Jorge Alves: “el texto es la principal herramienta del actor”

Jorge Alves: “el texto es la principal herramienta del actor”

El actor, director y productor, oriundo de Lules, recuerda a los 87 años momentos de su destacada y larga trayectoria. Raúl Serrano y Boyce Díaz Ulloque.

TRES PASIONES. Jorge Alves se desvive por “el teatro, el fútbol y la familia”, pero no sabe qué orden ocupan. TRES PASIONES. Jorge Alves se desvive por “el teatro, el fútbol y la familia”, pero no sabe qué orden ocupan.

Las lágrimas lo sacuden. El gesto frágilmente femenino le hace tartamudear el corazón, mucho más cuando ella, intuyéndose en los brazos de ese grandote fortachón, le revela la tragedia de su juventud. Mitch devanea con deposar a Blanche y recorrer a besos su pudor. El arte está transportando de su Lules natal a Nueva Orléans en “Un tranvía llamado deseo”, de la mano de Tennessee Williams. “Mi infancia fue como la de todos los chicos: jugar, sobre todo a la pelota, e ir a la escuela. A los 14 años ingresé al secundario del Colegio San Francisco. Había que viajar en coche motor para llegar a la ciudad. Como era un adolescente problemático, pronto recibí una severa sanción. Pasé al Instituto Tucumán, que tenía un excelente plantel de profesores; estaba Julio Ardiles Gray, como profesor de Literatura. Él fue el que me inyectó el gusto por el teatro. También allí tuve problemas de conducta, pobre mi viejo, las veces que fue citado a la dirección del colegio”, evoca Jorge Alves (87 años), hijo de un peluquero portugués y una ama de casa italiana, que ha dejado huella en las artes escénicas de Tucumán.

- ¿Lograste finalmente terminar el secundario?

- Al recibirme de bachiller, mi madre organizó un almuerzo en el comedor de los días domingos y festivos (lo llamábamos así porque se abría cuando iba gente importante). Como nunca iba gente importante, permanecía cerrado, y al abrirse había un olor a humedad bárbaro. Allí mi papá me preguntó qué seguiría estudiando (pensó que estudiaría Derecho, como mi hermano mayor). Con soberbia, le digo: “arte dramático”. Mi papa miró a mi mamá que estaba sirviendo los tallarines, levantó los hombros, como diciendo: “no entiendo”. Mi hermano mayor que era el instruido de la familia le dice: “mira papá es como decir teatro”. Y el viejo con voz fuerte y firme dijo: “¿Teatro, vos?”. Mientras tanto, yo me deslizaba por la silla, cayendo al suelo. Te aclaro que el arte dramático no se estudiaba en Tucumán, había que ir a Buenos Aires. Por eso cuando en el Senado de la Nación recibí un diploma por la trayectoria honorable dije: “ya sé papá. No fui doctor, pero fui director”.

- ¿Cómo era la movida cultural en Lules? ¿Cuándo sentiste la necesidad de dedicarte al teatro? ¿Transpiraste como esclavo egipcio en tu debut?

- En Lules la actividad cultural era prácticamente nula. Había un cuadro filodramático que ensayaba seis meses para dar una sola función. Lo dirigía el doctor Lizárraga, hombre de muchos valores. Buscaba en su automóvil a los actores y luego los llevaba de vuelta a su casa. En 1945, con un grupo de amigos (Mesurado, López y Banegas), decidimos hacer algo importante: vinimos a Tucumán a buscar a Raúl Serrano Pérez, para que nos guiara. Raúl iba con Rosita Ávila todos los sábados y ellos se pagaban los gastos de traslado. La obra elegida fue “Farsa del cornudo, contento y apaleado”. Ese fue, diríamos, mi primer trabajo como director. Luego tuve que ausentarme de Lules por razones de trabajo y estuve cinco años en Tostado, Santa Fe. Allí dirigí “El torrente”. Era la primera vez que se hacía una obra de teatro ahí y pisé por primera vez el escenario como actor. No te das una idea del miedo que tenía; felizmente, para la gente del lugar, salió bien.

- ¿Estaba aún Parpagnoli cuando ingresaste a Nuestro Teatro? ¿Cómo resultó esa experiencia?

- Me integré a Nuestro Teatro en 1959. En ese momento, estaba el proyecto de hacer “Yerma”, de García Lorca. Regresaba de Santa Fe, luego de haber quedado cesante en el Banco Nación, por una huelga de 60 días contra Frondizi. Me convocaron y acepté de inmediato. El elenco estaba formado por buenos actores: Rosita, Héctor Giovine -de Buenos Aires-, Marta Forté, Alfredo Fénik, entre otros; la bella escenografía era de los talentosos arquitectos Pedro Prioris y Carlos Robledo y la conducción, de Guido Parpagnoli. El movimiento teatral perdió un hombre talentoso y un valioso protagonista (¡qué época!).

- Luego actuaste bajo la dirección de Serrano y Boyce Díaz Ulloque, ¿tenían un modo de trabajar diferentes?

- Actué además con Boyce Díaz Ulloque y con Raúl Serrano Pérez, recién llegado de Rumania con un caudal de conocimiento invaluable. Tenía 34 años. Tucumán no supo retenerlo. Se dice que la causa era porque era comunista, y se fue a Buenos Aires, donde lo consideraban como uno de los tres mejores maestros de teatro. Aquí montó, con un gran éxito, “Un tranvía llamado deseo”, con la gran actriz Marta Forté. LA GACETA, en su resumen, decía: “hay que ver esta Blanche Dubois interpretada por Marta Forté”. Yo hacía el papel de Mitch. Raúl más que dirigir, conducía. Uno no se daba cuenta de ello. Recuerdo que a la salida de su ensayo le dije que consideraba que me estaba descuidando en la elaboración del personaje. Me contestó que el personaje tenía la frescura que necesitaba y que, si seguía ensayando, lo iba a automatizar.

- Integraste luego el Teatro Estable y el Teatro Universitario, ¿qué puestas recordás con cariño?

- Boyce fue con el que más trabajé y siempre me apoyó. Era otro profesional destacado, con otro método de trabajo. Tucumán perdió un verdadero hacedor de teatro. Aún hoy se recuerdan y valoran sus grandes éxitos teatrales. Muy importante fue la llegada de Eugenio Ditborn Pinto. Un excelente director teatral. De este hombre aprendí de su dirección. Al igual que Raúl Serrano, él también conducía a los actores, a diferencia de Parpagnoli y Boyce, que marcaban todos los movimientos. Realmente fue un lujo ser dirigido por estos directores.

- Fue un gran momento para el teatro y las otras artes, gracias al Consejo Provincial de Difusión Cultural, en el cual tuviste el rol de formador y de director.

- En 1970, estaba al frente del Consejo un importante intelectual, Gaspar Risco Fernández, que durante su gestión organizó certámenes teatrales. Envió al interior a Bernardo Roitman (Concepción), a Carlos Olivera y Hugo Gramajo padre (Simoca), a Oscar Quiroga (Monteros) y a mí (Lules). El festival se realizó en Monteros y nuestro grupo ganó el concurso en todos los rubros con la obra “Los Cáceres”, que marcó un antes y un después en mi trayectoria. Al año siguiente, el festival fue en Tafí Viejo y volvimos a ganar el certamen. A partir de entonces, dirigí y me dediqué a producir obras de teatro.

- El hecho de que actores locales y nacionales compartieran la escena fue un hecho inédito, ¿qué satisfacciones te dio tu proyecto del Teatro Federal?

- Busqué contactos con gente de Buenos Aires. Conocí a Edgardo Nieva, el actor que hizo “Gatica” y ahí empezó “la cosa”. Mi objetivo era integrar a primeras figuras del teatro de Buenos Aires con las de Tucumán. Al principio fue duro, porque para un artista dejar Buenos Aires por 45 días era mucho tiempo. Durante cinco años estuve con un proyecto hermoso, conocí muy buena gente.

- ¿La experiencia al frente de la Comedia Municipal, al llevar el teatro a los barrios, fue importante? ¿Por qué no se mantuvo?

- Hermoso proyecto fue “El teatro en la calle”, con el que recorrimos numerosos barrios y pueblos del interior. Esto no lo pude seguir sosteniendo cuando estuve en la función pública. Más adelante, al no tener presupuesto hablé con el intendente y le di la idea de hacer una obra de teatro, sin que implicara un costo para la Municipalidad. Así se realizó “El loco de Asís”, con dirección de Manuel González Gil, y producción a mi cargo, con gran éxito. La ganancia que dejó la obra la doné a la Asistencia Pública. Quiero resaltar la actuación del teatro tucumano en el Fringe de Edmonton (Canadá); fuimos con la obra “Made in Argentina”, readaptación de “Made in Lanús”. Fue un gran éxito, mencionado tanto por el público y la crítica.

- ¿En los últimos lustros, ha cambiado la forma de hacer teatro? ¿El texto ha perdido protagonismo? ¿Qué representa el teatro en tu vida? ¿Puede servir para transformar la realidad?

- Considero que el texto es fundamental en el teatro. Causa placer el leer y escuchar de los actores cuando existe un buen texto. Es la herramienta principal del actor. El teatro representa un todo para mí. Siento pasión por él y soy de los que piensan que el teatro educa y puede transformar la vida de una persona, como pasó conmigo. Quiero agradecer a la gente de Lules y al señor César Dip y su Concejo Deliberante, por haber puesto mi nombre a la sala de teatro del hermoso Centro Cultural que poseen y distinguirme con la mención de “Honor al mérito”. En mi vida tengo tres pasiones: el teatro, el fútbol y la familia. Lo que pasa es que no sé en que orden van.

Perfil: una trayectoria

Actor, director, productor, Jorge Manuel Alves nació en Lules en 1933. Integró el elenco de Nuestro Teatro; en 1967, en la Compañía Tucumana, actuó bajo la dirección de Raúl Serrano en “Un tranvía llamado deseo”, de Tennessee Williams. Dirigido por Boyce Díaz Ulloque, actuó en el Teatro Estable de la Provincia. En el ciclo de Teatro en la Calle, dirigió el elenco de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. Mentor del proyecto Teatro Federal, dirigió a Bettiana Blum, como actriz invitada, en “Made in Lanús”; a Marta González en “El gran deschave”; y a Hugo Arana en “Los lobos”. Como productor participó en “Dos damas indignas” y en “El loco de Asís”, con dirección de Manuel González Gil. Obtuvo varias distinciones por sus puestas y su trayectoria.

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