¿El escrache es una herencia fascista o un reclamo válido?

Las afrentas públicas, especialmente contra la clase dirigente, son frecuentes en los últimos tiempos. ¿Se las debe aceptar como parte de la democracia?

Roberto Espinosa
Por Roberto Espinosa 27 Junio 2021

“¡Pagá, ladrón! ¡Hace dos años que me debés 100.000 pesos! ¡No te hagás el gil! ¡De honorable no tenés nada!” Tres o cuatro personas vestidas con sacos rojos, amarillos, verdes están frente a un domicilio. Gritan. Redoblantes, Pitos, Matracas. Bocinas. Altoparlantes. Recorren la cuadra con pancartas y letreros para denunciar al vecino moroso. A fines de los 90, se pusieron de moda agencias, cuyo servicio era el escrache público, cuando la persona que las contrataba quería cobrar una deuda. Esta intimidación adquirió luego otro ropaje a través de los estudios de cobranza extrajudiciales. Esta práctica que menoscaba la dignidad de una persona es una de las caras de la afrenta pública que ha ganado terreno en los últimos lustros en el país, como una manera de expresar el malestar de un sector de la ciudadanía contra la clase dirigente y la Justicia.

En esta acción, subyace la violencia, que se suele ejercer en grupos contra un individuo, de esa manera, los manifestantes se animan a hacer cosas que en soledad no harían. La insatisfacción o la impotencia por lograr que un reclamo sea atendido o por ver la impunidad con que actúan los poderosos de turno, constituyen, por lo general, el punto de partida. ¿Qué ocurriría si la víctima reaccionara con agresividad ante el agravio? ¿Sería culpable la persona intimidada?

Hace unos días, Alberto Samid, conocido como “El rey de la carne”, que debe cumplir prisión domiciliaria por una causa por evasión de impuestos, fue insultado por dos mujeres en un restaurante donde estaba almorzando, en obvia violación de la norma. Durante una obra teatral, protagonizada por Luis Brandoni, la dirigente Patricia Bullrich, una de las espectadoras, fue increpada por un abogado que estaba en el público por no respetar los protocolos sanitarios. En mayo pasado, el gobernador Manzur fue blanco de un escrache en su casa en dos oportunidades: padres de alumnos, y comerciantes y gastronómicos.

¿El escrache es una acción fascista? ¿Es válido como parte del juego de la democracia? ¿Una expresión de la intolerancia que nos caracteriza o de la grieta? “Más lastima una onza de deshonra pública que una arroba de infamia secreta”, afirmaba Miguel de Cervantes Saavedra.

Excelente reacción

Eduardo Baumann / Abogado

En el caso de Samid, me parece excelente la reacción de la sociedad. La condena o escrache social que se hace, en este momento y dadas las condiciones políticas por las que atravesamos, creo que es muy bueno que la gente se exteriorice así. Hablamos de actitud fascista, pero el tipo está condenado y porque ha mentido dos cuestiones está gozando de esa pulsera electrónica. Lo que se ha establecido de acuerdo con la ley, él lo está soslayando y hace caso omiso, porque no puede salir de su casa sin que las autoridades penales tomen conocimiento. O sea, el primero que no ha respetado la norma es él. No me parece fascista la actitud que han tenido las dos mujeres porque en estos momentos no tenemos otras armas para repudiar o para hacer saber nuestro descontento. La reacción que tiene la gente es instantánea ante un hecho que te genera ese malestar. Dentro de la democracia, tenemos los medios para expresarnos, y uno es ese. Las mujeres lo hicieron con vehemencia. Acá hay muchas cosas que no funcionan, es propio de estos gobiernos que están pulverizando las instituciones con un montón de actitudes. Son ataques a la república y a la democracia. En Tucumán, por la actitud de Orlando Stoyanoff hay una condena social importante, un escarnio que se está haciendo sobre su persona. La Corte Suprema de Justicia ha iniciado de oficio un sumario administrativo por este hecho, sin embargo, en un caso de la magnitud en el que estamos hablando de la vida de una persona, como el de Parada Parejas y de la chica Tacacho, no hizo nada hasta el día de hoy. Aquí hubo una conversación entre el poder político y el judicial para que el juez Pisa se vaya lo antes posible, por eso es que el gobernador le aceptó la renuncia.

Colectivo e individual

Rosana Aldonate / Psicoanalista-Escritora

“Escrache” del genovés “scraccé” es sinónimo de fotografía, retrato del rostro, cara fea, mandar al frente. ”Escrachar” es dejar en evidencia, golpear duramente a alguien. Para la RAE, es romper, destruir, aplastar, fotografiar una persona. El escrache tiene historia. En 1907 se usaba “escrachar” cuando en la prensa escrita se ridiculizaba a alguien por medio de un retrato público en tono de burla, junto a su fotografía. Tomó el modo de la protesta, método de acción política directa, denuncia pública, herramienta punitiva que busca exposición y condena social para el denunciado. Utilizado por agrupaciones de derechos humanos, colectivos feministas y adolescentes en colegios y redes sociales. Habría que diferenciar estos escraches planificados, herramienta política de agrupaciones y colectivos como prácticas de protesta en democracia, de escraches circunstanciales-espontáneos protagonizados por particulares, como desahogo de pasiones individuales (cólera, odio, indignación), instigadas desde sentidos comunes. En este último tipo de escrache, quien lo realiza se asume “justiciero” arrogándose una función de denuncia o de control social sobre la conducta del escrachado, al que juzga infringiendo una norma o una pena. Irrumpe en la escena pública con la revelación de una supuesta “verdad” que termina con la cortesía de las apariencias, indignado por el mal hecho por otro. El escrachado en el lugar de objeto golpeado, estigmatizado portador de un goce malo segregado, demérito que el escrache procura evidenciar. La huida es comúnmente su salida. Este escrache, generalizado al presente por falta de vergüenza y dominio de sí propio de la época, sumado al predominio de la imagen, desencadena la agresividad verbal para “mandar al frente” al otro, fotografiando su “cara fea”, capturada por el celular que escribe con luz el rostro cruel de la discordia social.

No se puede consentir

José Luis Avignone / Dirigente político

El escrache de por sí es repudiable, nos hace retrotraer en el tiempo a una práctica nazi fascista que han sufrido especialmente los judíos. En la Argentina, se puso de moda cuando los hijos o familiares de desaparecidos localizaban dónde vivían los represores de ese entonces que habían cometido delitos de lesa humanidad, y les hacían un escrache. Era la organización Hijos, principalmente. Ahora, trasladado a este tiempo, no deja de ser una práctica fascista, pero desde ningún punto de vista puede ser tolerado o se puede consentir por más repudiable que sea la persona o institución a la que va dirigida este tipo de actitudes, para eso, está la ley. Para mí esto no entra dentro del juego de la democracia, si no, que muchas veces por la lentitud de la Justicia, la gente quiere expresar con este tipo de cosas un repudio. Esto puede ser el preludio, en algunos casos, de hechos de violencia, como querer hacer justicia por mano propia. Cuando fue la caída de De la Rúa, la gente veía un político caminando o en una confitería y lo empezaban a aplaudir con “¡el que se vayan todos!” Sin ser el príncipe valiente, yo me quedaba callado porque no era merecedor de los insultos, estos tipos se aprovechaban que eran una especie de manada, que iba contra una persona que podía estar con su familia y que en forma indefensa se veía atropellada por esta horda. Si los hechos pasan a otro terreno quedan en el carácter de cada uno.

Punto de vista

Una sensación de anomia

Por Raúl Arué / Magister en Sociología Aplicada

Ha habido distintas formas de referirse al escrache. Las primeras manifestaciones tenían que ver con los militares que no habían sido condenados por la Justicia, entonces ciertos manifestantes de derechos humanos hacían escraches. En ese contexto, el escrache surgía como una respuesta a la inacción de la Justicia o alguna cuestión que tenía con un comportamiento alejado de las normas sociales y que no había sido sancionado correctamente, o sea, frente a la impunidad, la respuesta era el escrache. Si los canales institucionales vinculados con la cuestión de penalizar determinados comportamientos considerados penados por la ley o socialmente como algo impropio frente al hecho de que no funcionan los caminos institucionales, surge esta posibilidad de reacción que es el escrache.

También en otros contextos, se lo emplea como una forma de demostrar cierta aversión política. No sé si es el caso de Patricia Bullrich, porque el abogado dijo que no sabía que era ella, que estaba en esa situación donde había personas que no respetaban las normas establecidas como las del aforo en los lugares, entonces él actuó. Se han dado otros casos donde personas que han tenido algún tipo de denuncias por corrupción o que no han cumplido con determinadas normas, entonces hay como un repudio frente a esas concepciones políticas que hablan desde una mirada ideológica. Me acuerdo de un escrache a Kicillof cuando era ministro de Economía en el Buquebús. Hubo una situación de ese estilo.

El escrache manifiesta una sensación de anomia, en la sociedad las normas no están funcionando correctamente, que es lo que siente la persona que va a realizar este tipo de acciones, siente que los caminos institucionales no están funcionando, entonces frente a eso, la forma de demostrar enojo, antipatía, surge el escrache que puede tener un componente fuertemente ideológico, pero que se asienta en la idea de que hay una sensación de anomia.

Si hay caminos institucionales que funcionan, el disenso político se tiene que resolver en los ámbitos de discusión política, si no estoy de acuerdo con determinadas acciones que realiza el gobernador, lo que tengo que hacer es discutir esas cuestiones en el ámbito político, no ir a la casa y hacer un escrache, por ejemplo. Cuando eso está coartado porque no hay libertad de expresión o lo que fuera, tendríamos que ver si el escrache es la mejor forma de demostrar ese malestar.

¿Cómo me sentiría si fuera víctima de un escrache? Seguramente muy mal. También hay que tener en cuenta que es probable que la persona que siente el malestar piense frente a determinada situación, seguramente no es lo mismo que piensa la persona que es objeto de escrache. Por ejemplo, cualquier funcionario político tendrá sus razones para desarrollar determinadas estrategias políticas, algunas serán pensando en el bien común y otras en intereses personales, pero siempre la autojustificación tendrá que ver con el bien común. Entonces esa persona que siente que ha actuado por el bien común si se enfrenta a una situación de escrache, por supuesto que se sentirá mal. Todo depende de las interpretaciones que uno haga de las distintas situaciones y cómo las personas se pueden ver afectadas por determinadas acciones. Por supuesto, si yo desapruebo a algún alumno y viene a mi casa a hacerme un escrache, me voy a sentir muy mal, seguramente. El escrache tiene un componente violento y la reacción también puede ser violenta.

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