Norah Scarpa Filsinger: “creo en el compromiso de la escritora con su tiempo”

Norah Scarpa Filsinger: “creo en el compromiso de la escritora con su tiempo”

Aunque siempre la literatura rondó en su vida, la autora taficeña comenzó a hacer talleres y a publicar en la adultez. La dramaturgia y los microrrelatos.

RUMOR DE TRENES. Norah Scarpa Filsinger nació y se formó en Tafí Viejo, al que refiere parte de su obra. RUMOR DE TRENES. Norah Scarpa Filsinger nació y se formó en Tafí Viejo, al que refiere parte de su obra.

Un rumor ferroviario recorre tal vez sus insomnios. La sirena de los Talleres despabila la quietud. La madrugada bosteza. Desata quizás distraídamente un eco de imágenes que laten en la voz de un poema. “Desalaron los pájaros/ dormíamos/ y los sueños/ no volvieron/ solo/ pasos perdidos/ en el incesante/ universo/ perdidos/ al borde mismo/ de la tierra”, escriben los dedos de su memoria. “Nací y crecí en Tafí Viejo. Mi padre era técnico en ferrocarriles y amaba el cine; la política ferroviaria era el tema de la mesa de los domingos. Mi madre debió haber sido artista; me hizo los vestidos más bellos de las películas y recitaba poemas de Juana de Ibarbourou. En mi casa, había algunos libros técnicos y de política, pero mi madre, como mi abuela materna, fueron aficionadas a la lectura de novelas. Muchos años después encontré por allí algunos poemitas suyos dedicados a sus nietas”, recuerda la escritora Norah Scarpa Filsinger.

- ¿Qué leías en la infancia y en la adolescencia? ¿Cómo se gesta la parición de la escritura?

- Mi afición por la escritura y la lectura, desde niña, fue una especie de pulsión. En cuanto supe leer, mi padre me asoció a la Biblioteca Ingeniero Aníbal Pasquini, un momento memorable en mi vida. Hasta los 12 años me leí todos los libros infantiles, que eran muchos; recuerdo de esa época los cuentos orientales y, además, “El tesoro de la juventud” y “Oliver Twist”. Leí después a Pérez Galdós, Balzac, Stendhal, Chateaubriand, Malraux, Camus… incontables autores. Una biblioteca maravillosa.

- ¿Estudiaste Letras? ¿Qué te dejó tu paso por la docencia?

- Cursé un par de años en Letras y después me dediqué a la carrera docente primaria y de educación de jóvenes y adultos. Con un cargo jerárquico recorrí prácticamente toda la provincia. ¿Qué me dejó? Creo que un afán de perfeccionamiento, leí mucho a Freire y Vigotsky y a veces también, cierta frustración respecto de los manejos políticos del área. A fines de los años 80, con otras dos colegas, llegamos a pagar una abogada para que sacara los concursos de ascenso de jerarquía por antecedentes y oposición que la ley 3.470 establecía en forma anual. En esos tiempos asumían los cargos directivos las docentes más antiguas, en el mejor de los casos.

- ¿La poesía te abrió una ventana al mundo? Da la impresión de que empezaste a producir o a publicar ya grande, ¿a qué se debió?

- Desde muy chica, quizá por influencia de los libros de lectura que devoraba en cuanto los tenía, solía sentarme por las tardes a escribir rimas épicas, coplitas seguramente. La vida no ha sido fácil. De vez en cuando escribí poesía; recogí algunas en un libro que llamé “Hojas al tiempo”. Ya grande comencé a hacer talleres, de dramaturgia con Oscar Quiroga y Sanchis Sinisterra; poesía y microrrelato con el maestro David Lagmanovich, quien me impulsó a publicar.

- El microrrelato es un género relativamente nuevo, ¿qué es lo que te atrae de él? ¿Cuáles son las posibilidades expresivas?

- En realidad, el microrrelato se considera nuevo como género, pero puede rastrearse en autores de épocas lejanas. Borges recogió algunos muy antiguos. Creo que hallé en el microrrelato una forma expresiva similar a la de la poesía: la concisión extrema, la elipsis, la búsqueda de la palabra precisa -esa y no otra-, los recursos estilísticos, el silencio y lo no dicho; esa especie de juego con el lector al que se tiende una telaraña sutil que él debe desentrañar desde la punta de un hilo. Un juego muy atractivo al que Raúl Brasca llama el pacto autor-lector.

- La dramaturgia es otra de tus debilidades, ¿qué te interesa del teatro como medio expresivo? ¿A qué se debe que haya pocos dramaturgos en Tucumán? ¿Es un género difícil?

- El teatro es un arte apasionante, auscultar la vida en un escenario. La fisicalidad del hecho teatral no resulta ajena a la escritura porque se escribe también desde el escenario, o, por lo menos, eso me ocurrió a mí. Me enamoré del teatro muy joven escuchando por radio “Las dos carátulas”. Leía a Pirandello y O’Neill. Cuando pude frecuentarlo me propuse escribir y así nacieron unas cuantas obras, algunas puestas en semimontado como “Nobile castello” y “Dulce Dulcinea”, una obra puesta en escena por Patricia García y otras que duermen en algún cajón. Quizás el teatro sea el más complejo de los géneros, tanto por su lenguaje, la dificultad en el pasaje del texto literario a la palabra dramática teniendo en cuenta su referente real, como por la evolución de los personajes y de la acción durante el desarrollo de la anécdota. Resulta curioso que haya pocos dramaturgos en Tucumán considerando que la UNT cuenta con la carrera teatral, quizás se trabaja con improvisaciones, no sabría decirlo. Hubo unos años de fomento con Dramat, pero el proyecto no perduró.

- ¿Tafí Viejo late en tu vida y en tu obra?

- Bueno, Tafí Viejo es el lugar donde cursé la escolaridad primaria y secundaria, épocas de la vida que nos marcan a fuego. Para Rilke, “la patria es la infancia”, y posiblemente lo sea. Justamente mi obra premiada y puesta en escena, “Estación sin rosas”, se desarrolla en una estación de trenes. ¿Un recuerdo imborrable de Tafí? Juntarnos al atardecer, a los seis o siete años, para escuchar los cuentos de Ñata Romero en sus particulares versiones de “El pájaro azul”.

- ¿Cuáles son tus asuntos literarios preferidos?

- La temática de mis libros de microrrelatos “Cuentas de maíz”, “Incisiones mínimas” y “La vida y otras inquisiciones” es muy variada e incluye intertextos referidos a cuestiones históricas y sociales, no soy ajena a lo que ocurre en mi patria. Tengo ahora un poemario inédito, “Región de bruma”.

- Para escribir, ¿hay tener algo que decir?

- Sin duda, no se habla de pajaritos. Creo firmemente en el compromiso del escritor y de la escritora con su tiempo.

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