Pau Casals: los pájaros de la paz respiran en un violonchelo

Pau Casals: los pájaros de la paz respiran en un violonchelo

El artista catalán, que murió hace 47 años, fue uno de los grandes músicos del siglo XX. “La música trasciende el lenguaje, la política y las fronteras nacionales”. El repudio a Franco y la década sin tocar.

Llueve. Mientras la música entreteje los sueños que hilvanan las adolescentes manos de un catalán, el humo perfila las voces entre botellas, cigarros y pocillos que agotan la madrugada en ese café barcelonés de 1893. Un espectador ocasional aplaude entusiasmado su arte. Lo invita a compartir su mesa. Después de parpadear una ginebra, el hombre aprieta la esperanza del muchacho y le entrega una esquela dirigida al conde de Morphy, consejero de la reina María Cristina, pidiéndole apoyo para el muchacho. Firma: Isaac Albéniz. Al año siguiente, el chelo conquista la admiración de toda la Corte en Madrid.

1876. Ese viernes, 29 de diciembre, la felicidad alborota el corazón de Pilar y Carles en El Vedrell (Cataluña). Papá es organista. Mamá, su alumna, le ha tocado quizás el alma con la mirada de un beso. Él quiere un carpintero en la familia (el oficio de músico es muy duro). Ella, cultora aficionada del piano, al notar el talento de su cachorro apuesta al canto de los pentagramas. El violín, luego el piano y también el órgano, se ganan su simpatía, pero nada pueden hacer cuando el chelo sacude sus 11 años.

Las discusiones alejan los sentimientos maritales. Las corcheas maternas ganan la pulseada. El muchacho parte con la pobreza en los bolsillos al Conservatorio de Barcelona: “mi padre venía a verme una vez por semana. Juntos recorríamos los almacenes de música buscando partituras para los conciertos del café Tost, donde me ganaba la vida. Un día descubrí por casualidad en una tienda las Suites para chelo solo, de Bach. Esa fue la máxima revelación de mi vida”.

Esa copa de coñac

Un ilustre violinista se le acerca en la corte de María Cristina. “Quiso premiar mis méritos con una copa de coñac que rechacé. ‘Si no bebes alcohol, ¿cómo pretendes ser artista?’, me dijo Pablo Sarasate”. Bruselas, el nuevo destino. Tiene una pelea con su nuevo mentor. Se va. París lo espera con el hambre y la enfermedad. La mano del conde de Morphy se estira nuevamente.

1899. Se presenta ante el famoso violinista y director Charles Lamoureux. “Es usted un elegido”, le dice apenas lo escucha. El 12 de noviembre, las almas parisinas le abren las puertas y a partir de allí no se bajará de los escenarios. “Pongo el alma en la música. Es simple, sincera y la gente parece gustar de ella porque en todas las partes donde he estado, he visto a la gente reír y llorar por la música… Lo más importante en la música es lo que no está en las notas”, dice.

1904. La voz de una mezzosoprano ítalo estadounidense le frota el pecho. El chelo cautiva a Susan Metcalfe. Él la acompaña en el piano. Se instala en Nueva York. Algo más que amigos. El altar llega 10 años después. Los ambientes suntuosos no son su estilo. La Cataluña natal los recibe. Ella no se acostumbra a la sencillez. 1928. Cada uno sigue su senda.

“Es mejor crear que protestar”, le aconseja Albert Schweitzer, organista, médico, pacifista, amigo. “¿Por qué no hacer las dos cosas al mismo tiempo?”, le responde. Republicano confeso, se recluye en Prades, jurando no pisar más su patria mientras gobernara Francisco Franco. El pueblito francés se convierte rápidamente en un importante centro musical: nacen sus célebres festivales, del cual participan renombrados colegas. Ayuda a los miles de refugiados españoles en Francia, que han huido de una muerte segura en manos del dictador.

Un hombre simple

“Para ser un artista completo uno debe tener una comprensión amplia de la vida. El artista y la vida no pueden estar separados. El artista tiene una responsabilidad especial porque está dotado de una sensibilidad singular; su voz puede oírse cuando otras no se escuchan… Soy un hombre muy simple. Soy un hombre primero, un artista después. Mi primera obligación es para el bienestar de mi prójimo. Me esforzaré por cumplir esta obligación a través de la música, ya que trasciende el lenguaje, la política y las fronteras nacionales”, afirma.

Al concluir la Segunda Guerra Mudnial, el corazón del chelo se enmudece durante 10 años. Decide no actuar en ningún país que hubiera reconocido al Gobierno de Franco, como Inglaterra y Estados Unidos. “No he sido nunca un político y no pretendo serlo. Soy únicamente un artista. La cuestión está en si el arte tiene que ser un pasatiempo, un juguete al margen de la vida de los hombres, o si debe conservar una significación profundamente humana… Cada persona tiene una decencia y bondad básicas. Si las escucha y actúa sobre ellas, está dando mucho de lo que el mundo más necesita. No es complicado, pero requiere coraje. Se necesita coraje para que una persona escuche su propia bondad y actúe en consecuencia”, piensa.

Una flor de 20 años

1957. El requiebro pasea en cuatro cuerdas. Los 20 años de una flor puertorriqueña se acurrucan junto al chelo del maestro. Marta Montañez lo lleva a Puerto Rico, donde ha nacido su madre Pilar que ha partido en 1931. En esa isla florece su sangre. También el amor. Se casan.

1961. John Kennedy lo convence de volver a tocar en Estados Unidos. Acepta, pero si solo lo hace en el recinto de las Naciones Unidas; desea lanzar una cruzada por la paz y la justicia. Toca su pieza “El canto de los pájaros”, que la ONU adoptará como su Himno. “La tierra se vuelve cielo cuando liberas tu miedo. Lo principal en la vida es no tener miedo de ser humano. Debemos pensar que somos una de las hojas de un árbol, y el árbol es toda la humanidad. No podemos vivir los unos sin los otros, sin el árbol. Detesto haber vivido en un tiempo donde la ley de los hombres es matar. Mi contribución a la paz del mundo puede ser escasa, pero habré dado todo lo que puedo para conseguir un ideal que considero sagrado. Siento que la capacidad de preocuparse es lo que da a la vida su significado más profundo”, sostiene.

Un antes y un después

Peregrino de la paz, regresa a las giras. Ha cambiado la técnica de interpretación del chelo y lo ha vestido de solista. Un Antes y un Después de él. “El hombre ha creado muchas máquinas, complejas y astutas, pero ¿cuál de ellas compite con el funcionamiento de su corazón? Para todo el mundo, podrías ser solo una persona, pero para una persona podrías ser el mundo entero. No tengo pasatiempos. Tengo pasiones. La música fue como un mar en el que nadé como un pequeño pez. El corazón de la melodía no se puede poner en un papel. Yo nací con un don. No merezco ningún honor especial”, reflexiona.

La vitalidad lo sorprende a diario. Le bastan los arrumacos mañaneros de Marta, el preludio y una fuga de don Juan Sebastián de todos los días, para que las corcheas fluyan por su cuerpo y mente. “Yo solía pensar que con 80 años eras muy viejo. Ahora tengo 90. No creo más esto. Mientras seas capaz de admirar y amar, eres joven”, confiesa.

1973. Para ese lunes 22 de octubre, anuncian probabilidades de lluvia en San Juan de Puerto Rico. Un saludable cansancio lo recorre. “El violonchelo es como una bella mujer que no ha envejecido, pero es más joven con el tiempo, más esbelta, más flexible y más grácil. La técnica más perfecta es la que no se nota en absoluto. La música es el camino divino de decir cosas bellas y poéticas al corazón. Vivir no es suficiente; debemos participar. Exhorto a los músicos de todo el mundo a que pongan la pureza de su arte al servicio de la humanidad para unir a los hombres en un mismo vínculo fraternal”, piensa.

La sarabanda de la Suite en Do mayor acaricia el alma de 96 años. Una señora le tiende la mano. Confiado, Pau Casals i Defilló camina con ella hacia una oscuridad enceguecida de luz. “Un gran hombre -solo uno- que permanezca humano salva siempre y para todos, la fe en la humanidad”, sentencia Romain Rolland. Tal vez tenga razón.

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