Cómo dormir en los museos y no morir en el intento ni pelearse con sus personajes

Cómo dormir en los museos y no morir en el intento ni pelearse con sus personajes

Maximiliano Romero Almenar encaró un proyecto que lleva ya distintas intervenciones en instituciones del país. Una propuesta abierta. También integra el grupo El Bondi.

MUSEO CARAFFA. En una de las salas en Córdoba, en una exposición.  MUSEO CARAFFA. En una de las salas en Córdoba, en una exposición.

No ha sido el único del mundo, pero en el país no se conoce otro: Maximiliano Romero Almenar no pasó la noche en el museo como Ben Stiller, pero sí durmió en varios de ellos.

Todo un lujete soñar alrededor de obras de arte; entre paisajes y retratos oníricos. El español Eugenio Ampudia durmió en el Museo del Prado de Madrid (España), debajo de la obra “El 3 de mayo en Madrid”, de Goya.

Romero Almenar nació en Salta, residió en Jujuy y vive en Tucumán. Estudió en la Facultad de Artes y es integrante del grupo artístico El Bondi Colectivo.

“En El Bondi voy consolidando la idea de que las cosas están ahí, hay que detectarlas y traerlas, ponerlas a dialogar, a funcionar y a estar en actitud alerta para ver a dónde te lleva. Desde ahí, reivindicamos, citamos, nos burlamos, proponemos, desarmamos, invitamos”, le cuenta a LA GACETA durante una entrevista.

Vive en Barrio Sur y proviene de una familia de agricultores pequeños y docentes. Tiene 33 años y trabaja en una organización social. Llegó a la facultad que con virtudes y defectos le ofreció más que un plan de estudio. “Recibí una plataforma relacional bastante piola. Hice bocha de amigos, me develó miserias, compromisos y alternativas de construcciones; otros lenguajes, otras posturas. Esa constante de destrucción y construcción y el entrenamiento de la atención es lo que hasta el momento rescato de la facultad”, describe.

El artista pasó de una instalación de pinturas con recuadros pequeños de jugadores de fútbol con la camiseta argentina, a una obra más conceptual. La primera fue seleccionada en diversos salones y parcialmente vendida. (Romero Almenar confiesa que en la adolescencia se probó en Juventud Antoniana y en Gimnasia de Jujuy, pero no tuvo suerte).

Pero, ¿cuál era el objetivo de dormir en el museo? Entender el arte, contesta con alguna ingenuidad. “O al menos descubrir con qué dimensión lo hacían otros”, añade. Luego cuenta la siguiente anécdota: una vez, recién entrando a la facultad, llegó a un taller y se topó con una alumna que hacía una performance en la que se envolvía con mucha dificultad en esculturas blandas, fálicas y de colores. “Todo el mundo decía ‘wow, precioso. ‘Bello’... y yo no pegaba una. No entendía dónde residía el goce; me preguntaba qué es lo que me estaba perdiendo, y me di cuenta de que era un terreno híperdesconocido”, relata.

- ¿Cómo distinguís el trabajo individual del colectivo?

- Lo veo sencillo. En una prima un ambiente más democrático; en el otro también, sólo que las voces alternativas son únicamente mías. En ambas siempre está uno. Por eso no concibo las propuestas colectivas e individuales como distintas. Una parte de cada uno se expresa y aparece el Leviatán. Cualquiera de nosotros presenta o comenta una idea al grupo. Ahí las inspeccionamos y jugamos. Hay mucha estrategia y frescura en el medio, en El Bondi. Llevo la fortuna de que sean amigos los que componen el grupo y nos entendemos muy bien al respecto, porque hay estructuras y el ánimo de romperlas (a veces) que son muy compatibles.

- ¿De qué modo llevaste adelante el proyecto en las noches de los museos?

- Más de una veintena de espacios de toda Argentina y la región tuve en agenda para dormir en cada uno de ellos. Me dediqué más de cinco meses a gestionarlos. Me topé con múltiples esquemas institucionales. Del total, concreté Rusia, Timoteo Navarro, MUNT y La Cripta (en Tucumán); el Caraffa en Córdoba y Macba en Buenos Aires. Esperaba llegar a algún punto, no lo conseguí. Mejor aún, sigue abierto, sigo visitando esa propuesta de vez en cuando, la sigo pensando. Pensándolo ahora, cumplió con el propósito inicial que era mantenerme más cerca del arte para comprenderlo. Resulta ser que este proyecto lo concebí en 2012 como un programa para llegar a un resultado pictórico.

- ¿Dormís de verdad?

- Sí. En algunos espacios tuve sueño profundo y en otros, intermitentes. Influyeron el frío, cagazo, y el confort. Para poder abocarme al sueño, me acompañaba un asistente para el registro, una video con trípode, el teléfono... Ale Galván, Roque Manzaras y Hernán Lettoli fueron mis asistentes. Siempre una sola persona.

- Supongo que tenés referentes.

- Mis referentes tienen corto ciclo y perecen, porque casi siempre encuentro cosas nuevas en el trayecto. Me pueden llamar la atención cuestiones puntuales de aquellos personajes, ideas o factores cuyo accionar colindan con alguna otra idea central que estoy tamizando. Con esta estrategia, alguna vez me sirvió el fútbol, una discapacidad, un poema, una pintura de Vallotton, profesores, una peli, alguna charla con amigos y sus experiencias, alguna actitud punk, una visita al accionismo vienés, un repaso al robo del siglo, al sonido de una guitarra del grupo Karicia, algún disco de Pink Floyd, la obra de un colega o la oferta tramposa en un supermercado...

- Pasaste de la pintura con jugadores de fútbol a dormir en el museo.

- Son obras diferentes y casi en simultáneo. En una flasheé mi admiración por el fútbol sobre la imagen de Maradona y recurrí a una encuesta azarosa para constituir la serie con personajes retratados. Tiene por ahí ciertos clichés compositivos que me permitieron llegar a un cuerpo de obra grande, vinculante, La otra propuesta también porta una carga vinculante, pero buscaba una cuestión un poco más poética.

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