El esfuerzo de ser tucumano

El esfuerzo de ser tucumano

El 9 de Julio, contra toda grieta, une a los tucumanos. Pero pareciera que el viernes fue otra fecha. El Presidente lanzó dardos. La interna del oficialismo provincial se coló en la agenda nacional. Y la oposición exhibió sus miserias.

El esfuerzo de ser tucumano

El 9 de Julio de 1816 los congresales fueron llegando de uno a la casona de doña Francisca Bazán de Laguna. Venían dispersos con ilusión de juntarse. Y lo lograron. Y definieron una identidad. Se identificaron con la independencia, con la libertad. Con el tiempo Tucumán fue trocando con qué identificarse. Hubo un tiempo en el que fue azúcar. Otro, en el que fue Universidad. Hubo décadas en el que el teatro y la cultura les servían para tener algo de qué sentirse orgullosos. Tiempo después vino el limón a unirlos. Pero la falla que viene agrietando el país es infalible y se extiende de Ushuaia a La Quiaca. A Tucumán le quedó el 9 de Julio. Es difícil encontrar un habitante de este suelo que no se emocione, que no se alegre, que no encuentre comunión con el otro en la conmemoración de la fecha patria. El 9 de Julio sigue siendo -y tal vez sea el único- punto de encuentro que les queda a los tucumanos. Por eso, que la fecha haya sido un feriado más en el resto del país ofende. Y, que el Presidente de la Nación, el mismo gobernador de la provincia y hasta los que desde la vereda del frente del oficialismo se sienten agredidos por las políticas oficialistas no pudieran rescatar la fecha patria, preocupa. Es comprensible. ¿Por qué habrían de cambiar un día cuando la vida cotidiana es una eterna grieta? Sin embargo, hace un lustro en 2016, los tucumanos -y sus dirigentes- lo hicieron. Una lectora de LA GACETA hizo llegar una reflexión que bien cabe a continuación de estas palabras: “yo pensé cuando participé del festejo del Bicentenario, en donde vi sólo unas chaquetas con el nombre de una intendenta,  y que luego desaparecieron, que habíamos aprendido, que las fechas patrias eran de todos y no de un sector político. Pero no, no aprendimos nada. Una pena, la que pierde es la patria”.  

El 9 de Julio nos dejó claro que la dirigencia política ya está en campaña, por eso los discursos cargados de chicanas y negaciones en la Casa Histórica. Y también permitió contrastar que esa dirigencia no es capaz de escuchar a una sociedad -los reclamos fueron varios, no sólo de un sector social- agotada, que ve -y que siente- que sus preocupaciones, sus intereses, sus negocios y sus necesidades no tienen sentido para quienes manejan las riendas. De lo contrario no se entiende cómo un Presidente sólo puede preocuparse por responderle a un diputado como Máximo Kirchner o de tirarle dardos a alguien a quién él venció, como Mauricio Macri. Una sociedad divorciada, incapaz de dialogar, es difícil que encuentre puntos de unión para sentirse orgullosa y menos que logre identificarse con algún valor común.

La fuerza de la indiferencia

Imposible soslayar ni por un día las diferencias. Después de más de un centenar de jornadas sin verse la cara, el gobernador de la Provincia y su ex aliado Osvaldo Jaldo volvieron a cruzar miradas. Fue en el patio de la Casa Histórica. Lograron el gesto necesario para evitar la crítica o para dar una mínima señal de educación. Chocaron puños y punto. Ese choque de puños obligado por la pandemia no fue un estrechón de manos -esa gran creación del ser humano para decir que se entrega al otro y que no está armado-, fue la metáfora de un choque que no admite palabras. En el entorno del titular del Poder Ejecutivo aceptaron las protestas, la ira y hasta los momentos violentos que se desataron por la movilización de los opositores. En cambio, cuando analizaron los momentos de tensión que ocurrieron en los valles apuntaron todos los cañones contra el legislador Jorge Yapura Astorga. Y eso no es otra cosa que responsabilizar al mismísimo Osvaldo Jaldo, aunque sin nombrarlo, de la imposibilidad de que el Presidente llegue a los valles. Apenas se fue Alberto Fernández, justificaron su inasistencia al acto en la ciudad sagrada de Quilmes por la intervención de aquel legislador. En el Poder Ejecutivo, a Jaldo se lo ignora, pero ningún movimiento que el vicegobernador hace pasa inadvertido. Tanto es el “ninguneo” para el hombre de Trancas que hasta el momento está quedando afuera de las listas para los comicios de noviembre. Si mañana fuera 24 de julio, las huestes del vicegobernador no tendrían ningún casillero libre para ocupar. El verbo se conjuga en potencial porque Manzur es indescifrable incluso para los que van y vienen en el avión oficial. Del jeroglífico manzurista se puede inferir que su relación con Jaldo se ha hecho añicos y que no hay quien la restaure. Que su preocupación principal es cuidar el vínculo con la Nación (el discurso del viernes ante los próceres lo confirma). Que la lista de senadores la encabezará Pablo Yedlin. El diputado saliente no es el centro de los afectos de los equipos del gobernador, pero sin embargo tiene tal cuota de confianza y de agradecimiento por parte de Manzur que nadie podría cuestionar esa postulación. Lo que no ocurriría si estuviéramos hablando de una candidatura a gobernador, que exige otros pergaminos. No sólo hay afecto entre ellos; también compartieron noches de estudio y hasta los sillones donde descansar a la siesta antes de algún examen.

La sorpresa de que Rossana Chahla pudiera encabezar la nómina de Diputados lo incluye al mismo mandatario provincial. Cuando Hugo Haime llegó con sus encuestas bajo el brazo y mostró los números conseguidos por la ministra de Salud quedó claro que no ponerla en la lista sería una imprudencia. Apenas empezó a sonar la postulación de Chahla fue imposible evitar que circule el debate sobre la sucesión por el trono ministerial. ¿Pesará el niño mimado Yedlin a la hora de la designación? ¿O seguirá la doctrina manzurista de que continúen los que vienen atrás en sus respectivas áreas? Si predominara este criterio, Luis Medina Ruiz podría ir comprando traje. De todos modos para que llegue fin de año no faltan seis meses, sino una eternidad. Mientras se intenta descifrar el mutismo del gobernador, va quedando en el olvido el alperovichismo, reducido a una banca legislativa después de tantos años de sumo poder. Toda una construcción tirada por la borda.

Jaldo, mientras reclama los derechos de tener un espacio importante y salible en las papeletas oficialistas, no para de llamar a cuanto contacto figura en su celular para acercarlo a su redil y hasta para proponerle alguna candidatura para el caso de quedarse fuera de la construcción oficial.

Juntos pero separados

¿Quién no tiene un grupo de whatsapp? Es posible que quien no integre uno deba replantearse si es ciudadano de este mundo. Juntos por el Cambio no es la excepción. Y esta semana que no volverá vivirse nunca más puso al borde de un ataque de nervios a más de uno de sus integrantes. No había tildes ni verdes, ni azules. Todas eran rojas. No era para menos. Los radicales se convirtieron en los convidados de piedra en su propio espacio. Apenas se enteraron de que dirigentes del Pro y del alfarista Partido de la Justicia Social los estaban dejando en un segundo plano, un intendente se apeó del caballo; el otro apagó el motor de su auto y los parlamentarios abandonaron sus bancas y tanto la senadora como el diputado se subieron al avión mientras vituperaban todo lo que podían por whatsapp. Lo que había sido pensado como una reunión constitutiva, el miércoles, se convirtió en un desenmascaramiento de las miserias de la oposición. Los dardos fueron y vinieron incluso hasta ayer por la tarde y terminarán el lunes o el martes. Silvia Elías de Pérez, José Cano, Mariano Campero y Roberto Sánchez se subieron al ring cuando vieron que Ramiro Beti, el flamante presidente del Pro, junto con el intendente de Capital, Germán Alfaro, avanzaban en un acuerdo interno. Se sintieron despojados al ver que hasta las llaves de la sede de Juntos por el Cambio quedaban en manos del lord mayor. No sólo bufaban contra ese dúo sino también contra el ex senador Pablo Walter quien también había aportado sus dotes artesanales para tejer acuerdos. Finalmente todo se rompió, ni reunirse pudieron el miércoles pasado y ahora parece que llegarán al miércoles próximo Juntos aunque sin muchos cambios. Son muchos y demasiado diferentes para construir en paz. Los une, sin embargo, la oportunidad. Los atan las ambiciones de poder. Los desafían los discursos que lanzaron en distintos momentos aunque ahora, en las mezquindades propias de los tiempos electorales, se desmientan a sí mismos. La mayoría coincide en que el vendaval de los Fernández los puede dejar en el llano. Para ello deben echar raíces firmes en este 2021, de lo contrario 2023 será muy difícil. Ello implica impedir la llegada de más de una decena de parlamentarios oficialistas al Congreso y asegurarse de que no salten el cerco en el bienio subsiguiente. Esa es la estrategia nacional que los reúne. Los separa 2023. Ahí entran a jugar las ambiciones personales y de cada uno de los integrantes del espacio opositor. El papelón que hizo Pro esta semana desnudó cuan deshilachado está el partido en la provincia. Los mantiene despiertos la ilusión de los referentes nacionales y los seduce el armado paciente y disciplinado de su espejo provincial, Creo. Unida por tantas diferencias la carreta de Juntos por el Cambio, parece que, aún machucada y disminuida, arribará finalmente a la meta este miércoles, como lo dispone la Justicia Electoral. La Coalición Cívica de Sandra Manzone pondrá la sede, los radicales serán protagonistas, el dinero de los comicios que les toca de comicios anteriores se repartiría más equitativamente (21% para Pro, 21% para el alfarismo y 21% para la UCR, y el resto se repartirá en un 8% periódico cada uno) y falta que se pongan de acuerdo en la distribución de los cargos y de los apoderados. Están los que se quieren llevar todo y los que proponen un sistema D’Hont. Esta discusión preanuncia que apenas se inscriban los frentes la carreta se convertirá en un ring. Preanuncia además que no podrá evitar las PASO. Hasta anoche no había dos rincones en el cuadrilátero, sino tres. En una esquina estarán Alfaro y su esposa, la diputada Beatriz Avila con el Pro como manager; en la otra, los intendentes Sánchez y Campero, con Alfonso Prat Gay como entrenador y -posiblemente- Sebastián Murga (Creo) haciendo sombras con ellos; y en la tercera esquina, Elías de Pérez y Cano, con el sponsoreo de la dirigencia nacional. Todo hace presagiar que llegan juntos por el frente y separados por las PASO.

Cuando los congresales eligieron Tucumán para declarar la Independencia no lo hicieron por los atractivos turísticos, precisamente. Lo hicieron por el peso económico que tenía este terruño que era la estación intermedia entre el Río de la Plata y el Alto Perú. Esa fortaleza se potenció por las palizas que la pasión libertaria les propinó a los realistas. Moraleja: Nadie nos regaló nunca nada. Los méritos los consiguieron los tucumanos sobre la base de esfuerzos y no a las dádivas ni a los guiños con Buenos Aires.

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