Un deficiente paso que lleva hasta la reforma

Un deficiente paso que lleva hasta la reforma

Un deficiente paso que lleva hasta la reforma

Nadie lo vio venir en medio del agrietamiento bicolor del país por la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En silencio, tras la maratónica sesión en Diputados, apareció el proyecto oficialista de suspensión de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias de la mano de un tucumano que ya tendría el guiño de Manzur para ser candidato a senador: Pablo Yedlin. Y con los mismos argumentos que esgrimió el gobernador: destinar la inversión del gasto electoral para atender los problemas sanitarios derivados de la pandemia. Justificativos razonables para impedir por única vez las PASO en 2021, así como obvia la intencionalidad política: desacomodar a la oposición. Sin embargo, la propuesta vino con fallas; no contempla aspectos “de técnica electoral”. Por ejemplo, deja de lado la interna abierta por razones sanitarias, pero nada dice de las cerradas que igualmente deberían hacerse para que eventualmente cada partido elija a sus candidatos. Se evitan las primarias para que no haya aglomeraciones en tiempos de vacunación o de pospandemia y no se contemplan las posibles votaciones partidarias cerradas -si no hay acuerdos entre dirigentes para evitarlas-, que también necesitan que se abran escuelas o los partidos para que se sufrague. ¿Suponen que no las habrá? Incongruencia e improvisación.

Además, no especifica qué sucederá con el financiamiento del proceso comicial de los que decidan ir a votación, que según la ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral corre por cuenta del Estado cuando son PASO. Cada partido o frente debería costear sus internas cerradas, a la vieja usanza, ¿sin un peso de la Nación? Pero, ¿y en qué fechas? Si agosto era inapropiado para las primarias por cuestiones sanitarias, entonces: ¿cuándo deberían hacerse las internas cerradas? Nada de eso se especifica, no se tuvo en cuenta. ¿Descuido? Tampoco hace referencia a los tiempos de campaña, ni a la actividad proselitista previa a la general, cuestiones que sí están claras en la legislación de las primarias. Una impresión rápida sobre el proyecto es que se armó a las apuradas para satisfacer necesidades políticas sin la opinión de los “profesionales” en vericuetos políticos para imponer reglas electorales, que los hay en el peronismo.

Porque si bien varios gobernadores lo apoyan, el proyecto no llega con consensos parlamentarios previos. Impropio de peronistas, o de políticos avezados: ir con un proyecto sin saber de antemano si se tienen los números para respaldarlo rápidamente en el recinto. De alguna manera lo puso en evidencia el propio Presidente cuando no lo avaló, limitándose a decir que debe ser consensuado en el Congreso. Es de manual, si él no lo propuso, menos puede aprobar una iniciativa cuya suerte no está sellada. Debe intuir que a los camporistas bonaerenses -los soldados de Cristina, los de su jefa política- les disgusta la iniciativa: sin internas abiertas no pueden salir a discutir y demostrar su fortaleza. Los muchachos, en esa eventualidad, tendrán que depender para el armado de las listas de la negociación entre Cristina, Massa y Alberto, y de los intendentes de esa provincia que los miran con desconfianza.

Como bien lo sintetizó alguien que tiene años de experiencia en reformas electorales: obraron como si se tratase de un calendario de vacunación, cuando se trata de un calendario electoral. Todo puede subsanarse luego en negociaciones parlamentarias, pero esta iniciativa sobre las PASO empezó con mal pie. Puede ser una decisión política correcta y con fundamento -desde las pretensiones peronistas- pero sin la mirada de expertos en la materia, porque desconcierta cuando se la analiza.

Sí revela las intenciones políticas. De los 10 diputados que firman el proyecto, dos son tucumanos: Yedlin y Mario Leito; o sea que detrás aparece la mano del albertista Manzur, incansable en su afán de mostrar que es quien vincula a los gobernadores peronistas en pos de consolidar al Presidente. Suspender las PASO va en esa línea porque, como se viene diciendo, la eliminación de las primarias es una apuesta dirigida a complicar a los partidos de la oposición. A debilitarlos, o bien a dividirlos. Y por ende fortalecer a Alberto. La ecuación es simple: si el oficialismo está obligado a repetir la fórmula del 19 -todos unidos triunfaremos-, sin internas y con listas únicas, la oposición derrotada debe acomodarse en el medio de un proceso de renovación y de legitimación de nuevos liderazgos. Las PASO sirven casualmente para ordenar esos procesos internos, especialmente el de los opositores. Sin las primarias, en teoría, los más afectados son los adversarios del oficialismo. Es lo que le sucedió a Cristina en 2017 en Buenos Aires; perdió porque no se unió al randazzismo.

En Tucumán, ¿cómo puede repercutir la suspensión de las primarias abiertas en la oposición? Primero hay que detenerse en las consecuencias: debería haber internas cerradas en los partidos o eventuales alianzas. (Vale repetir lo paradójico del proyecto: suspende las internas abiertas por cuestiones sanitarias; pero se olvida de las cerradas). El proyecto fija que quedan automáticamente proclamados los candidatos si se presenta una sola lista partidaria. Caso contrario serán los propios afiliados de la organización, o de la alianza que se construya -ya sin la participación de los independientes- los que deberán decidir quiénes son sus representantes, contemplando barbijos, alcohol en gel, distanciamiento social o estar vacunados.

Entonces, después de esto, si hay un pacto entre Mariano Campero y Ricardo Bussi: ¿la UCR querrá integrar un frente con FR para que los militantes de ambas estructuras voten en una interna cerrada? La UCR está intervenida hasta el 30 de junio, y su interventor, Luis Argañaraz, anticipó que jamás haría tal alianza con el bussismo. Aunque pueda haber correligionarios que sean afines al discurso antiperonista del legislador republicano, difícilmente la mayoría acompañe esa posible sociedad, menos los que tienen poder de decisión e influencia en el funcionamiento del partido de Alem. En esa jugada, Campero corre solo. Por ahora.

Eso lleva a la pregunta clave: ¿romperá el intendente con la UCR si Bussi no puede ser parte de la amplia alianza que pretende construir? Si no lo hace y si tiene pretensiones de ser candidato, debería someterse a la interna cerrada de la UCR -o de Juntos por el Cambio- o bien negociar su participación en la lista con otros referentes de peso en la coalición opositora: José Cano y Silvia Elías de Pérez. Y también con los de PRO, la Coalición Cívica, Libres del Sur y de eventualmente los de CREO. Muchos para pelear por un espacio en la nómina. O bien evita la interna por razones sanitarias y arma una lista propia con algún partido de distrito; FR lo es.

De entre todos aquellos, el yerbabuenense tiene a favor una estructura territorial que lo respalda política e institucionalmente. Campero aspira a ser el eje de un recambio dirigencial en la UCR y en la oposición. Envía señales en ese sentido, principalmente a un sector de la sociedad a partir de sus continuas conversaciones con Bussi. El mensaje que trasuntan ambos tiene destinatarios: el sector proclive a aceptar alianzas para desplazar al peronismo del poder.

Para el intendente el camino se le presenta más difícil dentro del radicalismo que fuera de él a los fines de consolidarse como figura de recambio. Pero es osado. Por ahora, tanto él como Bussi están beneficiándose individualmente y en conjunto de sus movidas: están en el centro de la escena, refuerzan la política del diálogo y exponen la vocación de unir a la oposición. Es evidente que ambos están haciendo negocio, cada uno beneficiándose en su propia estrategia personal, aunque finalmente no lleguen a buen puerto sus tratativas para construir una lista alternativa para el 21 o para 2023. Es probable porque lo que quiere uno lo rechaza el otro: la presencia del intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro.

Es justamente la ausencia del jefe municipal -por cierto un convidado de piedra en esas charlas- lo que desnuda que por ahora no tienen intenciones de unirse sino de, precisamente, hacer ruido, acaparar la atención, ocupar la casilla del medio del debate y de potenciarse mutuamente. La suspensión de las PASO puede acelerar definiciones. Alfaro, en tanto, optó por apartarse de la dupla porque tiene resuelto qué hacer el año que viene, lo dijo públicamente: presentarse con el PJS y con Beatriz Ávila como candidata a senadora. Avisa, no cierra la puerta, advierte sobre sus condiciones. El capitalino, como su par de Yerba Buena, explota sus ventajas para ser exigente: estructura política, territorial e institucional. Y es pícaro, como le dicen en el peronismo. O un buen rival. Obviamente, el PJS no tendrá que ir a una interna cerrada porque saldrá con lista única; lo mismo que Fuerza Republicana; sin embargo no puede asegurarse lo mismo de la UCR o eventualmente del frente opositor que pueda armarse. Pero pueden argüir razones sanitarias de fuerza mayor para evitarlas.

En ese marco, lo que sí puede vislumbrarse es la concreción del sueño oficialista, o mejor dicho de Manzur: que la oposición salga dividida en la mayor cantidad de expresiones. No tanto porque puedan debilitarse como consecuencia de la suspensión de las PASO sino porque podrían dispersar el voto opositor y permitirle algo que sólo logró su antecesor en la Casa de Gobierno en 2005: llevarse las cuatro bancas de diputados. Claro, para eso el PJ debe hacer una buena elección y los opositores una pésima, como ocurrió hace 15 años. La intención es que se dividan, y empujar esa fragmentación. Hay modos y modos. Y que el D’Hont haga luego lo suyo. En ese marco teórico, a los opositores les quedaría pelear entre sí por la banca por la minoría para el Senado.

¿Cuál sería el motivo para que Manzur quiera replicar “la gran Alperovich” electoral? Sólo hay una respuesta posible: la reforma constitucional. Repetir la historia. Un año después de aquella victoria contundente, el ahora senador de licencia llevó adelante un proceso constituyente que culminó con una nueva Carta Magna en 2006. Un trámite que habilitó la re-reelección y que impuso el sistema de acople en el texto constitucional. En esa ocasión la reelección indefinida pegó en el palo. Manzur, tal vez, la quiera colocar en el ángulo. Claro, para eso luego de los comicios intermedios necesita una ley que habilite la reforma constitucional. Es decir, debe convencer a 33 legisladores que levanten la mano para el manzurismo eterno. Tremendo detalle. Y hoy en la cancha legislativa manda Jaldo. El tranqueño también tiene sus pretensiones. En fin, la suspensión de las PASO vino con fallas pero con razones de peso: priorizar lo sanitario y lo económico, aunque también trasunta otras intenciones y posibles derivaciones.

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