“Para mí, escribir es jugar con el exorcismo del dolor”

“Para mí, escribir es jugar con el exorcismo del dolor”

El teatrista tucumano vive y trabaja parte del año en Italia. Un regreso a la provincia demorado por la pandemia. El Gymnasium y “El Hombre de la Mancha”.

Sobre la infinita blancura sin nombres de este pañuelo pariré a todos los que se llevaron y no solo a ellos. No me olvidaré de ninguno. Todos serán mis hijos porque ellos me han dejado embarazada para siempre…” Las palabras del monólogo que dice Graciela Jaeger sobrevuelan los pensamientos de una plaza tucumana en 1991. La mirada interior exorciza las sombras que deambulan en el insomnio. “Para mí, escribir es jugar con el exorcismo del dolor para tratar de extirpar, así sea de un modo ilusorio, una pesadilla”, afirma. Sus padres tuvieron mucho que ver en su formación. “Mamá era maestra rural y amaba la educación. Papá era ingeniero y, además, un lector apasionado. Podía hablar de cualquier tema con él, desde cuestiones relacionadas con las ciencias ‘duras’ a literatura, historia, arte, etcétera. Mamá era una persona con un gran sentido del humor y sabía relatar cuentos con muchísima gracia y teatralidad. Papá era muy analítico y sensible, muy tranquilo, paciente y tenaz”, evoca el tucumano Carlos Alsina, dramaturgo, actor, director, mentor de la sala teatral independiente El Pulmón, a quien la pandemia no lo ha dejado regresar de Italia, donde suele vivir y enseñar la mitad del año. Hace pocas semanas, el Instituto Nacional del Teatro le ha publicado “Teatro para hacer con dos centavos”, libro que reúne 20 obras nuevas. Los fantasmas de William Shakespeare, Anton Chejov, Bertold Brecht, Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández, viajan en sus alforjas como viejos amigos.

- ¿En qué medida te marcó el Gymnasium en tu inclinación por el arte y la literatura? ¿Qué profesores que te influyeron?

- El Gymnasium fue una de las cosas más importantes y lindas que me pasaron en la vida. Allí aprendí a desarrollar mi capacidad crítica y a profundizar lo que mis padres me transmitían. Muchos profesores influyeron: Dionisio Paz, Germán Torrens, Coco Leiva, Ángel Leiva, Pablo Ferrari, Luis Bonano, Ramón Ardiles, Ana Victoria Robles, José Bruguera, Teresa Montaldo, Canal Feijóo, etc. Muchos fueron cesanteados en el golpe del 76.

- ¿Cómo se produce tu despertar al teatro?

- Fue a partir de ver “El Hombre de la Mancha”, en el teatro Alberdi, en 1973. Me conmovió profundamente. A veces pienso que aún estoy en esa butaca y que todo lo que pasó después, incluso estas líneas, son parte de un sueño. Quizás nunca me levanté de aquella butaca. Tuve la suerte de que, siendo muy joven, sentí y comprendí qué quería en la vida. En el Gymnasium había una materia opcional, “Teatro”, me inscribí inmediatamente.

- ¿Cómo fueron tus comienzos actorales? ¿Qué enseñanzas te dejó tu paso por Nuestro Teatro?

- Comencé en un grupo que se llamaba Dos de Teatro, conformado por estudiantes del Gymnasium y de la Escuela Sarmiento. Manucho Llorens, que lo dirigía, me invitó al Teatro Hystrios. Los conductores de este grupo independiente, Renée Jaitt y el Gallego Caro, con el golpe militar, se exiliaron. Entonces ingresé a Nuestro Teatro, conducido por Oscar Quiroga y Rosita Ávila. Al poco tiempo, Rosita, generosamente, me ofreció actuar en una obra para niños y después Oscar me invitó a trabajar en un texto suyo para adultos. Participé en algunas obras, recuerdo “Los Prójimos”, de Carlos Gorostiza. Era una época en que no se podía decir la palabra “sindicato” en el escenario. La tuvimos que cambiar por “mutual”. Tan estúpida era la censura. Había que presentar los textos antes de representarlos para que sean aprobados. Nuestro Teatro me enseñó qué era el teatro independiente, concebido como una totalidad en la cual los actores y actrices hacíamos todo, desde limpiar la sala a construir la escenografía, poner las luces, conseguir avisos para financiar la puesta, etc. Es lo que trato de aplicar en el teatro El Pulmón. Entendí que, en la expresión artística, es fundamental construir la totalidad del proceso productivo y no solo un fragmento.

- ¿Cuándo comenzás a escribir teatro? ¿Escribías antes poemas o cuentos?

- Empecé a escribir teatro observando las puestas de Oscar. Analizaba con atención las reacciones del público y lo que funcionaba o no. Comencé así, a escribir desde la “cocina” del teatro. La dramaturgia es la crisálida del vuelo vital del teatro. Antes escribía secretamente poesías (aún lo sigo haciendo tal vez como una forma de conspiración íntima) y también algunos cuentos.

- ¿Qué temática abordaba “Contrapunto”, tu primer texto teatral? ¿Cómo te vinculás con Gustavo Geirola y deciden estrenar sus piezas en el Metropol?

- Fue mi primer texto teatral representado, en 1982, en la sala del Hotel Metropol, por el grupo Teatro de Hoy que fundamos con Geirola, Cuca Navajas y Gabriela Abad. Antes había escrito otros textos muy flojitos. Nunca se representaron y espero que se hayan perdido en mis numerosas mudanzas. Contrapunto abordaba una temática de pareja. La dictadura unió y separó a muchas. La obra, breve, se representó con otro texto corto de Gustavo. Ambos aludían, metafóricamente, a la represión de la dictadura. Gustavo se había instalado en Tucumán en 1980 y dictó unos cursos de semiología teatral. Allí que surgió la idea de fundar un grupo que representara textos de autores locales. Así nació Teatro de Hoy.

- ¿Cómo se produce tu ida a Alemania? ¿Qué te atraía de Brecht? ¿Qué aprendiste en el Berliner Ensemble?

- Gané una beca por concurso nacional en el Fondo Nacional de las Artes entre más de 300 participantes de todo el país. Propuse investigar los puntos de contacto entre el método de las acciones físicas del último período de Stanislavski y el teatro realista dialéctico de Brecht, en el Berliner Ensemble, el teatro fundado por Brecht. Fue en 1988, antes de que cayera el Muro. Estuve algunos meses en Berlín y fue muy interesante lo que logré extraer de los escritos de Brecht en especial los del final de su vida. Además de tener acceso su archivo personal, entrevisté a directores -que llegaron a codirigir con él-, actores, actrices, escenógrafos y técnicos, a su yerno (un gran actor) y a su hija. Ese trabajo de investigación está editado en un libro publicado en Roma por Dino Audino Editor y también en español en el libro digital “De Stanislavski a Brecht”, editado por Argus-a, editorial dirigida por Geirola.

- ¿Cómo llega Dario Fo a tu vida? ¿Profundizaste con él el estudio de la Commedia dell’ Arte?

- Conocí a Fo en Berlín, luego del estreno que de una de sus obras que el Berliner Ensemble había hecho. Durante la cena posterior, los alemanes nos sentaron cerca para que pudiéramos comunicarnos en idiomas semejantes. Simpatizamos de inmediato. Luego, volví a la Argentina en 1989 y representé algunas obras suyas. La hiperinflación de aquellos años me llevó a emigrar a Italia en 1990, junto a mi compañera de entonces y a su hijo, pues ellos podían obtener la ciudadanía italiana. Le escribí a Fo pidiéndole que me permitiera observar sus ensayos. Él aceptó. Vendimos lo poco que teníamos en Tucumán, compramos tres pasajes a crédito sin regreso y nos fuimos. Fo fue muy generoso. Trabajé con él en alguna de sus obras y me contrató para que le organizara el archivo. Así logré establecer los contactos entre la primitiva Commedia Dell’ Arte y una teatralidad contemporánea. Pocos años después, en 1997, Dario ganaría el Premio Nobel de Literatura.

- ¿Qué te atrajo de la docencia? ¿Tus primeros seminarios internacionales los das en Italia? ¿Tenés una metodología propia?

- Siempre me gustó compartir lo que podía aprender. Mis primeros seminarios internacionales los di en Lima, en un teatro independiente llamado “Cocolido”, en 1988, antes de viajar a Alemania. En Italia comencé enseñar en 1991. Después trabajé en Suiza, Brasil, Alemania, etc., pero siempre volví y di seminarios o cursos en Tucumán y en otros lugares del país. Mi metodología se hace propia a partir de los seminarios que doy sobre Chejov, Shakespeare y Brecht. La base la obtuve de dos fuentes: los aportes de Raúl Serrano, que me llegaron a través de los cursos organizados por la Asociación Argentina de Actores y dictados por Justo Gisbert, en Tucumán entre 1982 y 1986, y lo aprendido en el Berliner Ensamble. Este aporte metodológico fue fundamental.

- ¿Tu teatro se enmarca principalmente en el terreno de lo social y político? ¿Qué otros asuntos te interesan?

- Todo teatro, como cada acción humana, es político. De las más de 60 obras que escribí creo distinguir dos vertientes: una más intimista y otra más, digámoslo así, colectiva. Escribí géneros teatrales muy diversos como comedias, dramas, tragedias, farsas, sátiras, grotescos, etc. En todos los casos, escribí sobre lo que me dolía personalmente, así sea en la forma de una comedia. De tal manera exorcicé los dolores y las caídas. Jamás escribí una obra por interés económico o comercial. Sucede que a mí también me duele lo colectivo, no sólo lo individual.

- ¿Qué satisfacciones te dieron los premios internacionales?

- Por supuesto que muchas. Pero intento cuidarme mucho tanto del “cholulismo”, como del “chauvinismo”. En el hall del teatro El Pulmón hay una frase que me guía: “Ni por la gloria ni por la vanidad; solo por la certeza de la pasión”.

- ¿Se puede hablar de un teatro tucumano con características y estética propias?

- Creo que sí. Hay un tipo de humor, de expresión verbal, de “rapidez”, de profundidad, que lo hacen particular. Lo que no creo es que haya un estilo estético común. ¡Menos mal! En los últimos años esa tendencia hacia la construcción de una teatralidad -con todas sus diferencias, pero en definitiva, propia- se ha consolidado con la aparición de tantos jóvenes dramaturgos y dramaturgas de talento.

- Desde hace varios años alternás tu vida entre Italia y Tucumán, ¿te sentís un híbrido, un desarraigado?

- No. Al contrario. Aprendí, viviendo y viajando tanto, qué significa ser de dónde soy. “Uno es sus raíces” decía Canal Feijóo. Jamás perdí las mías. Es por ello que, en 30 años, me duele mucho que 2020 fue el primer año en el que no pude volver a trabajar a Tucumán debido a la pandemia.

- ¿La vida es una gran obra de teatro?

- Tal vez “la vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo” supo decir un payador criollo. Quizás, como escribió Shakespeare, “la vida no es otra cosa que una sombra que camina. Un pobre actor que se pavonea y agita en el escenario durante una hora y que, después, nadie recuerda”. Quizás nuestra vida sea un fulgor momentáneo en la oscuridad. Espero que, al menos, ese destello nos maraville.

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