Todo es historia: será un campeón para siempre.

Todo es historia: será un campeón para siempre.

La covid-19 se llevó la vida de Rubén Posse, uno de los pilotos más encumbrados de nuestro automovilismo.

Pasaba raudo con su auto de carreras en un rally cualquiera. Y apenas la estela de tierra se diluía en el ambiente, el público se daba vuelta para exclamar: ¡cómo anda Rubén Posse! Con el paso del tiempo y ante su ausencia de las competencias, la frase cambió a un “¡qué lindo sería que vuelva a correr Rubén!”

La historia que todos vamos escribiendo día a día es un rincón inalterable y esencial de nuestras vidas. Es un fluir de recuerdos de momentos, situaciones, personas. En ese intangible espacio-tiempo habita desde ayer el múltiple campeón de automovilismo.

Rubén Antonio Posse nació el 12 de enero de 1967. Formó su hogar en Concepción con María Carolina Gordillo; tuvieron tres hijos: Sofía, Tomás y Alejo. Su vida, esa que escribió por 53 años, fue un ir y venir dominado por su pasión por las carreras, sea sobre un kart, un auto de rally, o uno de cross country.

En su haber aparecen 13 campeonatos, cuatro de ellos en sus comienzos con el karting, y los demás en el rally. Ganó muchísimas carreras. Pero para él hubo otra victoria que todo piloto también disfruta mucho: el cariño, el aliento, el respeto y la admiración de los espectadores.

“Yo era muy metódico para correr. Era de ir a una carrera mucho tiempo antes de su inicio y hacía la ruta. Pero además trabajaba mucho en el auto. Me pasaba días enteros probando piezas. Eso para mí siempre fue una ventaja, pero me llevaba mucho tiempo y tenía su costo. Pero logré buenos resultados”, sostenía.

Habrá tenido 14 o 15 años, cuando le pidió a su papá una moto de 50cc, muy de moda en aquel tiempo, los 80. La respuesta fue un no rotundo. Él insistió. “Entonces quiero un kart para correr como el que tiene mi hermano”. La rebeldía fue exitosa: le trajo un Vara con motor 180ccc.

Sus primeras carreras a los 17 años fueron en trazados callejeros. Y como ganaba seguido en Novicios, salió campeón. Para la última fecha lo dejaron correr en Mayores, pero largando último. En pista estaban Guillermo y Bernardo García Hamilton, ‘Lito’ Mohamed, José Cusumano, Daniel Ale, Ricardo Collado. “Fue en Concepción. Había como 40 karts. Yo largué, y cuando llegué a la primera curva, me dí con un desparramo. Cerré los ojos y me agarré fuerte, no sé cómo fue, pero pasé. De pronto me encontré segundo, detrás de Guillermo, al que después superé. Llegué sin frenos al final. Pero gané”, recordó aquella experiencia.

Con el kart se midió con muchos “picantes” del volante, entre ellos dos insignes vecinos: Roberto y Víctor Hugo Sánchez. Eran luchas a fondo, sin concesiones. “Si no andabas, te pasaban por arriba, así que tenías que pelear”.

Un accidente sufrido por su hermano “Rulín” Posse en 1989 lo puso de frente a una oportunidad de llegar al rally. Debutó ese mismo año en Concepción con un Fiat Regatta que había sido propiedad de Jorge ‘Gringo’ Bescham. Cuándo no, debutó con victoria, al ganar en su categoría, en una carrera que tuvo un ida y vuelta a Las Estancias.

Desde 1990, su vida deportiva se moldeó por completo con el rally. “Corría contra mí mismo, cada curva era un desafío y no medía las consecuencias”, recordó. Así, fue aprendiendo a amoldarse a cada carrera, ayudado por su talento natural y por su profundo conocimiento del auto.

Varios navegantes pasaron por la butaca derecha de Rubén. Con el que estuvo un buen tiempo fue con Carlos Mora. Pero también tuvo grandes experiencias con José Luis Cadiñanos, con José María Drago, con Luis Zárate y en los últimos tiempos, con Salomé Rodríguez y con Fernando Tosi. “Lo único que yo les pedía es que sean sinceros: si estaban perdidos, que me avisen y yo vería qué hacer”.

Tuvo dos experiencias en fechas del Mundial de rally: en la del 92 y en la del 93. Esta última, que compartió con Cadiñanos, lo marcó mucho por las dificultades. “Nos congelábamos en el enlace dentro del auto, entre Tucumán y Córdoba. Íbamos con colchas, no se aguantaba el frío. En un momento pensé: ‘esto no es lo que yo quiero’. En vez de disfrutar, estaba sufriendo. Pero hacer un Mundial era tremendo. Comenzaba 15 días antes con la hoja de ruta, con mil anécdotas lindas y feas en el medio. Nadie me regaló nada, todo era esfuerzo y trabajo”.

Su etapa como corredor de los certámenes Nacional y del NOA fue prolífica. Corrió con el Regatta y con un VW Gol: fue dos veces subcampeón. Con el comienzo del siglo, surgió el proyecto de manejar un Subaru Grupo A de los hermanos Barattero. Pero por la situación económica del país sólo pudo hacer dos carreras con ese auto. Otra experiencia con un 4x4 la vivió en 2004, con un Mitsubishi, en Tucumán y con Carlos Russo a su lado.

Las estadísticas dicen que a su última carrera de rally la hizo por el Campeonato Provincial en 2010 en Arcadia, con Tosi. Claro está, ganó. Por aquel tiempo, también, surgió una participación en un certamen de carreras de 4x4, promovidas por el programa de TV “El Garage”.

La falta de apoyo económico lo obligó a parar, aunque nunca se alejó del ambiente de las carreras. Era usual verlo en los parques de asistencia, siempre rodeado de gente que lo admiraba y que le había puesto un apodo a la altura de sus antecedentes: “El Prócer”.

Al temor de sus comienzos en el rally por no conocer los límites los cambió después por un coraje a prueba de todo. Era conocido en su estilo de manejo el modo en el que frenaba. “Cualquiera acelera en las rectas, pero no todos frenamos igual. Si podés ganar cinco o diez metros en una curva, imagínense cuánto se puede ganar en una carrera con muchas de ellas. En un rally, la diferencia se hace frenando. Cuando me preguntaban les decía: sea la curva que sea, únicamente se saca el pie del acelerador para automáticamente frenar. Nada de eso de levantar y esperar”. Un maestro.

Hoy, en la bajada de Las Banderitas, allá por El Siambón-La Papelera, o en el clásico Palo Labrado-El Portezuelo (esos tramos que tanto le gustaban para competir), mora su espíritu de campeón. Y lo hará para siempre.

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