
UN CLÁSICO QUE SE ACTUALIZA. La nueva edición de Frutos extraños incorpora, por ejemplo, un perfil de Fito Páez.

CRÓNICA
FRUTOS EXTRAÑOS
LEILA GUERRIERO
(Random House – Buenos Aires)
En contra de una frase que no hace más que agasajar al lugar común, vale la pena decir que el oficio más viejo del mundo no es ese que todos creemos, sino otro, poco menos arduo que aquel: el oficio más viejo del mundo es narrar.
Por eso las manos en las cuevas de Altamira; por eso la escritura cuneiforme, los jeroglíficos, la imprenta. De ahí la importancia del lenguaje como herramienta de proa para la comunicación de los hombres: sin lenguaje, no hay relato; sin relato, no hay historia; sin historia, no hay identidad.
En ese camino va Frutos extraños. Entre crónicas y perfiles aparecen Alberto Samid, el Gigante González, una banda de rock de chicos down, Romina Tejerina, los duros 70, René Lavand, Facundo Cabral, un clon de Freddie Mercury, otros tantos.
- Son trabajos de inmersión -sintetiza Guerriero-, de mucho seguimiento y de esperar la ocasión. Yo siempre creí que el periodismo es la gran excusa para meterse en sitios a los que uno no podría meterse de otra forma, y que es, también, la gran excusa para transformarse, cada tanto, en especialista de alguna cosa: tanatopraxia, orquídeas, acromegalia, el negocio de la carne.
Según Guerriero, esta antología proviene de “un trabajo promiscuo en diversos medios: la promiscuidad periodística mía es un tanto proverbial”. Las crónicas, perfiles, discusiones y anotaciones sobre el oficio periodístico que componen el libro fueron publicados en El País y Lateral de España; SoHo, de Colombia; Gatopardo, México-Colombia; La Prensa Gráfica, de El Salvador; Paula y El Mercurio, de Chile; y Latido, Revista La Nación y Lamujerdemivida, de Argentina. O leídos en charlas organizadas por la revista El Malpensante: algo así como la re-construcción teórica del oficio de narrar.
Decir que ciertos pasajes de Frutos extraños conmueven, es decir poco: el lenguaje, preciso como dagas, entra en el cuerpo. Uno puede reír hasta descostillarse con el bizarro Doctor Queen o sufrir como quien pare con Romina Tejerina; preguntarse si en verdad es Yiya Murano una serial-killer o volver a creer en lo que sea con el Equipo Argentino de Antropología Forense.
La de Guerriero es una escritura que atraviesa la piel. Lo que está ahí, frente a uno, es un libro, pero dentro de él hay una historia y, detrás de ella, un narrador, quien hace uso y bien de la materia prima del oficio más viejo del mundo. Porque esos frutos no sólo son extraños; son, también, extraordinarios.
© LA GACETA
Hernán Carbonel







