El Monumental y la gloria de la entrada a menos de dos pesos

El Monumental y la gloria de la entrada a menos de dos pesos

Una experiencia artística que nos remonta a la década de 1950. Memoria blanco y negro.

Trazar el presente es un eterno retorno a las glorias del pasado. Al tratarse de cinematografía, la añoranza de los tucumanos susurra el nombre de un gigante. El Monumental.

Con una capacidad para 200 autos, fue el primer autocine que se gestó en la provincia. El predio limitaba con las avenidas Ejército del Norte y Mate de Luna y los precios populares que manejaba (el bolsillo también llora) hacían que fuera uno de los espacios de recreación más concurridos.

Por $1.50 (adultos) o $0,80 (niños) los espectadores podían reír o llorar con películas musicales como “La voz de mi ciudad” y “La niña de fuego”. O maravillarse con los avances del technicolor.

Algunas anécdotas de esos años cuentan que la pantalla (de 24 x 12 metros, anunciada como la mayor de Sudamérica) era tan amplia que los vecinos con casas de dos pisos se trepaban a la terraza para ver los filmes. Postal de los tórridos veranos, en que el séptimo arte invadía los barrios.

Hay que ver cómo ciertos ritos se resignifican. En su libro “Cien años de cine en Tucumán, 1916-2016”, Ricardo Antonio Brunetti enfatiza que los cines al aire libre eran concebidos como ventajosos para la salud pública. “Motivo por el cual la cartelera de 1956 consignaba que podían acceder a la función los ‘menores de 14 años’ que, por la epidemia de poliomielitis, tenían prohibido ingresar a las salas cerradas”, narra.

En total hubo en la capital 26 cines. Con nombres como Central Córdoba (entre las calles Alem y Bolívar) y Sportivo del Norte (avenida Avellaneda al 800). Además estaban Plaza, Rex, Metro, 25 de Mayo, Edison y Broadway, entre otros. La sede -para nada secreta- de los fanáticos de Tim McCoy y Flash Gordon.

Sea en un terreno despejado o en una sala bien proporcionada, las funciones de matiné eran un clásico. En algunas investigaciones, estas sesiones de cine se cerraban con unos buenas milanesas o bagayo y en compañía de un aperitivo liviano.

Maqueta futurista

Hablar de la historia de cine local es hablar por igual de “lo que no fue”. En 1981, se anunció la construcción de otro autocine que estaría en Salta al 2.000 (frente a los talleres de LA GACETA). Las publicaciones remitían a una joyita moderna: con lugar para 400 autos, una pantalla de 35 metros de alto y una confitería capaz de alimentar a 700 personas, todo sumado a un microcine infantil. Por desgracia, el único registro que finalmente existió fue una maqueta en forma de abanico.

Adiós, viejo amigo

A fines de la década de 1960, el cine comenzó a sufrir una paulatina hecatombe. Los cierres arrancaron primero en la periferia y el interior, para luego seguir con los grandes complejos de Guillermo Renzi.

La bravura de El Monumental resistió hasta 1979, con su última obra “Lo que el viento se llevó”. Casi resulta cómico pensar en los cinéfilos de antaño. Proyectando sus propios sentimientos en los de Scarlett O’Hara frente a Rhett Butler. “Si te vas, ¿a dónde iré? ¿Qué haré?”.

En 2000, El Monumental intentó su reactivación de la mano del empresario Julio Cornejo. Fue con mesas, sillas y una cantina. Pero ya era demasiado tarde. Otra historia de amor se estaba gestando -había comenzado en los 80- entre la televisión y el videoclub. Y ahora sigue con las peliculas on line y el streaming.

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