Rugby femenino: hay que abrir la cabeza

Rugby femenino: hay que abrir la cabeza

Una discriminatoria publicación de un ex Puma sobre las rugbistas reaviva un largo debate.

EN TUCUMÁN. El seleccionado femenino se concentró por segunda vez en dos meses en Tucumán. Habrá jugadoras tucumanas en un repechaje olímpico en Mónaco. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ÁRAOZ EN TUCUMÁN. El seleccionado femenino se concentró por segunda vez en dos meses en Tucumán. Habrá jugadoras tucumanas en un repechaje olímpico en Mónaco. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ÁRAOZ

“Yo soy yo y mi circunstancia”, sostenía el filósofo José Ortega y Gasset. Con ello daba a entender de que cada uno de nosotros es el resultado de una inseparable conjunción entre los rasgos de nuestra personalidad y los factores externos que influyen necesariamente en la formación de nuestros valores y creencias. Es decir, lo que nos rodea tiene mucho que ver en nuestra forma de ver y de hacer las cosas. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo esas ideas van echando raíces y se hace cada vez más difícil cuestionarlas, algo indispensable para evolucionar. Para crecer, para no estancarse en el mismo lugar, es fundamental la capacidad de abrirse a lo nuevo, incluso si ello contradice lo que hasta ahora creíamos. Aferrarse ciegamente a nuestras ideas previas es negarse a la posibilidad de estar equivocado.

¿A qué viene esta reflexión? A que el martes la Unión Argentina de Rugby emitió en su cuenta de Twitter un mensaje de repudio y rechazo “a cualquier gesto y actitud de discriminación” dirigido a las mujeres que juegan rugby. “Nuestro pleno y total respaldo para nuestra capitana y para todas y cada una de las jugadoras de todo el país”, agregaba el mensaje.

El repudio de la entidad madre no especificó a quién iba dirigido, probablemente por tratarse el destinatario de alguien que vistió la camiseta de Los Pumas en numerosas oportunidades en la década del 80: Andrés “Perica” Courreges. Y es que el ex hooker se había despachado días antes con un oprobioso mensaje contra el rugby femenino en general en sus redes sociales, compartiendo una entrevista a la capitana del seleccionado nacional femenino, la catamarqueña Gimena Mattus (ex jugadora de La Querencia, de Alberdi).

“Qué puede sentir una jugadora de rugby que no tiene formación en divisiones inferiores, no tiene club, no tiene historia, no sabe lo que es el rugby, no es Leona. Ni pantera ni nada, eso un invento del Comité Olímpico de integrar a la mujer al deporte, pero debe haber deportes que pueden practicar y otros que no pueden practicar. Estos dos últimos sábados pude ver la mediocre competencia del 6 Naciones Femenino. Qué decepción, mujeres poco femeninas practicando deportes que solo las habilita a ser denominadas gorditas o tejedoras de bufandas”. Sí, así de ofensivo y arcaico, aunque parezca difícil de creer.

A ver, hay quienes defendieron la postura de Courreges argumentando que cada quien es dueño de opinar lo que quiera. Por supuesto, el derecho a tener una opinión y expresarla no está en discusión, y de hecho nadie le ha impedido a Courreges expresarse. Sin embargo, ese derecho conlleva la responsabilidad de hacerse cargo de lo que uno dice, sobre todo si se lo hace en forma pública y con el mayor impacto que le cabe a una persona reconocida como el ex Puma. Y complementario al derecho a expresarse es el derecho a la réplica por parte de quien se sienta agraviado.

Y lo cierto es que el señor Courreges ha agraviado a una enorme población de mujeres: sólo contando las fichadas en Argentina son más de 6.000, cifra que se amplifica largamente si se incluye a las que juegan en clubes emergentes. Y eso que hace apenas una década no llegaban a 200 en todo el país: así de explosivo ha sido el crecimiento del rugby femenino en el país. Ni hablar si se habla de cifras globales: un análisis de World Rugby señala que en el mundo ya son 2,7 millones de mujeres, más de un cuarto del total de personas que juegan al rugby.

Más allá de lo retrógrado que resulta denostar mujeres por no ajustarse a estándares de femineidad o de tildarlas de “gorditas” y “tejedoras de bufandas”, esas son meras subjetividades. El problema es que además el posteo de Courreges exuda un evidente desconocimiento de la realidad del rugby femenino. Cuestionar lo que siente una jugadora porque “no tiene club” ya es el colmo: las jugadoras no saltan de la plaza al seleccionado. Se forman en clubes, y en casos como el de Alberdi Rugby (uno de los mejores del NOA), fueron las mujeres las que le dieron nacimiento. Cardenales, uno de los clubes más antiguos de Tucumán, tiene en su equipo femenino una máquina de ganar títulos a nivel nacional, regional y provincial.

Desconoce el ex Puma el sacrificio que hacen las jugadoras argentinas para entrenarse sin descuidar su trabajo o sus estudios, porque para ellas aún está lejos la posibilidad de hacer del rugby una profesión. O del sacrificio para ayudar a sus clubes, o del que hacen algunas jugadoras de levantarse antes de las 5 de la mañana para llegar desde Alberdi o desde Aguilares a los entrenamientos en la Academia UAR.

Tampoco es cierto lo de las divisiones inferiores: actualmente, son muchos los equipos femeninos que cuenta con juveniles e infantiles. Y si bien por ahora sólo unas pocas han llegado ya a los planteles superiores, que lo hagan las demás es solo cuestión de tiempo. El rugby masculino también siguió el mismo ciclo en sus comienzos. Y así llegará el día en que a la cancha entren hijas o nietas de jugadoras. Por eso también es una falacia lo de que las jugadoras no tiene historia: la están construyendo. Y dicho sea de paso, hace ya 35 años que existe el rugby de mujeres en Argentina, y hace más de 130 en el Reino Unido. Si eso es no tener historia...

Lo verdaderamente grave del asunto es que todavía son muchos los que por lo bajo comparten los anacronismos de “Perica”. Sin embargo, nadie está obligado a gustar del rugby femenino: siempre está la opción de no mirarlo. Sin embargo, lo que no se puede hacer es detenerlo: tarde o temprano, llegará hasta donde hoy se resisten a dejarlo entrar.

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