El Expreso de Oriente espera viajeros en El Cadillal

El Expreso de Oriente espera viajeros en El Cadillal

El médico tucumano Ricardo Rasguido recicló un vagón y lo convirtió en parte del emblemático tren que describió Ágatha Christie. Una casa de fin de semana montada sobre rieles.

La recreación del coche-comedor del Expreso de Oriente llega hasta los más puntuales detalles La recreación del coche-comedor del Expreso de Oriente llega hasta los más puntuales detalles

Bienvenidos a bordo del sueño, o del delirio, del doctor Ricardo Rasguido. Acaba de cambiarse el ambo de médico por una gorra de maquinista y está listo para hacerte viajar, en 20 metros cuadrados, a un tiempo, a una película, a una memoria colectiva que quizás jamás fue la tuya; pero que, cuando estés ahí, seguro la vas a sentir como propia. Estás arriba del famoso Expreso de Oriente, pero la estación no es en París ni en Estambul, cabeceras del viaje: es en El Cadillal, con la bruma de un día lluvioso bajando por las montañas tucumanas de fondo.

“Estamos a unos pasos del viaducto El Saladillo, una de las obras ferroviarias faraónicas que tuvo Tucumán. También estamos cerca de los Talleres de Tafí Viejo, un emblema de la vida sobre rieles de nuestro país. Fíjese si hay motivos para instalar una casa-vagón aquí”, dice el médico-maquinista, parado en el balcón del furgón de cola que acaba de restaurar para ir a descansar los fines de semana. “A tomar algo, a hacer un asado, a compartir un rato con amigos y volverse a casa”, simplifica.

El Expreso de Oriente espera viajeros en El Cadillal

Sueño de película

Hace 20 años, un paciente le regaló un vagón. Rasguido, amante de las restauraciones y de acumular trastos que en algún momento pueden brillar, lo aceptó y lo dejó durmiendo en su casa de Yerba Buena. Nunca supo muy bien qué hacer con él o, en realidad, las ideas eran tantas que nunca concretó ninguna. “Hasta que me decidí a restaurarlo. Primero iba a ser un vagón cualquiera, funcional claro. Pero después me enganché con el lbro ‘Asesinato en el Expreso de Oriente’ (de Agatha Christie) y con la película y dije: así lo quiero. Quiero replicar un coche comedor del Expreso de Oriente”, dice Rasguido como quien sabe que cuenta una picardía.

Faltaba entonces quién se subiera a su tren para construir la casa-vagón. Se contactó con un diseñador joven, que ni siquiera le hizo cara rara cuando le planteó la idea. “Nos pusimos a trabajar, hicimos todo el diseño en 3D, lo más detallado posible, replicando incluso los colores originales, las tipografías de las inscripciones del vagón, el logotipo de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits (la empresa que construyó la línea real que unía Europa occidental con el suroeste asiático)”, describe Juan Martín Krapovickas, diseñador y constructor del sueño.

El primer gran desafío fue adaptar el vagón existente al ancho que tenía aquel lujoso tren que recorrió las vías europeas entre 1883 hasta 2009, cuando fue dado de baja. El Express d’Orient era un tren de trocha ancha, mientras que el vagón que recibió de regalo Rasguido era de trocha angosta. Lo siguiente fue trasladarlo hasta el terreno donde finalmente se armaría, y donde ahora se asienta sobre vías y durmientes reales de tren. ”Investigamos muchísimo, leímos libros, vimos documentales, todo el material posible sobre el Expreso de Oriente, además de ver la película, claro. Con el doctor hicimos un gran equipo, eso ha sido fundamental”, explica Krapovickas, quien contó con el apoyo técnico del estudio de arquitectura que fundó su papá y que lleva su apellido.

Juan Martín Krapovickas  fue la otra pata de un proyecto soñado. Juan Martín Krapovickas fue la otra pata de un proyecto soñado.

De chatarras y tesoros

El médico fue el encargado de recorrer “chatarrerías”, como dice él, donde en realidad se encuentran las más preciadas maravillas. “En una escena del filme, durante un interrogatorio para dar con el asesino, los personajes están sentados sobre un barril de leche y sobre una valija de la época. Salí a buscar las dos cosas, y las encontré. A la valija la limpié con un preparado que encontré en Internet y quedó perfecta”, presume. En esos recorridos por anticuarios y demoliciones, con el olfato de sabueso siempre al acecho, encontró también regalos de amigos que conocen bien sus locuras. Fue así que recibió un ventilador Siemens de 1920, que restauró él mismo. “Es mi terapia. Cuando llego a mi casa, tengo mi taller, y me pongo a hacer cosas. El ventilador, con aspas de bronce, quedó brillante”, describe.

Entre los mayores logros que ensanchan el pecho de ambos, cliente y artífice, está el trabajo de herrería del balcón del vagón. Son unas barandas con un diseño icónico, en cuyo centro está el monograma de la compañía de trenes francesa. Claro que ahora, en el centro, tiene una doble R, una licencia para incorporar las iniciales del actual “maquinista”.

El Expreso de Oriente espera viajeros en El Cadillal

Experiencia completa

Lo de las señales es un capítulo aparte. En el acceso al terreno hay un semáforo idéntico al que se usaba en los recorridos ferroviarios, con rojo y azul, color que daba la señal de partir. “Se iluminaba con lámparas a bencina. Buscando lámparas de ese tipo, me encuentro con una que, limpiándola, veo que era de la misma compañía que la señal que ya tenía, la Tyer & Company de Londres. Un milagro”, festeja.

Como era necesario tener un depósito, Rasguido mandó construir un habitáculo idéntico a las cabinas de señaleros de los ferrocarriles. Alta, con techo a dos aguas y con un pararrayos original que está conectado para que cumpla su función.

Adentro, el vagón, que emula al coche-comedor de lujo, se destaca por una barra que con mover dos maderas se convierte en cocina, según la demostración de Rasguido. El deck no estaba en los planes originales de la compañía francesa, pero es el sector que ahora más pasajeros lleva. “Hemos hecho ya varias inauguraciones. Ahora creo que está terminado, pero lo seguiremos inaugurando. La verdad, me encanta que mis amigos se suban a bordo de esta locura”, finaliza el médico.

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