Para los vecinos, El Pelao es un imán de problemas

Para los vecinos, El Pelao es un imán de problemas

Aunque una ley provincial ordena preservar el cerro, los vecinos de la zona insisten en que continúan las construcciones y nuevos loteos en El Pelao, la montaña emblemática del valle de Tafí.

LOTEOS. En el cerro, se aprecian los lotes separados y cada vez más construcciones en marcha. LOTEOS. En el cerro, se aprecian los lotes separados y cada vez más construcciones en marcha.
06 Febrero 2021

Al cerro El Pelao lo agreden por arriba y por abajo, además de haberlo convertido en un símbolo de la urbanización depredadora.

Su paisaje de casas literalmente colgadas del precipicio sumó este verano los ruidos de las fiestas clandestinas; la acumulación de residuos, y su utilización como pista para motos y cuatriciclos. Estos problemas empeoraron la situación de un cerro que el año pasado fue protegido por la Legislatura con una prohibición de construir, justamente, para evitar que siguiera degradándose.

Los vecinos sostuvieron que la construcción irregular persiste, así como el parcelamiento excesivo, y que ese colapso silencioso se manifiesta en las vacaciones. La ilegalidad no ha podido ser erradicada básicamente porque el descontrol permanece, pese a la veda que instauró el Poder Legislativo.

Horacio Mellibousky, vecino del cerro desde hace 18 años, contó que hace aproximadamente dos años comenzó la construcción de casas en lugares no permitidos e ilógicos. Rita Zabala, otra vecina del lugar expresó: “hace 23 años que tengo mi casa aquí, esto de la sobreconstrucción empezó, seguramente, hace menos de 10, aunque no puedo decirlo con exactitud”. Zabala añadió que “ya es normal” que aquí arruinen todos los caminos por venir a andar en moto o cuatriciclo. “No respetan ninguna ley”, agregó.

El problema de la basura

A Zabala le preocupa una de las consecuencias del crecimiento desbordado: la proliferación de desechos, especialmente en la base del cerro y en el arroyo que contornea una de sus laderas. “Es una gran fuente de agua dulce y se la está contaminando, pero nadie es capaz de detener eso”, disparó.

“Esperamos desde hace meses que los legisladores vengan a ver lo que pasa aquí”, reclamó Zabala. Entre las muchas necesidades que tiene, El Pelao requiere una definición sobre si seguirá perteneciendo a la Comuna de El Mollar o pasará a la jurisdicción de Tafí del Valle. No es un problema menor puesto que repercute en la provisión de servicios elementales, como el alumbrado, el mantenimiento de los caminos y, desde luego, la recolección de los residuos.

En El Mollar adujeron siempre que sus recursos eran escasos y en Tafí del Valle esgrimen que los problemas de El Pelao deben ser atendidos por la Comuna. Ni la Intendencia al mando de Francisco Caliva ni la Comuna que dirige Jorge Cruz, ambos del justicialismo tucumano, respondieron las consultas de LA GACETA.

La concejala tafinista Jéssica Yapura Astorga explicó: “en realidad, los problemas de construcción de El Pelao comenzaron hace más de 12 años, en el mandato del exintendente Carlos Rodríguez”.

“Vendieron terrenos a lo loco”

Luis González, otro vecino de ese sector, manifestó: “los conflictos vienen desde siempre. Los dueños de las tierras comenzaron a vender terrenos a lo loco y a dar las construcciones irregulares. Se podría decir que es un asentamiento, pero de casas que no son de cartón”.

Isabel Rodríguez vive en el cerro hace cinco años. Vino de Buenos Aires junto con su esposo -ambos jubilados-. “Llegamos a Tucumán con toda la ilusión de tener nuestra casa en El Pelao. Por diferentes personas nos enteramos que había problemas de contrato, pero en nuestro terreno, no”, dijo. “Hace aproximadamente cuatro años comenzó este problema de la sobreconstrucción. Nosotros preguntamos si a la casa la podíamos hacer en la parte de arriba y nos contestaron que no porque se nos iba a venir abajo todo. Sin embargo, ahora todos construyen ahí y abajo estamos nosotros”, relató Rodríguez con un dejo incertidumbre.

“Nitto” Artaza, empresario musical y vecino desde hace un año, dijo: “tenemos problemas con el agua, pero es porque el sistema de agua lo hicieron hace como 10 años y la cantidad de casas casi que se triplicó. Por ende, no hay suficiente agua para todos”. Esta declaración fue replicada por Luis González, quien añadió: “el agua alcanza para unas 70 casas y ahora hay como 300”. “La ley está reglamentada, pero la responsabilidad de controlar es de El Mollar y no lo hace muy seguido. Cuando recién se dictó la ley vinieron un par de veces, pero nada más”, contó Artaza. Otra residente, Lucía, también habló sobre los efectos de la ley. “Mandaban a controlar a los empleados más inexpertos, a esos que les decís ‘tomá 500 y déjame tranquilo’ y se van”, afirmó.

“En El Mollar, el máximo de metros cuadrados que podes usar para una casa es de 300, en cambio, en Tafí es de 1.500 metros cuadrados y nosotros nos regimos con las leyes de Tafí. Necesitamos un espacio prudencial entre casa y casa para que los vecinos no se sientan amontonados”, afirmó González. Él y Artaza añadieron que en el verano aumentó el malestar por los alquileres y la presencia de jóvenes. Pero así es El Pelao: un imán para las anomalías y los conflictos.

Nadie se hace cargo

El Pelao devuelve la imagen del caos: algunos edificaron en barrancos y otros directamente alambraron la orilla del arroyo para tener una playa privada. Hace un año se le consultó a Hernán Frías Silva, miembro de la familia que heredó el cerro, y él defendió el parcelamiento.  “Vendí lotes de 1.500 metros y propicié un orden”, dijo, y expresó que no tenía nada que ver con el fraccionamiento que había hecho el ex concejal Juan Reyes, acusado del negocio inmobiliario allí. Reyes, en su momento, también negó cualquier tipo de responsabilidad: dijo que sólo fue intermediario de la familia Frías Silva y del ingeniero fallecido Miguel Ángel Frontini.

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