Aprendiendo a caminar

Aprendiendo a caminar

En el laboratorio del coronavirus están en observación las gestiones de los Ejecutivos, pero principalmente la capacidad de relación de ellos con la ciudadanía. Manzur-Jaldo es una relación rota, con el transporte destruido.

Es curiosa la capacidad de adaptación y de transformación que tienen las sociedades. La historia tiene una paciencia infinita para esperar que pase el tiempo y sentarse a explicar lo que pasa. Desde la ignorancia de simples observadores sorprende cómo en 50 días los ciudadanos hemos pasado por muy diferentes estadios. En un primer momento se ha renunciado a la libertad. En un corto lapso hemos enfrentado a la muerte, hemos dialogado con ella y hemos cambiado conductas y costumbres. En el mismo y corto ínterin se han aprendido cosas banales y también cuestiones fundamentales. Y, ahora, en este presente, se afronta el desafío de juntarlo todo. De vivir como era entonces, con todo el bagaje de lo que se ha incorporado en estos 50 días de cuarentena.

Por ahora los tucumanos han empezado a caminar como los bebés que se acaban de incorporar. Miran todo desde arriba, como si estuvieran trepados a la punta del Obelisco, y tienen tan poco equilibrio que hasta se marean y temen dar un paso. O, por el contrario, tratan de dar tantas pisadas al mismo tiempo que al final se caen. Así está el centro y así empiezan a poblarse las calles, con tucumanos atontados por la cuarentena y desaforados por la libertad condicional que aún ha puesto ese tal coronavirus.

Tres cuestiones centrales siguen estando en juego. Una es la capacidad de la sociedad para enfrentar y reaccionar ante lo inesperado. Otra es la capacidad del Estado para afrontar tamaño conflicto. Y la tercera -tal vez la más difícil- es cómo logran relacionarse, escucharse, dialogar y respetarse en tiempos tan difíciles el Estado y la sociedad civil, y viceversa.

En esta fase estamos. No en otra. Cuando dentro de unos días empecemos a ver la película de lo que quedó de este presente habrá que revisar si los mejores momentos y las resoluciones correctas se tomaron danzando sobre la grieta o caminando en puntas de pie para no despertar las diferencias, los odios, las infantilidades, los egoísmos o las ambiciones.

Diferentes ideas

Las ideologías se ocupan de explicarnos los conflictos por los que vamos atravesando. Cada una con sus herramientas y con sus ideas terminan ayudándonos a entender lo que pasa y a pararnos en el mundo. Las ideas las transmiten los que saben, los que estudian, los que investigan, los que enseñan y los que mandan.

Es curioso cómo se han parado algunos dirigentes en el último tiempo. Juan Manzur se ha puesto el delantal de médico y su única preocupación ha sido complacer al Presidente de la Nación. No es ingenuo: la plata está a 1.200 kilómetros y una demora puede ser una hoguera. Si de paso se le puede hacer un guiño a la vicepresidenta, mejor. Y si además, con sus movimientos consigue incomodar a su vicegobernador, mejor aún. Todo esto hilvanando un discurso donde el vector central es un virus o un mosquito. Manzur está en el mejor de los mundos. Está cómodo. El manda, da instrucciones, camina, controla, revisa y los ciudadanos lo ven desde la casa. Cualquier mandatario sueña con tanta obediencia.

Osvaldo Jaldo se dio cuenta tarde de esto. Aislado de cualquier estructura nacional, se atrincheró en la Legislatura blandiendo su espada legislativa, pero con el escudo de la salud.

Ejecutivos

Han sido tiempos centrales para los que ocupan cargos ejecutivos. Se notaron diferencias entre ellos. El intendente de la capital estuvo tan atento a fumigar al dengue como a los movimientos que daba el gobernador. No pudo concentrarse sólo en lo sanitario. Midió cada encuentro. Seguramente, en su ajedrez político, Germán Alfaro hizo una apuesta a futuro, pero descuidó –o no aprovechó- ese diálogo fundamental entre sociedad y dirigentes que propuso la pandemia.

Los radicales Mariano Campero y Roberto Sánchez trabajaron a la inversa, reaccionando a cada movimiento de los ciudadanos de Yerba Buena y de Concepción, respectivamente. Sin dudas, ellos son artífices de su propio destino ya que pertenecen a una estructura política desarticulada absolutamente. En silencio, y con la parsimonia de una abuela, analizan el entremado para 2021, mientras la vieja estructura de Cambiemos baila la música que ponen Fernández o Cristina.

El jaldista Darío Montero y el manzurista y neoperonista Javier Noguera han tenido actitudes parecidas en Banda del Río Salí y en Tafí Viejo. Ellos saben que por mucho tiempo no podrán independizarse, pero cuando pueden se hacen los distraídos y gesticulan ampulosamente como si fueran autónomos.

En todos estos casos ha sido la relación entre la sociedad y sus autoridades la que ha marcado las diferencias.

El coronavirus no hace borrón y cuenta nueva. Muy por el contrario, subraya lo que ya pasó. Por eso uno de los problemas centrales que están teniendo los políticos de hoy son los archivos. La plata y la forma en la que se ha diseñado el sistema electoral y de llegada al poder se va convirtiendo en sus propias trampas. Solos se van metiendo en sus jaulas.

La cuestión es llegar y después tratar de acomodar las palabras, los gestos y las acciones. Lo dijo con absoluta sinceridad Manzur aquel día que no le apagaron los micrófonos y aconsejó escuchar y después hacer lo que se quiera.

Hoy las autoridades exigen al ciudadano conductas, conducta en la calle, conducta impositiva, conducta en el tránsito... Mientras desde el poder el mensaje que subyace es “no te preocupes pasá el semáforo en rojo, después fíjate como lo explicás”.

En esa trampa han caído Manzur, Jaldo, el presidente Fernández, y muchos jueces que, como sus progenitores les enseñaron que deben ser agradecidos, están atentos a que los poderes que los nombraron les avisen cuando deben sacarse la venda y actuar. La libertad, la renuncia y la palabra, son valores y acciones devaluadas.

En Buenos Aires

Con estilo de profesor universitario aplicado a la docencia que esconde a un hábil político, Alberto Fernández aprovecha la pandemia para fortalecer su imagen. Está más atento a los movimientos de Cristina y de La Campora que a los de una oposicion que perdió la brújula. Fernández sabe cuan ilusorias son las fantasías de un indefinido apoyo de la sociedad, que se asemeja a “los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como las pompas de jabón”, como recita el poeta Antonio Machado. En algún inesperado o indeseado momento pueden “temblar súbitamente y quebrarse”.

Por eso disfruta de tan inesperada popularidad, pero duerme con los ojos abiertos. Sabe que la economía lo acecha a la vuelta de cada esquina y que si la inflación de abril no arrojó cifras desesperantes fue en parte por la profunda recesión y caída de la demanda; y también porque la cuarentena afecta el trabajo de relevamiento del Indec. Este fin de semana mira con un ojo los números rojos de la pandemia; y con el otro, las cifras de las propuestas de la deuda, que parecen seducir al Ejecutivo y ofuscar a Cristina.

Uno de los capítulos decisivos de ese duelo es el de la renegociación de la deuda externa. Marín Guzmán está lejos de ser un ministro de economía de alto perfil y de movimientos políticos, como lo fueran Cavallo o Lavagna. Si Argentina logra sortear el default, Fernández festejará una victoria. Eso se sabrá el viernes.

La paz armada, de a pie

Manzur y Jaldo han acordado una suerte de paz armada. Como esos viejos jugadores de truco que saben cuál es el momento de a cantar el vale 4, aún sin tener cartas importantes, ambos se sonríen mientras cada uno trata de adivinar los naipes del otro.

Sin embargo, por más mentiritas en el envido o en el truco, hay algunas pocas certezas que ya no se discuten. Una de ellas es que entre ambos se rompió totalmente la confianza.

Mientras ellos juegan al Antón Pirulero, la ciudadanía está aprendiendo a desenvolverse sin transporte público.

Este servicio se ha hecho añicos. Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe. Empresarios, legisladores, concejales, autoridades (municipales y provinciales) y gremialistas, en los estudios televisivos de LA GACETA, se comprometieron a dialogar para encontrarle la solución al tema. Mintieron, o no tienen interés, o les falta imaginación. La única salida que hallaron es que el Estado ponga plata. Curioso negocio este en el que se gasta, no se invierte a la espera que alguien done el dinero que falta. Subsidio, le dicen eufemísticamente. Esta semana serán 100 millones para que rueden las unidades. Desde el sector político nadie tiene la autoridad suficiente para poner orden.

La sociedad civil y las autoridades han fracasado porque no supieron relacionarse y pusieron toda la basurita debajo de la alfombra hasta que llegó el coronavirus e hizo volar todo.

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