Día del Niño: las historias de los comerciantes de El Bajo, en un momento difícil para Tucumán

Día del Niño: las historias de los comerciantes de El Bajo, en un momento difícil para Tucumán

Cómo les fue en las ventas en plena pandemia.

LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ

La ecuación de precios baratos, muchos clientes y veredas angostas de El Bajo dio un resultado difícil en términos de mantener la distancia social requerida como recomendación para reducir las posibilidades de contagio de coronavirus. A pesar de eso, en el enfoque de la multitud de personas que salieron ayer en la previa al Día del Niño, todas cumplieron con el uso del barbijo. El alcohol rebajado en rociador también lo portaban los comerciantes, tanto en negocios como los ambulantes.

Juana Rosa Pérez, de 44 años, atendía a clientes en la esquina de 24 de Septiembre y Monteagudo. Lo suyo son los juguetes y los barbijos. Ella empezó de vendedora ambulante de niña, cuando a los 7 años ya cantaba la venta en la Peatonal, cerca de los bazares de la Córdoba. Entonces vivía en San Cayetano. Ahora, la mujer se traslada todos los días desde Ranchillos. 

"Tenemos miedo de que el martes se anuncie un retroceso de fase y volvamos a fase 1. Durante ese momento no podíamos trabajar y la pasé muy mal. Como no se venden muchos juguetes ahora, incorporé los barbijos porque es una necesidad", comentó la mujer. 

En un día bueno de venta, la ganancia puede llegar a ser $ 1.000. Si no, a conformarse con $ 500. Para trasladarse desde su localidad, se junta junto a otras personas para pagar un "trucho" que cobra $ 400 por viaje. Como se comparte, el "boleto" es $ 100. "Me da tranquilidad porque cuando salimos y entramos a Ranchillos la Comuna controla la temperatura y nos sanitizan. El miedo que tenemos no sólo es que nos contagiemos sino también que podamos trasladar el virus", continuó.

Los negocios con mayor movimiento en El Bajo por la tarde de ayer fueron los que vendían juguetes, luego los de zapatillas y por último los de electrónica. El movimiento en los demás locales se pareció mucho a las jornadas con paro de colectivos. Haciendo fila para ingresar a una juguetería, María Ponce iba mirando estante por estante la mercadería para definir qué llevaría. 

"Siempre vengo al Bajo porque se vende más económico. Trato de cuidarme mucho con el barbijo, alcohol y el lavado de manos; espero que esto termine pronto", comentó la mujer mientras buscaba qué comprarle a su nieta de 6 años.

En un bazar en 24 de Septiembre casi Balcarce, los empleados estaban abocados al control de temperatura antes de ingresar y en colocar alcohol rebajado en las manos antes de ingresar al local. 

"Es difícil porque notamos que en muchos lugares no se toman las medidas requeridas y nosotros nos esforzamos para cumplir el protocolo a rajatabla y no dejar que ingrese más gente", comentó una de las empleadas. "Da bronca porque a veces por unos pocos que no cumplen podrían tomarse medidas más estrictas para todos los comercios", agregó.

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Más cerca de la Avenida Avellaneda, Pamela Balverde miraba desde la vereda algunos juguetes, para terminar de elegir qué llevaría. "Con mi mamá venimos a buscar juguetes y entramos a donde vemos poca gente porque nos da miedo", contó la mujer del barrio 20 de Junio. "A la mañana (por ayer) vinimos y nos dio miedo ver tanta gente amontonada, así que ahora tratamos de estar en los negocios y zonas donde menos gente hay", completó. 

Unos pasos más adelante, Gerónimo Velárdez salía de un viejo almacén de ramos generales: compró dos monturas para sus yeguas y una pileta de lavadero. "Tengo 67 años, no soy un mocoso. Pero bueno, necesitaba comprar estas cosas y en mi pueblo en Leales no hay forma de comprar tan barato. Salvo por esto, siempre me muevo comprando cerca de mi casa, para no alejarme. Pero esto era cosa de fuerza mayor, chango", se despidió el hombre, ajustándose el barbijo y el sombrero.

Entre ropa deportiva con equipos de NBA, Luis se colocaba alcohol diluido antes de tocar la mercadería y atender la consulta de dos clientes. "Tengo miedo del coronavirus, porque estoy en la calle y sé que hay más riesgo de contagio. Pero por otro lado hay que tener dinero para comer, para pagar el alquiler y no nos queda otra", comentó el senegalés con el acento de quienes tienen por primera lengua el francés. 

En la calle, camionetas de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán pasaban constantemente recordando por altoparlantes la obligatoriedad de usar barbijo y de mantener la distancia social, aunque en algunas cuadras parecía imposible.

En la feria de ambulantes en la ex Terminal de Ómnibus, Esteban Ángel Saavedra atendía a dos clientas, dispensaba alcohol y trataba de mantener el orden y la circulación frente a su puesto de venta. "Los primeros 40 días fueron de cierre absoluto, y la verdad que me da terror que se vuelva atrás de fase. Da miedo el amontonamiento sobre todo porque cuando hay tanta gente no se puede controlar bien y no se puede trabajar", contó el hombre, que hace 23 años vende pelotas de fútbol y camisetas de fútbol. 

Marcela Vega esperaba sentada junto al cordón de la vereda que Saavedra termine de atender a una cliente para cobrarle: "vengo por el precio, es más barato acá que en cualquier juguetería y además puedo ver el surtido. Da miedo, sí, todo esto del coronavirus pero nos cuidamos mucho. Vengo porque quiero que mi nieto al menos tenga juguetes de regalito ya que no se puede celebrar yendo a un parque".

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