Cómo volvió la actividad a los jardines maternales

Cómo volvió la actividad a los jardines maternales

Al aire libre, en grupos reducidos (hasta 12 chicos) y bajo estrictas normas de bioseguridad comenzaron a funcionar unos 20 establecimientos para los más pequeños.

NUEVA NORMALIDAD. Un grupo de niños de entre tres y siete años juega en uno de los maternales, bajo la modalidad de espacios recreativos.  NUEVA NORMALIDAD. Un grupo de niños de entre tres y siete años juega en uno de los maternales, bajo la modalidad de espacios recreativos.

Después de ocho meses, Benja volvió al jardín. Está todo cambiado, comenzando por él, está más alto, no usa pañales y aspecto de niño (tres años) ya no es un bebé. La señorita lo recibe con barbijo. Él no viste delantal, sino ropa cómoda y en la mochila que dejará ahí toda la semana lleva galletitas y una botellita, todo descartable. Apenas ingresa se le toma la temperatura a él y a la mamá, se ponen alcohol en gel en las manos y se limpian los pies en la alfombra con lavandina. De ahí Benja corre a jugar al aire libre y la mamá se queda a firmar un contrato en el que promete a no llevar al niño por 15 días si tuvo contacto con alguien enfermo de covid-19.

Así es la nueva modalidad permitida por cada municipio, entre ellos los de capital y Yerba Buena, para el funcionamiento de los jardines maternales en su versión de “espacios recreativos”. Así lo acordaron el intendente Germán Alfaro y la Asociación de Jardines Maternales Registrados que preside Nieves Martínez.

“Todas las instituciones estamos trabajando con el mismo protocolo que presentamos al COE para su aprobación. Por ahora tenemos una habilitación municipal”, explican Martínez y su vicepresidenta Susana Carrizo. Esta última, directora del Centro Educativo Materno Infantil (CEMI) de Yerba Buena, cuenta que en los espacios recreativos no hay más de 12 alumnos por grupo, que se dividen en turnos de 9 a 12, de 10 a 13, de 15 a 18 o de 17 a 20. Son jornadas de tres horas, dos o tres veces a la semana.

“Planificamos juegos libres y dirigidos, trabajamos en talleres de cocina, de arte, de gimnasia ... Pueden participar niños de entre tres y siete años”, agrega Silvia Rodríguez de Conejito Saltarín.

Para Clara Bravo, la mamá de Benja, volver a la rutina es un alivio. “Desde los 11 meses que lo mando al jardín. No tiene hermanitos ni amigos con quien jugar ni compartir fuera de sus compañeros del jardín. Yo trabajo y cuando comenzó esta pandemia fue un gran cambio para la familia. Al principio fue más llevadero pero con el correr de los meses ya a Benja se le notaba el cansancio, los cambios de humor, los berrinches, ya no quería jugar con nada. Por eso cuando me avisaron que reabrían el jardín no dudé ni un segundo, fue un alivio total”, confiesa. “Creo que muchas veces no se piensa en la salud mental y en la estabilidad emocional de los chicos, todos necesitamos que vuelvan a funcionar los jardines” escribe con muchos signos de admiración en el WhatsApp.

Al principio los papás venían con un poco de miedo a los contagios, incluso nosotras también teníamos temor, pero ahora están felices” cuentan las hermanas Valeria y Fernanda Ganem dueñas del jardín Capullito. “Los niños no usan barbijo porque la mayoría de las actividades son al aire libre. Pero las maestras sí lo usamos todo el tiempo. Los espacios y los materiales se limpian después de cada turno. Los niños llevan su colación en bolsas descartables que luego se tira”, detallan.

Lorena Mallea Guzman, de Multitaller Burbujitas, ha dividido su espacio en tres grupos, con seis alumnos cada uno. “En nuestro espacio las maestras usamos máscaras, no barbijos, para que los chicos nos puedan ver la cara”, aclara.

Para Romina Ladislay recuperar la rutina ha sido también volver a ver feliz a su única hija: “estos meses de encierro han sido muy duros para mi pequeña. En el jardín tenía sus horarios y al dejar de ir perdió la organización de su día y hasta algunas de sus habilidades sociales. Se volvió muy tímida, como retraída con los otros chicos e incluso, cuando por ahí la llevábamos a los juegos de la plaza que antes le encantaban luego le costaba acercarse porque tenía miedo. Ahora ha vuelto a ser la de antes. Apenas le digo que vamos al jardín se levanta contenta y vuelve a casa más feliz”.

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