El dilema de los antitecnología en tiempos de pandemia

El dilema de los antitecnología en tiempos de pandemia

Con educación a distancia y teletrabajo, muchos tuvieron que amigarse con las pantallas

IMAGEN ILUSTRATIVA / Foto de cronicasparalapaz.wordpress.com IMAGEN ILUSTRATIVA / Foto de cronicasparalapaz.wordpress.com

Tienen celulares básicos y sólo los usan para llamadas y mensajerías. No les gustan las redes sociales. Retrasan lo más que pueden el acceso de los hijos al móvil y a la tecnología en general. No compran consolas de videojuegos. Están a favor de las actividades al aire libre y restringen al máximo las horas de televisión y computadoras.  

Hasta hace poco tiempo los antipantallas vivían sin sobresaltos y convencidos de que su postura era la mejor opción. Pero la pandemia y el confinamiento los dejó en una verdadera encrucijada: ¿me mantengo contra la tecnología o debo ceder para que estemos conectados al mundo, para acceder a la educación, al home office y para relacionarme con  mis seres queridos?

Con educación a distancia y el teletrabajo se hizo imposible mantenerse alejado de las pantallas. La mayoría no tuvo más opción que amigarse con la tecnología. Algunos de ellos afirman que ni bien termine la pandemia volverán a su vida de antes. Aunque temen que ya no sea tan fácil. La nueva normalidad promete un sistema híbrido (virtual-presencial) en muchos ámbitos.

Antes de la covid-19, Lourdes Casanova la tenía muy clara: cero pantallas hasta los dos años de su hija. Pero la cuarentena le movió todas las estanterías. “Vivimos en un departamento. De repente nos quedamos sin plaza ni salidas. Yo empecé a trabajar desde aquí. Para hacer mis cosas no me quedó más opción que prenderle un rato la tele o darle el celular unas horas. En lo que sí me mantengo firme es: nada de tecnología una hora antes de ir a dormir”, cuenta esta mamá de 37 años.

Antes de que los hijos de Malena Ávila (41) dejaran el colegio por la cuarentena, las reglas eran muy estrictas: Santino (8) y Bernabé (6) en la semana no podían mirar pantallas. “Siempre he sido de las más críticas. Para mí, las pantallas perjudican el desarrollo de los chicos. Sólo les permitía ver televisión los sábados y domingo, alguna película”, resalta. La idea, según cuenta, era que ellos tuvieran una infancia “a la antigua”: en contacto con la naturaleza, ensuciándose y aburriéndose por momentos para que se les pudieran ocurrir ideas creativas.

“Cuando comenzó el aislamiento intenté que eso no se alterara. Sólo les permitía estar frente a la computadora para las tareas escolares. Pero el plan me duró dos o tres días. Finalmente, cedí porque de otra forma iba a colapsar entre mi trabajo, la escuela de ellos y todas las tareas de la casa. Me siento culpable, pero lo cierto es que en estos momentos la tecnología me facilita la vida”, resume.

Los casos de Malena y Lourdes no son aislados. En estos meses de cuarentena muchos padres que habían abrazado la causa antipantallas han tenido que rendirse ante las obligaciones escolares o ante la imposibilidad de encontrar una actividad que mantenga a los niños entretenidos mientras ellos trabajan.

Según datos de un estudio que realizó la ONG Chicos.net en todo el país, desde marzo se acentuó la hiperconexión digital en la mayoría de los niños y adolescentes. Marcela Czarny, directora de la organización, cuenta que esta investigación evidenció de un modo crudo que, hoy en día, el acceso a Internet es vital para la vida de los chicos. “Quienes no acceden a la conexión no es que ‘disminuyen’ su posibilidad de educarse o conectarse con el mundo exterior: en época de pandemia, no tener internet es caerse del sistema”, aseveró.

La psicopedagoga Natalia Jiménez Terán siempre ha tenido una postura antipantallas. Sin embargo, esta vez no ha visto como algo negativo el hecho de pasar bastante tiempo conectados. “La cuarentena ha provocado que el mundo digital sea un aliado clave. A nivel laboral, educativo y social. Gracias a las pantallas, hemos podido seguir trabajando, estudiando y relacionándonos”, sostuvo.

“La pandemia disparó el uso de celulares, tablets, televisores y computadoras. Creo que en este caso cumplieron un papel crucial para poder vincularnos y en los chicos eso fue esencial”, señala. Lo que más le preocupa es que esta situación provocó un aumento del sedentarismo en la mayoría de los niños y jóvenes.

No obstante, según la experta los padres deben gestionar la presencia arrolladora de la tecnología. “Es hoy una herramienta fundamental, pero tampoco podemos dejar que los chicos estén todo el día prendidos a las pantallas. Igualmente, más que contabilizar la cantidad de horas que pasan conectados, lo ideal sería observar qué hacen en línea”, sugiere. 

Jiménez Terán llama a los progenitores a mostrar interés, impulsar el uso crítico de los contenidos y educar en los límites y la seguridad. “Es necesario acompañarlos y tratar de asociar lo virtual con lo presencial. Por ejemplo, ver tutoriales de cocina y después hacer esa receta con ellos”, recomienda.

Una duda que anda dando muchas vueltas: ¿habrá alguna consecuencia a nivel desarrollo cognitivo de los chicos después de un año fuera de las aulas y dentro de las pantallas? 

“No creo que haya un bloqueo cognitivo. Repito, el problema no es la tecnología sino lo que hagamos con ella. Los chicos pueden aprender muchas cosas. No será el caso si los dejamos todo el día tirados viendo videos. Deben tener una guía y un acompañamiento de los adultos. Especialmente ahora, a esta altura del año que los chicos están muy cansados de esta situación y desmotivados. Hay que propiciar encuentros virtuales y transmitirles alegría. Este es el gran desafío de la educación en lo que queda del 2020. En casa, tratar de recuperar algunas rutinas es esencial”, sostuvo.

Sin dudas la tecnología se ha redimido este año. Ha mostrado su rostro más útil y amable. Incluso ha seducido a escépticos como Ramiro Cuozzo (49) quien ha visto que, gracias a la enseñanza virtual, sus hijos de 17 y 14 años han podido seguir en clase e incorporar algunos conocimientos. Marcia Marranzino, quien se declara antipantalla, celebra que su hijo de tres años haya podido seguir en contacto con sus abuelos y otros familiares gracias a los dispositivos. 

“En cuarentena tuve que acceder a que vea un rato de tele. Pero sigo en pie con mi postura: prefiero que los chicos se ensucien, jueguen con tierra y descubran todo el mundo que los rodea. Veo que los menores muy expuestos a las pantallas quedan exitadísimos y no quiero imaginar los efectos secundarios que les genera eso”, resume.

A Roxana Pérez Bazán le preocupa el incremento del uso de la tecnología en la nueva normalidad. Porque ella siempre estuvo en contra y de hecho las clases por Zoom de sus hijos fueron una verdadera pesadilla. “Creo que darles pantallas es de padres cómodos que prefieren hacer sus vidas y no crear momentos con sus hijos. Estos meses de encierro hicimos huertas, recetas de cocina, muebles y otras actividades. Extrañan la plaza, pero con mi esposo nos ingeniamos para que hagan distintas cosas creativas. Sí les permito ver un poco más de dibujitos”, reconoce la mamá de Emir y Faruk, de 5 y 3 años.

“Hay que tomar las riendas”, resume Jiménez Terán. Eso significa que de ahora en más no podremos seguir en el dilema virtual o presencial, pantallas sí o pantallas no. Habrá que apostar la educación tecnológica como si fuera una alimentación sana.

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