Los medicamentos vencidos no se deben tirar a la basura

Los medicamentos vencidos no se deben tirar a la basura

Según la legislación son residuos peligrosos, pero no se controla su manejo. Iniciativa de la carrera de Farmacia de la UNT. Efecto covid.

Los medicamentos vencidos no se deben tirar a la basura

Lentamente vamos aprendiendo que la basura causa gravísimo daño ambiental. Lentamente más gente se suma al esfuerzo de usar menos plástico, compostar residuos orgánicos, separar los otros y alcanzarlos a los puntos verdes.

Pero hay un tipo de basura domiciliaria cuyo manejo correcto -asegura Facundo Moreno Majnach, abogado de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Medio Ambiente- no está contemplado por la normativa sobre Residuos Sólidos Urbanos (RSU): los medicamentos.

¿Te preguntaste qué hacer con comprimidos o jarabes a los que les llegó la fecha de vencimiento? ¿O con el anticonceptivo que no tomaste porque se te pasó y quedó en el blister? No es una pregunta vana: “los medicamentos no son inocuos; si lo fueran, no serían eficaces -advierte Rosana Herrera de Forgas, farmacéutica y especialista en Comunicación en Salud-; por eso deben ser prescriptos por un médico, que conoce la relación riesgo/beneficio en función de la patología y de las características del paciente”.

Así como no son inocuos para las personas, tampoco lo son para el ambiente. “Se los considera contaminantes emergentes”, explica María Inés Tracana, profesora de Farmacognosia de la carrera de Farmacia de la UNT. Son compuestos cuya presencia en el ambiente no se considera significativa en términos de distribución y/o concentración, por lo que pasan inadvertidos, pero que están siendo ampliamente detectados y tienen potencial para generar impacto ecológico y efectos adversos sobre la salud.

“Es un tema poco investigado en Tucumán”, añade Tracana y resalta que es necesario un abordaje integral de esos compuestos, sobre la base de lo que llama “ecofarmacoconciencia”. Se intentó: entre 2017 y 2019 docentes y alumnos de la cátedra llevaron a cabo un proyecto de voluntariado al respecto, al que se sumó en 2018 la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. Los medicamentos que recogían eran sometidos a un proceso de separación e inactivación mediante métodos químicos y otros procedimientos seguros. Pero llegó la pandemia y terminó de ahogar un trabajo que enfrentaba muchas dificultades.

Por qué generan riesgos

“Hay trabajos que demuestran la presencia de 20 principios activos de productos farmacéuticos en aguas residuales consecuencia del descarte -resalta la farmacéutica Alejandra Checa, que hizo la tesis de su maestría en Gestión Ambiental sobre el tema-. Como consecuencia se han hallado, por ejemplo, alteraciones del equilibrio hormonal en peces y reptiles”.

Y así como con las hormonas, pasa con muchos medicamentos de uso frecuente, y hasta abusivo, como el ibuprofeno y los antibióticos (en este caso se “engorda” además un problema mundial ya grave: la resistencia antibacteriana).

Para instituciones hospitalarias o farmacias -resalta Checa-, hay un circuito que, al menos en principio, establece el flujo de los medicamentos vencidos. Pero, ¿qué podemos hacer en casa?

No mucho, lamentablemente. Está vigente desde 1992 la ley nacional 24.051, de Residuos Peligrosos; y Tucumán está adherid por la provincial 6.605. El texto de la primera incluye “desechos de medicamentos y productos farmacéuticos para la salud humana y animal”. También establece un registro de generadores de esos residuos. Pero -como destacó Moreno Majnach-, no incluye los usuarios domiciliarios. Lo más cercano a una solución fue un proyecto de ley de 2009, que proponía la creación de un Programa Nacional de Recolección de Medicamentos Vencidos Domiciliarios... pero no pasó de ahí.

Los entes regulatorios

Tanto la Anmat, en Argentina, como la FDA, en EE.UU., destacan la importancia de descartar medicamentos no utilizados. “Controle su botiquín al menos una vez al año para deshacerse de medicamentos viejos o vencidos. Destruya los vencidos. Elimínelos en el inodoro y no en la basura”, recomienda la Anmat. La idea es reducir la probabilidad de que otras personas los tomen accidentalmente -o utilicen indebidamente- y ayudar a reducir la cantidad de medicamentos que ingresan a los basurales y, en consecuencia, al ambiente.

Pero esa no es una solución suficiente, asegura Tracana. “Incluso en los lugares donde las aguas son tratadas, los filtros no son suficientes para eliminar las micropartículas de los tóxicos emergentes”, advierte, y también ella destaca los daños ya advertidos internacionalmente en la fauna acuática.

Algunas de las dificultades que observa para que se tomen profundas cartas en el asunto son, por un lado, que no hay una norma que regule la recolección segura (en el marco del proyecto e voluntariado llegaron a formular el texto de una ordenanza municipal, pero no fue sancionada) y que, a diferencia de otros RSU, los medicamentos no deben ser separados porque pueden ser reutilizados (lo que implica que pueden ser vendidos), sino porque son peligrosos.

“Hay una cuestión de concepto -destaca Tracana-. No se trata de lograr un negocio; se trata de no seguir dañando el ambiente”.

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