Espondilitis, una autoinmune que se "disfraza" de lumbalgia

Afecta más a varones jóvenes y su inespecífico síntoma inicial retrasa mucho el diagnóstico. Es clave la interconsulta precoz

 El DOLOR NO SE VA. Si es peor en reposo y perdés movilidad lumbar, consultá urgente con reumatología. El DOLOR NO SE VA. Si es peor en reposo y perdés movilidad lumbar, consultá urgente con reumatología.

Es varón. Ronda los 30 años; hace actividad física, pero no deportes de contacto, y el trabajo no le exige grandes esfuerzos a su espalda. Sin embargo, el dolor en la zona lumbar es cada vez más insoportable. Con esta descripción la sospecha debería encenderse de inmediato, pero no ocurre porque la espondilitis anquilosante, con ese nombre difícil de pronunciar, tiene muy poca prensa, y se la considera una enfermedad poco frecuente.

“Sin embargo, cada vez llegan más personas al consultorio; lamentablemente, en muchos de los casos, con la enfermedad avanzada”, destaca el reumatólogo Rodolfo Pérez Alamino, miembro del equipo del hospital Avellaneda. De muestra, un testimonio que ayude a procesar lo inimaginable para quien no lo vive: el dolor permanente y la peregrinación en busca de una solución.

“Tengo 39 años y hace 7 que el dolor no me da tregua; pero al menos (desde hace muy poquito) sé lo que tengo. Recorrí consultorios de traumatología todo este tiempo. Me hicieron placas y hallaron hernias de disco; me prescribieron analgésicos y fisioterapia... pero el dolor no se fue. Por fin, uno de los traumatólogos que me vio me hizo la derivación a reumatología. El dolor sigue sin irse, pero al menos estoy esperando la respuesta de la obra social para empezar el tratamiento”. Así sintetizó su historia Gabriel F. (por razones laborales prefiere mantener en reserva su apellido).

“Lo peor llega por las mañanas, cuando intento levantarme de la cama, todo encorvado. La bendición, cuando me hacen masajes, porque entonces la musculatura de la espalda, sobrecargada de trabajo por la enfermedad, se afloja”, añade.

Gabriel sabe ahora que vive con espondilitis anquilosante. Las imágenes más nuevas muestran que en su caso el compromiso ya llega hasta las articulaciones de la columna dorsal.

De qué hablamos

Es una enfermedad autoinmune cónica e inflamatoria (se “ensaña” con los sitios donde se insertan los tendones y los ligamentos), de curso lento pero progresivo. Se da con más frecuencia en varones (la relación es de 3 a 1) jóvenes, y está estrechamente ligada a la presencia de ciertos genes, por lo que se la considera hereditaria, informa en su sitio web la Sociedad Argentina de Reumatología.

“Afecta principalmente lo que llamamos esqueleto axial, o sea el que determina nuestro eje (las articulaciones sacroilíacas y la columna) -explica Pérez Alamino-; pero también puede afectar otras articulaciones, como caderas, rodillas y tobillos”.

“El síntoma clave es el dolor lumbar crónico, definido como el que dura más de tres meses -añade-. Pero este es un problema muy común en la población, así que hay que estar alerta; y es fundamental esta alerta en los traumatólogos, ya que hay rasgos diferenciales”.

Un dato diferencial: el dolor suele despertar a quien vive con espondilitis varias veces por la noche e imposibilita el descanso; y por la mañana es imposible arrancar el día sin padecerlo. Otro: a diferencia de las lumbalgias mecánicas, esta, que es inflamatoria y no mejora con el reposo, sino todo lo contrario.

Y hay más señales que indican la premura de la interconsulta: “algunas personas inician la enfermedad con uveítis, inflamación de la capa media del tejido de la pared ocular (úvea, de ahí su nombre). Las señales de la uveítis, que incluyen el enrojecimiento, dolor y visión borrosa, suelen aparecer de repente y empeorar con rapidez, y son otra llamada de atención para sospechar espondilitis”, informa Pérez Alamino y destaca que con el paso del tiempo, la enfermedad genera rigidez en la columna y limitación progresiva de la movilidad lumbar.

Saber, el gran desafío

Lo de la sospecha es fundamental: al ser una enfermedad lenta y su síntoma inicial muy inespecífico, las personas (como le ocurrió a Gabriel) pueden pasar años hasta llegar al diagnóstico correcto; y no sólo ente nosotros.

“El retraso diagnóstico es un problema mundial, y según relevamientos publicados, varía entre los 7 y los 9 años; en las mujeres puede ser incluso más grave, resaltó Pérez Alamino.

“Hasta 2009 el retraso era aún mayor; disponer de resonancias magnéticas ha acortado los tiempos, pero para hacerlas hay que sospechar la enfermedad; por eso es clave trabajar interdisiplinariamente”, añadió.

Y por ahí van trabajando: “no sólo estamos empujando mayor difusión en la comunidad, sino también en el equipo de salud: médicos clínicos, generalistas, traumatólogos (sobre todo, especialistas en columna), oftalmólogos, kinesiólogos y fisioterapeutas son muchas veces los primeros que atienden estos pacientes”, señaló.

Tratamiento

Como ocurre con todas las enfermedades autoinmunes, la espondilitis anquilosante no tiene cura, pero las actuales opciones de tratamiento han modificado el curso de la enfermedad y dan una respuesta significativa en diferentes áreas (dolor, rigidez, fatiga), lo que permite clara mejoría en la calidad de vida.

A las terapias medicamentosas es muy importante sumarle un plan de rehabilitación adecuado, que incluya fundamentalmente ejercicios y gimnasia acuática, destaca el sitio de la Sociedad Argentina de Reumatología y añade: “en los casos muy avanzados existe también una solución quirúrgica: las vértebras que adquirieron rigidez son liberadas y vueltas a sujetar en la posición correcta con placas metálicas. Esta operación es complicada y de no poco riesgo, pero puede mejorar considerablemente la calidad de vida del paciente”.

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