural Rougés se inaugurará esta noche una exposición con 22 retratos y escenas familiares del gran artista húngaro, que vivió en Tucumán en la edad de oro de la plástica local y enseñó en el Instituto Superior de Artes de la UNT.

Lajos Szalay, un maestro del dibujo

Será porque es capaz de atrapar una forma o porque define una realidad cualquiera: cuando se comienza a estudiar en las escuelas o academias, los docentes enseñan que el dibujo está en la base de todo arte. Y sí, es la representación y se lo halla en el grabado o la pintura, la escultura o el diseño. ¿No es acaso un dibujo en el espacio una coreografía o cualquier puesta en escena?

Lajos Szalay (vivió entre 1909 y 1995) marcó sus huellas en esta provincia en lo que se conoce como “edad de oro” de las artes plásticas (mediados del siglo pasado); cuando se crea el Instituto Superior de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán bajo la dirección de Lino Eneas Spilimbergo, uno de sus docentes fue el húngaro, que estudió en Budapest y en París, fue corresponsal de guerra y vivió en la capital francesa hasta 1948, como miembro de la delegación de paz de su país al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

El dibujo con tinta fue su principal herramienta; la expresión y el dominio de los medios de expresión. Carlos Alonso, formado en aquella cátedra, describe en uno de sus textos de memorias: “De Szalay siempre recuerdo cómo nos enseñaba a combatir nuestros amaneramientos y nuestros hábitos. Mientras Spilimbergo enseñaba el dibujo académico, Szalay enseñaba a quebrar la línea”. Esas líneas, así explicadas, parecen entremezclarse en algunas obras de sus alumnos y discípulos, como Aurelio Salas, Juan Lanosa, Pedro Molina, el propio Alonso y muchos otros.  

En el Centro Cultural Rougés de la Fundación Miguel Lillo (Laprida 31), con la curaduría de Segundo Ramos, se inaugurará esta noche a las 20 una exposición con 22 de sus dibujos, la mayoría pertenecientes a coleccionistas tucumanos.

Szalay tuvo un reconocimiento tardío en el país, en el que vivió durante 10 años. Sus trabajos más difundidos visibilizan los horrores de la guerra en la que participó; esos son los que se exhibieron en 2012 en el Museo Sívori (Buenos Aires) como parte de una muestra de la Fundación Kovács-Gabor, y en 2019, en el mismo lugar.  

Pero los que se podrán observar en esta ciudad desde hoy son retratos familiares, otros con motivos religiosos y algunos de la mitología grecorromana.

La línea de Lajos Sazlay es fuerte y expresiva (véase “Mujer con niño y girasol” o “Los hacheros”), pero también delgada, débil (“Los amantes”), aunque no abandone su expresionismo. La preocupación por definir la forma y la composición también está presente, como en “La familia”.

Hay mucho que aprender en estas obras, además del disfrute de esas imágenes, encuentros, luchas, romances, familias.

Lajos Szalay, un maestro del dibujo

Cuando llegó a esta ciudad trabajó con Lorenzo Dominguez, Pompeyo Audivert, Víctor Rebuffo y el mismo Spilimbergo. Fueron pocos años (en 1956 fue cesanteado por el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu), pero suficientes para relacionarse al medio con sus ilustraciones de textos y para influir con sus dibujos.

El curador cuenta que vivió en la calle Honduras en la casa de una familia cuyo retrato está en la muestra, y destaca que se trata del único óleo que se haya expuesto en este país.

En la historia

Está claro que Spilimbergo dirigió el Instituto Superior de Artes y que sus obras integran la historia del arte argentino. Pero no debería valorarse menos a Szalay que enseñó distinto (como observa Alonso), con una libertad mayor a lo que la academia se proponía.

“La línea clásica es un dedo que recorre los perfiles; la mía es la línea mosca que zumba alrededor de la forma”, definía.

“Después de mí, es el mejor dibujante del mundo”, es una frase atribuida a Pablo Picasso sobre él. Las opiniones, sean o no de Picasso, dan cuenta de un reconocimiento generalizado.

Tal vez sea el momento de reconocer que Tucumán tuvo otros maestros.

Kandinsky sostiene que mientras el punto sólo es “tensión”, la línea es “tensión” y “dirección”; señala que existen 12 líneas rectas, curvas y mixtas. La línea es el punto en movimiento.

Gloria Zjawin de Gentilini

“El húngaro Lajos Szalay estuvo dotado de un talento especial para la creación artística. Su obra despertó la admiración y el respeto de importantes referentes europeos. Fue reclutado como soldado en el Frente Oriental. Vivir esas desgarradoras escenas en las que la muerte, la desesperación, la violencia, el miedo que acosaba a todos, los tormentos físicos y psíquicos de esta trágica situación, dejaron profundas huellas en su vida. Dejar testimonio a través del dibujo de los dramáticos momentos vividos por la humanidad en estas circunstancias, se convirtió en un deber ético. Su actividad en Tucumán fue intensa. Repartió su tiempo entre la creación artística como dibujante e ilustrador y en la docencia. La exposición de sus obras en nuestra provincia, despertó la admiración de sus colegas, críticos y del público en general, lo mismo que las ilustraciones que realizó para las publicaciones de la Universidad Nacional de Tucumán. Si bien el reconocimiento a su producción, a su trayectoria, era incuestionable en los ámbitos donde se desenvolvía, por momentos sentía una profunda nostalgia por su tierra, aparecían imágenes de los angustiosos y felices momentos vividos en el lejano entorno que lo vio crecer y soñaba con retornar. El artista desplegó una variada temática que remite a su historia de vida. Su amada Hungría cobra presencia a través de expresivos dibujos en los que visibiliza el medio social: familia, amigos, artistas, la vida cotidiana, las fiestas, la devoción popular, la guerra, etc. Su repertorio se enriquece con la representación de escenas de la mitología greco-romana, desnudos, escenas bíblicas, entre otros. También sus imágenes adquieren un carácter localista, norteño, cuando ilustra los poemas de Raúl Galán, además de otros referentes de nuestra región. Los dibujos en blanco y negro o en colores adquieren su máxima expresión en el tratamiento, calidad expresiva, y tensión emotiva-conceptual que Szalay asigna a la ‘línea’. Una línea que se afina hasta desaparecer o se convierte en un trazo vital y enérgico que hiere visualmente el papel. Líneas que envuelven, estallan o se pierden en el espacio organizan un lenguaje figurativo de vertiente expresionista que atrapa y conmueve al espectador por la contundencia de su mensaje”.

Segundo Ramos

“De una manera u otra, todos los grandes dibujantes de nuestra Facultad de Artes tienen la influencia del maestro húngaro. Su vida y obra tienen especial relevancia por la formación que adquieren sus discípulos. En el anecdotario, su acendrado catolicismo lo llevaba a interminables charlas y tertulias con Lino Spilimbergo y quedaron como fiel recuerdo de su paso por aquí. Szalay fue el padre del dibujo en Tucumán, nadie dibujó como él. Sus huellas llegan hasta hoy; quien se precie de ser un dibujante egresado de nuestra Facultad tiene en sus espaldas el peso de su historia y maestría. Esta muestra en homenaje a su paso por Tucumán y el norte, después de más de 65 años, adquiere un valor relevante, por el tiempo, por las 22 obras aquí expuestas, por el coleccionismo que sigue vigente en la búsqueda de sus dibujos y por no dejar caer en el olvido al más grande dibujante que estuvo en nuestra casa de estudios. El Centro Cultural Alberto Rougés de la Fundación Miguel Lillo entra hoy en la historia por rescatar del ostracismo al maestro húngaro en esta exposición”.

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