Hernando Migueles: el proceso artístico genera preguntas

Actor, performer y dibujante, se instaló en la escena a mediados de los 90. “El arte es colectivo o no es arte”, asegura quien integró diferentes grupos de la provincia. El dibujo.

PROYECCIÓN EN EL CUERPO. El artista durante una performance.  PROYECCIÓN EN EL CUERPO. El artista durante una performance.

No sorprende que Hernando Migueles diga que no se sintió cómodo en ninguna performance. Porque, ¿no es natural a esa acción provocar incomodidad, acaso? El arte contemporáneo con un enérgico discurso o una ocurrencia irónica genera inquietud. Un patito no es solo un patito amarillo: nada es lo que parece. Hasta la caída de centenares de lápices que generaba una tensa atmósfera con su particular sonido, recuerda el artista (“Millones de argentinitos”, 2001).

Migueles arribó al arte a mediados de los 90, y con voz baja, eso sí. Entre la actuación, la performance y el dibujo, participó en decenas de exposiciones de Tenor Grasso, La Baulera, Viva Laura Pérez y Un Club. “Pienso que establecer lazos afectivos y de trabajo con pares es fundamental para vivir en esta provincia, Un Club es un equipo de gestión (junto a Sofía Noble y Marta Salina), un laboratorio experimental desde donde reflexionamos y problematizamos las practicas artísticas”, dice al defender los grupos.

Vive del arte, y con su compañero formaron una familia homoparental. “Desde hace cinco años que Feli nuestro hijo forma parte de nuestras vidas, después de varios años de espera, un proceso que se vive con mucha ansiedad y no sin algunas decepciones y tristezas”, cuenta con orgullo.

Cuando comienza a trabajar se le presentan ideas generales que registra en libretas y cuadernos; ahí empiezan a cristalizar conceptos que luego profundiza o pone en duda y de los que surgen nuevos dibujos, comienzan a funcionar como boyas por las que se desplaza, explica a LA GACETA.

Este año tuvo su primera muestra individual en un museo, el MAC (Salta), lo que ademas le permitió concretar la venta de algunas de las obras expuestas; y otros proyectos quedaron postergados.

A pesar de estas dificultades en el mes de junio, participó en el evento virtual Otra Feria. “Sí, trabajo de artista con su dificultades y problemáticas, las cuales no dejan de ser pensadas activamente por el conjunto de los artistas reunidos en FACT (Fundación para el Arte Contemporáneo) así como en Tavit (Trabajadores de Artes Visuales de Tucumán)”, cuenta. “El proceso artístico es siempre problemático siempre va estar generando nuevas dudas y preguntas más que respuestas, nunca es complaciente”, reflexiona.

- Tuviste algún estímulo familiar para llegar al arte...

- Siempre hubo una relación especial con la música y el dibujo en mi casa, creo que era algo que mis padres consentían y promovían. Como un deseo que se transmite. Recuerdo a mi viejo sacar de un modular con llave unos dispositivos circulares de distintos tamaños con agujeros en varias partes de la superficie que introduciendo una fibra y haciéndolos girar dibujaban unas figuras geométricas que entonces eran mágicas, siempre distintas, nos los prestaba un rato a mis hermanos y a mí para luego guardarlo bajo llave. El dibujo era algo precioso y de encuentro.

- Trabajaste en distintas artes.

- El teatro y principalmente la performance fueron el puente necesario para mi práctica actual, ya que me permitió volver al dibujo desde la noción de gesto, así como el bordado sobre papel o mi trabajo textil, me permiten acentuar esta búsqueda, las perforaciones (puntos), los hilos (lineas) son gestos de un deseo . Todo dibujo es deseo de algo más. Las ideas de ficción y realidad formaron parte de mis preocupaciones en los primeros trabajos. Pero fundamentalmente porque hay algo de promesa latente en una linea negra sobre un papel, esa extrañeza que solo existe ahí provocada por el dibujo es una trampa seductora.

- Revalorizaste los colectivos.

- Sí, comparto esa apreciación, en un momento luego de un tiempo de no haber estado en ningún equipo de trabajo sentía como si no pudiese funcionar; fue importante porque me permitió también darme cuenta que había cosas en las que no tenía que consultar con nadie y debía resolverlas por mi cuenta. Había crecido un poco. Además venía de trabajar en Tenor Grasso invitado primero por Jorge Lobato y luego por Jorge Gutiérrez y Geli González, ahora a lo lejos no puedo dejar de idealizar esos años; creía que el centro del arte era Tucumán, la performance, el video-arte, la fiesta, el teatro provocando lo establecido hasta ese momento, la escena de la música indie, mientras que los cruces de disciplinas eran una constante. Al final de los 90 me invitan a participar de La Baulera que era un grupo de artistas que venían del teatro acompañados siempre de artistas visuales, bailarines y músicos. Esa fue una experiencia troncal en mi carrera como gestor y como artista; con ellos creamos un Centro de Arte Contemporáneo, cerca del Mercado de Abasto, que facilito la circulación de pensamientos, subjetividades y producciones a nivel nacional como internacional. A su vez como grupo de producción trabajamos con Viva Laura Pérez en la construcción de varias acciones. Quizás únicamente el trabajo en el taller sea individual, un momento solitario necesario, pero es esto solo una parte del proceso, luego necesitas de manera ineluctable del trabajo en conjunto con otras personas; el arte es colectivo o no es arte.

- ¿Cómo se inicia una obra?

- Siempre existe un impulso primero antes de empezar a trabajar, suelen ser ideas generales que voy registrando en libretas y cuadernos. En los cuadrados negros empecé trabajando sobre una hipótesis, cuanto tiempo dura una imagen o un suceso en mi cabeza hasta olvidarla, me preocupaba que algunas cosas solo desaparecieran con el tiempo y la distancia. Así es que comencé por construir estas geometrías que según el lugar desde donde se las miraban podían simplemente ser unos planos.

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